Desde el 9 de junio de este año, fecha de su publicación en España, viene siendo noticia la puesta en circulación del CD Cuba: piano contemporáneo, proyecto de Karla Martínez Rabanal. Según se lee en la las palabras que acompañan al disco, éste tiene su origen en la propuesta presentada por la instrumentista a la Convocatoria Musa E 2019, para realizar un concierto en el auditorio del Museo de América de Madrid. Cuba… quedó entre los programas seleccionados. En la presentación, además, se rindió homenaje a los 500 años de la fundación de La Habana. Por si esto no fuera suficiente, Cuba… resultó uno de los trabajos de máster escogidos en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, para grabar un CD en el Auditorio Sony de Madrid, lo cual se concretó con el sello Calle440, y reúne música de siete compositores de la Isla.
Karla Martínez Rabanal (La Habana, 1988) es graduada, con Diploma de Oro, del Instituto Superior de Arte de Cuba (ISA). Fue distinguida con la beca “Carolina”, lo que le permitió obtener un postgrado de perfeccionamiento en el Liceu de Barcelona, con el maestro Tensy Krismant. A seguidas obtuvo las becas de la Fundación Albéniz y Maec- Aecid, las que le posibilitaron realizar el Máster de Interpretación Musical en la Reina Sofía de Madrid, de la mano de los notables profesores Dimitri Bashkirov y Denis Lossev.
Como concertista, Karla se ha presentado en numerosos escenarios de Cuba, América y Europa. Su labor artística la combina con la docente: en la actualidad es profesora en el Real Conservatorio Superior de Madrid, luego de haber impartido clases en el Conservatorio Amadeo Roldán y en el ISA, ambas instituciones cubanas.
Tengo la percepción de que en la esfera de las artes la relación maestro-alumno es muy singular. Va más allá de la trasmisión de conocimientos y habilidades, pues contribuye, además, al cultivo de la sensibilidad: es decir, cimienta una forma de entender el mundo, cierta filosofía de vida. Menciona aquellos profesores que de manera más notable han aportado a tu formación integral, partiendo del concepto de que no se puede separar al artista de la persona. En cada caso, explica por qué.
La pianista y músico que soy la han conformado todos los profesores que he tenido, sin excepciones. No solamente los de piano.
Ciertamente, la relación que tiene un músico con su profesor de instrumento es especial; y en Cuba, prácticamente familiar. A mis profesores de piano les estaré siempre muy agradecida y los llevo conmigo todo el tiempo. Cada uno me ha aportado en su momento lo que necesitaba para seguir avanzando y creciendo, y hoy, que soy maestra, pongo en valor mayor el impacto de su labor más allá de los conocimientos de la materia en sí.
En el nivel elemental fueron cruciales Alina Ponsoda y Patricia Melis; continué durante seis años, que comprendieron los dos últimos cursos de nivel elemental y todo el nivel medio, con María Teresa Pita, y luego continué el nivel superior en el ISA con Patricio Malcolm y Rosalía Capote. Durante esos años recibí también clases de los maestros Víctor Rodríguez y Frank Fernández, que tuvieron mucha influencia en mí.
En la siguiente etapa de perfeccionamiento fuera de Cuba, han sido imprescindibles Tensy Krismant, en el Liceu de Barcelona; Roger Johansson, en Artisten- Göteborg; y en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, Denis Losev y el legendario Dimitri Bashkirov.
Con frecuencia se habla de diversas “escuelas cubanas”: de guitarra, de ballet, de boxeo… No pongo en solfa la existencia de particularidades esenciales que ameriten, en cada caso, el calificativo polémico. ¿Existe una escuela cubana de piano? Si fuera así, cuáles son sus rasgos notables.
Es una evidencia la cantidad y, sobre todo, la calidad de los pianistas cubanos de generaciones distintas. Ha habido y sigue habiendo muchísimo talento; y al talento lo han acompañado unos programas de estudio y una formación muy completos y competitivos a nivel mundial. Los primeros grandes maestros que llegaron a la Isla con formación y tradición europea, dejaron huella y crearon bases indispensables para la formación de músicos y también fundaron buenos conservatorios. Así comenzó toda una suerte de tradición que adquirió un punto muy alto con la formación de los pianistas que estudiaron en la antigua Unión Soviética y con los profesores que de allí vinieron: esa fue la generación de muchos de mis maestros, los que fueron a formarse allí. Esto resultó crucial para el perfeccionamiento y creación de los programas de estudio, los repertorios, las metodologías…
Así, de generaciones en generaciones se han ido transmitiendo conocimientos, maneras de tocar y enfoques para trabajar las obras.
No me considero una experta en términos y creo que es competencia de los musicólogos determinar si existe una escuela cubana de piano propiamente dicha. Sí es cierto que un rasgo notable en los pianistas cubanos es la relación con otros géneros, más allá de la tradición clásica europea, lo cual se traduce en una versatilidad interpretativa realmente admirable y sui géneris.
De todos modos, considero que hoy hablar de escuelas es muy categórico, porque con el desarrollo de las nuevas tecnologías las influencias que recibe un músico llegan de muchos sitios y se entremezclan las distintas concepciones de la música, lo que hace difícil establecer patrones rígidos.
Has trabajado la música para piano de autores cubanos de distintos períodos históricos y corrientes estéticas. Sin orden jerárquico, señala los cinco compositores que no deberíamos dejar de conocer. ¿Puedes explicar brevemente por qué?
Manuel Saumell e Ignacio Cervantes, ya que son los cimientos del pianismo cubano. Ernesto Lecuona, imprescindible; seguramente el compositor cubano para piano más reconocido a nivel internacional.
Y haciendo referencia a mi disco, justo he hecho una selección de compositores actuales que considero que se deben conocer, porque representan un resumen de todas las influencias que ha tenido la música cubana de concierto. Son siete autores: Leo Brouwer, Andrés Alén, Juan Piñera, José María Vitier, Ernán López-Nussa, Aldo López-Gavilán y Bárbara Llanes.
Lo mismo para los ejecutantes, sin distingo de géneros ni de países. Obviamente, me refiero a aquellos que dejaron registros fonográficos y/o que aún podemos escuchar en vivo.
Intérpretes de música clásica que siempre son preferencia: el director de orquesta Claudio Abbado, los pianistas Vladimir Horowitz, Evgeny Kissin, Martha Argerich; de los cubanos que, además, tenemos la suerte de poder escuchar en La Habana en vivo frecuentemente, el pianista y compositor Aldo López-Gavilán y el director de orquesta José Antonio Méndez Padrón.
Entre tantas del repertorio mundial, ¿cuál es la pieza para piano que más satisfacción te da interpretar? ¿Hay alguna corriente estética que sea más afín con tu sensibilidad?
No podría escoger una obra en específico. Me voy enamorando de las obras que interpreto en cada momento. Es cierto que el Romanticismo alemán me atrapa mucho, al igual que los compositores franceses.
¿Cuál es el compositor de todos los tiempos a través del cual te expresas mejor?
Al igual que con las obras, no creo que pueda nombrar un compositor preferido, y a todos los grandes clásicos que conozco se van sumando compositores que descubro continuamente.
Aunque con Schumann tengo un vínculo especial desde niña y siempre me da mucho placer interpretarlo.
Relata brevemente tu relación con el piano, tanto física como emocional.
El piano ha sido mi compañero inseparable desde niña: mi refugio y mi vía de escape en varias ocasiones ante las realidades complicadas de la vida.
He aprendido mucho sobre cómo relacionarme con las personas y cómo actuar en las distintas situaciones, observando el trabajo diario en el piano. La constancia, la paciencia, el entenderme y conocerme a mí misma, lo he adquirido en gran medida de las largas horas de reflexiones y estudio sola al piano. Del mismo modo, el piano me ha ayudado a comprender mis emociones y reacciones.
Defínete como intérprete. ¿Qué te distingue de otros colegas connacionales contemporáneos?
Es difícil juzgarse a uno mismo, especialmente si eres una persona muy exigente. En las grabaciones es muy común no estar nunca conforme con el resultado, y creo que es algo usual en el ámbito de los intérpretes. Suelo darle mucha importancia al sonido y a las articulaciones, porque siento que son mi voz y mi acento para expresarme en el piano. Si tuviera que definirme, creo que soy una pianista constante y trabajadora. Intento ser sincera en mi interpretación, estar informada sobre el compositor, la obra, el estilo y buscar mi propio mensaje. Soy muy curiosa con interpretaciones osadas y trato de encontrar el equilibrio entre mi punto de vista y la propia partitura.
Desde hace años Leo Brouwer ha alcanzado la condición de mito cuando de excelencia interpretativa y calidad de las composiciones se habla. Sin embargo, muchos de los que afirman esto no alcanzaron a escucharlo en vivo ni tampoco conocen a plenitud su obra como compositor. ¿Cuáles son los rasgos de Leo que te gustaría destacar? ¿En tus experiencias profesionales con él, qué características de su personalidad te parecen más atractivas?
Leo Brouwer es un músico con mayúsculas, con un universo de sonoridades muy propio. Destacaría en él su gran conocimiento del arte todo y su capacidad para plasmarlo de una manera muy concisa y estructurada, donde se pueden percibir todos los planos sonoros y las ideas temáticas.
Esta misma manera de componer, Leo la extrapola al trabajo con los músicos, lo que lo hace muy asertivo. Es capaz, con pocas palabras, de conseguir el resultado sonoro que busca, y siempre con un humor muy fino.
Tienes una carrera exitosa como intérprete, en franco ascenso. ¿Compones, además?
De más joven tuve algunos coqueteos breves con la composición: cadencias de los conciertos que tocaba, alguna pequeña obra con violín para algún examen de acompañamiento, nada muy elaborado. La composición es algo que valoro mucho, pero que necesita tiempo y dedicación. En los últimos años he estado muy centrada en aprender nuevos repertorios y en el desarrollo como intérprete. Pero es algo que no descarto para el futuro.
¿Qué música escuchas en tu cotidianidad?
Mi playlist es muy heterogénea. Disfruto con toda la buena música, sea del género que sea y de la época que sea.
Me gusta mucho relacionar el estilo de música con el momento o la situación que esté viviendo. Evidentemente hay mucha música que escucho cuando estoy aprendiendo una obra, y en ese caso la escucha es diferente, porque ahí estoy trabajando en aprender el estilo, la sonoridad, las características del compositor; es otro acercamiento al de escuchar música para acompañar una situación. Por ejemplo, en las mañanas siempre me ha gustado escuchar Barroco, intérpretes varios; intento buscar nuevos, pero entre los que casi siempre repito están Jordi Savall, Paolo Pandolfo, Il Giardino Armonico… Y en las noches casi siempre me apetece el jazz; aquí, igualmente, intento descubrir discos nuevos. Pero suelo repetir a Keith Jarret, Brad Mehldou, Brandford Marsalis…
Y, por supuesto, la música cubana no falta. Es la compañera inseparable de los viajes; la bailable, la trova tradicional, la nueva trova. Me encanta Bola de Nieve y la manera tan especial de cantar de Elena Burke, Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer. Esa generación de músicos es una joya.
¿Eres bailadora? ¿Alguna preferencia dentro de la música popular cubana?
Me gusta bailar. En las fiestas familiares y de amigos siempre se baila, pero no creo que soy experta bailadora ni mucho menos. Me defiendo más bien. Los imprescindibles son Van Van, Adalberto Álvarez y los grupos o canciones que estén sonando más. Ahora mismo, Alain Pérez y Habana D’ Primera.
¿Qué podemos esperar de Karla Martínez para los próximos dos años?
El próximo año se plantea bastante similar a este en relación a mi actividad artística. Con conciertos de cámara, con los grupos que regularmente me presento, donde interpreto principalmente obras del repertorio clásico, pero también con la inclusión de compositores contemporáneos y música española. Me ilusiona especialmente poder participar en Habana Clásica en noviembre, así que muy feliz de estar tocando en casa y compartiendo con muchos músicos excelentes. Con Marcos Madrigal en la dirección artística, que es un pianista que admiro muchísimo, estoy segura de que el Festival y todas las propuestas artísticas serán un éxito.
La novedad que se suma a partir de ahora en mis programas es el repertorio del disco Cuba: piano contemporáneo, y que es una apuesta por promover y divulgar la creación de compositores cubanos actuales. Este disco está dedicado a mis abuelos y a Cuba, que para mí son sinónimo de casa, y por eso el acercamiento al público es tan íntimo y cuidado. La presentación no está concebida como un concierto al uso, sino como un recital muy cercano, donde también hablo de las obras y las voy relacionando con mi historia personal.
En España ya ha tenido repercusión en los medios, y se ha podido escuchar en varios programas de Radio Nacional, además de su presentación en Madrid. En septiembre lo presentaré en Colombia, en el 39 Festival Internacional de Piano de Bucaramanga-Santander, un evento muy reconocido y de mucha tradición.
Eres habanera. ¿Qué relación tienes con la ciudad? ¿Hay alguna imagen o sueño recurrente de/sobre La Habana que te visite cuando estás lejos por largos periodos? Olores, lugares específicos, sonidos, personas…
La Habana es una ciudad increíble, agitada y vital como lo son las capitales. Siempre hay sitios y calles que descubrir y personas por conocer. Mis sueños transcurren mayormente ahí, esté donde esté, y casi siempre están también mi abuela y las amigas de la infancia. Creo que La Habana es mi pequeña puerta a lo atemporal, y eso es maravilloso.