Tiene dos doctorados en musicología: uno por el Conservatorio Tchaikovski de Moscú (1990) y otro por la Universidad Complutense de Madrid (2002). Justamente el tema desarrollado para la defensa de este último grado científico fue Tendencias de lo nacional en la creación instrumental cubana contemporánea (1947-1980), mismo por el que recibiera el Premio extraordinario UCM (2004). Su labor docente la ha desarrollado mayormente en Cuba y España. Entre otras asignaturas, ha impartido, en distintos niveles de enseñanza, metodología y práctica del análisis musical, música latinoamericana, estructuras del lenguaje musical, historia de los estilos musicales e introducción al lenguaje y audición musical.
Algunas de sus publicaciones en libros, revistas, programas de conciertos y notas musicológicas para discos, son: Tendencias populares en la obra instrumental de los compositores cubanos modernos (Moscú, 1990), “El concierto heroico de Joaquín Rodrigo. Un estudio analítico” (Valladolid, 2005), “Harold Gramatges y su música coral: Una expresión espontánea” (La Habana, 2007), “Tres visiones de Prometeo. Un análisis musical de las obras de Beethoven, Liszt y Scriabin” (La Habana, 2013), “Cecilia Valdés y la música. Una reseña analítica” (Madrid, 2014), “La isla extendida. Una fuente, tres destinos” (México, 2017) y “Un viajero del tiempo en su espiral eterna. La guitarra de Leo Brouwer” (Madrid, 2019).
Aprovechando un viaje a La Habana de Marta María, le propusimos este intercambio.
¿Qué es un musicólogo?
El musicólogo es un profesional que estudia todos los fenómenos relacionados con la música desde una perspectiva científica y académica. Se interesa por conocer las bases físicas de la música (teoría y análisis), su historia, su relación con el ser humano y la sociedad. Como es una especialidad interdisciplinaria, sus orientaciones son muy diversas, con énfasis en diferentes áreas de trabajo, objetos de estudio y problemas de investigación.
¿En qué campos puede un musicólogo desarrollar su trabajo?
En la enseñanza musical, la gestión cultural (teatros, auditorios y salas de conciertos), la investigación, conservación del patrimonio musical, en editoriales, en medios de comunicación, en la industria discográfica…
Supongo que tu primer acercamiento a la música tiene que ver con la predilección por algún instrumento.
Soy pianista. Estudié el instrumento hasta el grado medio como básico, y en la enseñanza superior fue complementario dentro de mis estudios de musicología en el Instituto Superior de Arte de La Habana (ISA). Todos los profesionales que se dedican a ejercer la música en diversos campos inicialmente estudian un instrumento.
¿Cómo derivaste hacia la musicología?
La elección de los estudios sobre teoría de la música, al menos en Cuba, ocurre en grado medio, y durante ese período la enseñanza del instrumento se mantiene. También ocurre en el superior. Por tanto, el instrumento nos acompaña durante toda la carrera de música a lo largo de los diferentes niveles de su enseñanza. Esta ha sido mi experiencia en Cuba y tengo constancia de que así ocurre también en Rusia, donde realicé mi primer doctorado.
En relación con mi decisión de estudiar musicología, fue una elección que hice convencida de que era esa mi auténtica orientación profesional. Siempre tuve interés por explicar lo que rodea a la música, la creación y su interpretación. Estos fueron mis intereses en un principio, que he ampliado en la medida de mis estudios y conocimientos adquiridos a lo largo de la carrera. Además, me he interesado también por la dirección y la composición. Mis intereses, como ves, se han movido en especialidades que ofrecen una visión global sobre la música.
¿Es imprescindible para un musicólogo alcanzar cierto nivel de calidad en la ejecución instrumental?
En el caso de la musicología, su estudio exige del dominio de técnicas y herramientas propias de esta disciplina para desempeñar diversas funciones, como las que ya he referido. Para ello, no es necesario que seas un intérprete de excelencia, pero el mantener la práctica musical, en cualquiera de sus expresiones, siempre es recomendable, al menos no excluyente de tus obligaciones y papeles como musicólogo.
Recuerdo que por la década de los ochenta del pasado siglo comenzó a hablarse en Cuba de la musicología como una ciencia. Pienso que a ello contribuyeron personalidades como Olavo Alén y Danilo Orozco, formados en universidades europeas. Tengo la percepción de que la musicología ha perdido un tanto de popularidad dentro del campo cultural cubano.
La pérdida de la popularidad de la musicología en la sociedad actual es un problema mundial, que no se debe adjudicar únicamente a lo que sucede en Cuba. También en España, donde vivo desde 1993, si preguntas en la calle a un ciudadano medio qué es la musicología o cuál es la actividad de un musicólogo, no sabría responder. En este sentido, recuerdo el artículo de Emilio Ros-Fábregas en la Revista de Musicología española, hace unos años, donde exponía este mismo problema. La falta de presencia de la especialidad en la sociedad es evidente, entre otras razones, porque hay que encontrar hoy, en la era de la globalización, mecanismos más eficaces para que la actividad investigativa que desarrolla un musicólogo y sus resultados, puedan ser utilizados de una forma práctica en el mundo que nos rodea. En Cuba, desde que estudié, siempre se intentó establecer un vínculo entre las instituciones dedicadas a estas funciones y el resto de la sociedad y, de hecho, creo que ese espíritu continúa, pero hay que hacer mayores esfuerzos y renovar los modos en que estas relaciones pueden resultar más evidentes, invirtiendo mayores recursos para que la difusión del contenido que desempeña un profesional de estas características no vaya en detrimento de las expectativas que el mundo científico y profesional espera de este. Todo lo contrario, la divulgación debe contribuir al conocimiento de la profesión desde el rigor y el respeto. Eso fue lo que aprendí de mis maestros Argeliers León, Jesús Gómez Cairo, Olavo Alén, Danilo Orozco, Zoila Gómez, Victoria Eli, Harold Gramatges, Carlos Fariñas, Roberto Valera y José Loyola, entre otros, y quizás por ello, en momentos donde en general se ha producido a nivel mundial un deterioro notable de la vida que llevamos, los aciertos de nuestra actividad profesional se perciben de un modo más disperso pudiendo esto crear una cierta confusión.
De acuerdo con tu experiencia internacional como académica, ¿qué nivel tiene la enseñanza de la musicología en Cuba?
Pertenezco a una generación privilegiada, que tuvo la oportunidad de estudiar con maestros relevantes en unas condiciones determinadas que, si bien no fueron ideales en todos los sentidos, respondieron a nuestras exigencias y necesidades del momento. Estudiamos con ilusión, entrega e idea de futuro, valores hoy cuestionados en la sociedad cubana actual por razones que todos conocemos.
Todavía hay maestros en Cuba que luchan por mantener estos aciertos de la enseñanza de la música en un sentido amplio. La musicología no está al margen de lo que acontece día a día. Por ejemplo, me consta que los estudios teóricos de la música se logran conservar con un nivel parecido al que conocí en grado medio cuando cursé ese nivel. Asimismo, sé de los esfuerzos que realiza el ISA por seguir formando musicólogos, los cuáles conocemos gracias a la participación de algunos de estos jóvenes en diversos congresos, seminarios o jornadas científicas que ocurren en el mundo y que constituyen una oportunidad para mantenernos en contacto. Esta labor también se realiza desde otras instituciones, como Casa de las Américas, CIDMUC1, Museo de la Música, UNEAC2 y Colegio Universitario San Gerónimo, en La Habana. Es una batalla dura por las carencias que sabemos, tanto materiales como humanas. Desde luego, he podido intercambiar con jóvenes musicólogos talentosos que tienen un futuro promisorio. Los que vivimos afuera de la isla intentamos mantenernos vinculados con ellos, para que se conozca lo que cada cual hace en distintos puntos del planeta.
En el campo de la llamada música popular se dice que hay tres países que son grandes emisores: Estados Unidos, Brasil y Cuba. ¿Ocurre lo mismo con la denominada música culta?
Sé que esto se ha dicho más de una vez, pero no soy partidaria de establecer categorizaciones. Prefiero explicar en qué medida esas interacciones entre música popular y académica en la cultura hispanoamericana se adaptan a los nuevos tiempos. No podemos perder de vista que, a partir de los años noventa, se han producido cambios importantes en la vida pública, por el desarrollo de las industrias culturales y la enorme relevancia cultural y económica que ha alcanzado la música popular en el mundo. Esto significa que durante mucho tiempo la música popular permaneció ignorada por la musicología, que dividía el campo musical en las obras de tradición escrita (académica) y las de tradición oral. Los estudios sobre la música popular han revertido esta situación y son la causa de la renovación en la musicología. Es conocido desde los años cincuenta el impacto de la industria cultural y de la cultura de masas en América Latina y la riqueza y variedad de las músicas populares latinoamericanas. Se trata de una práctica musical urbanizada que es definida por su masividad, mediatización y modernidad, según términos del musicólogo chileno Juan Pablo González. Sin profundizar en otras ideas, podemos decir que esta visión proveniente de los estudios de música popular ha influido en los estudios de música académica, ya que el estudio de los soportes sonoros grabados permite definir el objeto de análisis como una suma de textos —sonoros, literarios, performativos— ubicados en distintos contextos de producción, reproducción y recepción. Esta visión ha sido rotunda para cambiar el modo en que hemos enfocado las investigaciones sobre la música académica hasta ahora.
Has trabajado sobre la obra de Harold Gramatges. ¿Cuál es para ti el peso de Harold dentro de la cultura cubana?
Sentí gran admiración por el maestro. Tuve la oportunidad de conocerlo, tratarlo y de conversar con él varias veces. Fue un hombre culto, un intelectual que escuchaba con atención y recomendaba lecturas. Me deleitaba con su erudita conversación y podíamos estar hablando de música un buen rato. Todo esto acompañado de la exquisitez en el trato, la sonrisa en el rostro, la inmensa generosidad y disponibilidad para responder a lo que necesitaras. De esa talla siempre existieron pocos. Su obra la conocí desde que escribí en 1984 mi trabajo de diploma en el ISA y, aunque siempre me he dedicado a la música instrumental, estudié su producción coral, sobre la que hice las notas para el CD que recoge este repertorio. Harold fue el I ganador del Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, que convocó la Fundación de la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE), en 1996, el Cervantes de la música clásica para muchos. Es uno de los más importantes creadores del siglo XX cubano, reconocido internacionalmente.
Veo en tu hoja de vida que eres fundadora y directora de la Orquesta de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), lo cual me llama la atención. ¿Es que en esa facultad estudian músicos?
En la facultad estudian los futuros musicólogos. En este centro no reciben materias instrumentales, pero algunos acceden a la universidad después de haber pasado por el conservatorio de nivel elemental o medio. Otros han recibido clases en una escuela de música o con particulares, y también hay alumnos de distintas titulaciones de la facultad y de la UCM que tienen estudios de música y que participan en esta agrupación. La orquesta la fundé en 2003, y desde entonces se ha mantenido, incluso en los tiempos tan difíciles que hemos vivido estos tres últimos años por el COVID. Ha desarrollado una labor muy intensa con presentaciones en actos académicos — conciertos celebrados en el Paraninfo y en distintas facultades de la Universidad Complutense de Madrid. También, en actuaciones fuera de la universidad, en conservatorios de grado medio y superior, Colegios Mayores, en el Museo de América, en el Auditorio Centro Cultural Conde Duque, en las Noches Blancas que organiza la Comunidad de Madrid y en Expoclásica.
¿Te sientes particularmente satisfecha con tu labor dentro de esta agrupación?
Ha sido una experiencia que me ha hecho crecer como profesional. Y sí, estoy muy satisfecha con los resultados alcanzados.
Tu compañero de vida, el artista visual Luis Cabrera, me dijo en una ocasión que él tenía que reformatear su disco duro cuando viajaba a Cuba; que en España le reconocían el acento cubano y en Cuba mucha gente notaba sus “galleguismos”.
Me ha ocurrido exactamente lo mismo. Llevamos muchos años viviendo en España, pero no hemos perdido nuestra forma de hablar y nuestros recuerdos de infancia, adolescencia y juventud. Hay palabras o expresiones cubanas que decimos en España y viceversa. Se escapan, porque en el fondo nos movemos en un lugar común que alberga múltiples vivencias y que no repara en límites geográficos. Este es el dilema de la emigración: hace suyos territorios sin fronteras que convierte en espacios comunes de cultura, costumbres y deseos.
Eres habanera. ¿Cómo sientes la ciudad?
Para mí, La Habana es olor a mar, a humedad, a café; es una amalgama de colores estridentes, es ruido y bullicio, es música a toda hora, luz intensa, lugares para compartir en una arquitectura ecléctica…
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Notas:
1 Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana.
2 Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.