M, la vecina de los altos, con frecuencia llama a mi puerta. Incluso varias veces en el día. En ocasiones me dice lo que quiere; en otras, se le olvida a lo que ha venido. Tiene momentos de gran locuacidad. También puede permanecer callada largos minutos. Lo manifieste o no, solo busca una cosa: compañía.
Hoy me comunicó varias cosas: la muerte de una amiga suya, que había perdido las llaves de la casa (piensa que alguien le entra por el balcón —un tercer piso— para robarle) y que escuchó que este año la temporada ciclónica será particularmente activa. Todos asuntos preocupantes. Pero lo que la tiene más afectada es que se miró en el espejo y no pudo reconocerse. ¿Había otra persona?, le pregunto. Sí, me dice, una mujer como de mi edad, blanca como yo, pero más borrosa.
M tiene 80 años y vive sola. Desde los 17 trabajó como peluquera. No tuvo hijos. Transitó por varias relaciones amorosas fallidas, los hermanos se le fueron muriendo… Aún es ágil, se vale por sí misma. No puede determinar cuándo pasó de vivir sola, estatus que le gustaba, a sentirse sola.
Hasta hace muy poco atendía a la selecta clientela en su casa. Era una mujer solicitada, útil, solvente, que padeció el espejismo de confundir visitantes ocasionales con amigas.
En las peluquerías se habla de todo. Es un espacio para la distensión emocional. La estilista, además de cortar, peinar y teñir el cabello, da ayuda sicológica: escucha las historias de vida, aconseja, sirve de puente para establecer relaciones profesionales y de amistad. Conoce a tantas personas, que puede recomendar médicos y plomeros, abogados y podólogos. Bueno… conocía. Ahora, cuando necesita algún arreglo en su casa —bastante bien cuidada, por cierto—, acude a mí. No recuerda dónde está su directorio telefónico. Puede que se lo hayan robado junto con las llaves. “Hay tanta gente mala por ahí”, dice mientras se balancea, nerviosa, en el sillón.
M es de La Habana, la ciudad más poblada del país: 2 132 394 habitantes. En su municipio, Plaza de la Revolución, en el 2019 nacieron solo 894 niños y murieron 1775 personas, lo que supone -9,6 de tasa media anual de crecimiento1. Es el territorio de mayor envejecimiento poblacional (28 %), con un índice alarmante, para los estándares cubanos, de ancianos que habitan solos.
Los cubanos envejecemos a ojos vista2. Desde hace algún tiempo, es preocupante el desfase entre la población laboralmente activa, que decrece, y el número de personas que alcanzan la edad de jubilación, que aumenta. Se trata de un fenómeno demográfico propio de un país desarrollado, paradójicamente producido por una economía deficiente. Por otra parte, el alto índice de emigrados en edad reproductiva desfavorece el equilibro.
Entre las causas del envejecimiento poblacional se citan, además, el nivel educativo creciente y el aumento de la esperanza de vida, que en 2018 alcanzó 80,71 años para las mujeres, y 76,76 años para los hombres. Esto último se puede atribuir a los logros del sistema nacional de salud, que tiene como base la atención primaria a nivel de consultorios médicos de la familia.
M está sola. No cuenta con apoyo familiar y tampoco ha sabido integrarse a las distintas instituciones que en Cuba atienden a ese sector que sobrepasa los 60 años, ya sean los círculos de abuelos, la Cátedra del Adulto Mayor y los hogares de ancianos, cada uno con un perfil propio y un mismo fin: propiciar que el sujeto de edad avanzada no se desvincule de la sociedad y, por tanto, no lo embargue la idea del desahucio físico y afectivo.
Un estudio de la Universidad de Chicago muestra que el sentimiento de soledad extrema aumenta un 14 % la posibilidad de muerte prematura en esta franja etaria. En una frase: la soledad extrema mata al doble de ancianos que la obesidad. Además, según la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Personas Adultas Mayores, a ese estado alterado de conciencia se vinculan los trastornos del sueño, el aumento de la presión arterial y una permanente sensación de angustia.
Vale recalcar que aislamiento social y soledad no son sinónimos. La soledad extrema es la percepción crítica de la falta de un entorno afectivo. Esa aterradora sensación nos puede embargar, incluso, en medio de un tumulto de personas conocidas.
La soledad a cualquier edad tiene causas endógenas y exógenas. Las primeras, no menos importantes que las segundas. Solo que en el tramo final de la vida las malas actitudes, las relaciones sociales de baja calidad y el pobre potencial empático pasan mayor factura. Así, lo que en un momento es un tema exclusivamente personal, con el paso del tiempo se convierte en un asunto social.
A pesar de que el diseño del Estado cubano para la atención del adulto mayor es bastante bueno, su puesta en práctica choca con severas carencias económicas. Escasean las instalaciones geriátricas y el personal calificado. No sería descabellado empezar a pensar en una alternativa dentro del sector privado, y que el peso de la atención a los ancianos sea compartido por las familias.
Sé que es un tema sensible, ya que en la Isla la salud está exclusivamente a cargo del Estado. Pero es hora de irse colocando de otra forma ante las complejas situaciones que van jalonando el “largo y tortuoso” camino hacia el desarrollo. Se trata de buscar una solución para cada problema y no varios problemas para cada solución. En esta modalidad, el Ministerio de Salud Pública sería el encargado de fiscalizar las instalaciones y de entrenar y certificar al personal que trabajaría en ellas. Ambas formas, la estatal y la privada, pueden coexistir con complementaria armonía.
Este Día de los Padres M pasó temprano. No recordaba la fecha. Sus semanas y meses carecen de significación. No espera nada. No tiene alegrías. Crece su sicosis. Se depauperan sus propiedades cognitivas. Su triste presencia no nubló el ambiente de celebración, aunque nos dejó preocupados, con el sabor de la impotencia. Querámoslo o no, ella nos recuerda que el envejecimiento es un camino que todos debemos recorrer y que, aunque no constituye propiamente una enfermedad, sí es una etapa con diversas patologías asociadas. Entre otras, la soledad.
Hoy en la mañana me desperté temprano. Desde hacía una hora M movía muebles en el piso de arriba, pero la sensación era como si, en vez de en su dormitorio, los estuviera corriendo en mi cabeza. Listo para empezar una nueva jornada, me asomé al espejo con pavor. Sentí alivio. Todavía mi rostro estaba allí.
Notas
1 La tasa media anual de crecimiento de Cuba es de -1,4. Los datos pertenecen a los Indicadores demográficos de Cuba y sus territorios 2019.
2 Se calcula que en el 2020 el 21,5 % de la población tiene 60 o más años, y que en 2030 esta franja etaria alcanzará un 30,3 %.