La única dificultad que enfrenta uno a la hora de entrevistar a Yovani Bauta, es establecer la línea del tiempo. En ninguno de los muchos documentos sobre él que he consultado se consigna su fecha de nacimiento. Tiene la apariencia de un hombre de 50 años, edad más que improbable si tenemos en cuenta que en la década de los 80 del pasado siglo ya era un artista activo y bastante conocido en Cuba. Sabemos que aterrizó en este planeta por la provincia de Matanzas, que estudió en la Escuela Nacional de Arte y en la Universidad de La Habana, donde se licenció en Derecho. Y poco más.
A los investigadores del futuro que me maldecirán por obviar un dato de tanto interés, les dejo dicho que hice lo que pude. Yovani respondió con una sonrisa irónica y una frase coqueta a mi requerimiento: “Tengo la edad que aparento. Pon ahí lo que tú quieras”.
Nos habíamos visto varias veces en Cuba y, aunque no fuimos amigos, entre los dos circulaba cierta corriente de simpatía, lo cual no es difícil en su caso. Es un hombre asertivo; es decir, que emite y mantiene sus juicios sin pretender imponerlos, que rechaza cualquier idea o propuesta que le parezca inconveniente con una compostura y una alegría como si la estuviera aceptando.
Así es que me alegró contactarlo en Miami, pasar con él toda una tarde en su estudio y comprobar que sigue siendo un ser empático, curioso, risueño, locuaz y de una memoria prolija. Pero, más que todo eso, me regocijó constatar que Yovani es un artista de búsquedas constantes, pero, sobre todo, de hallazgos.
Figurativo como es, ha hecho del cuerpo humano su principal objeto de estudio. Sus personajes no responden a modelos preestablecidos. Pinta “de memoria” composiciones desasidas, hombres y mujeres en una intemperie existencial que parece ser la de él mismo. Sus obras me producen la misma desolación que las de Fidelio Ponce, aunque no haya entre ellos demasiados puntos concomitantes en lo referente a la visualidad.
Comparto aquí los apuntes de esa tarde de arte y amistad.
Según veo, tu camino en las artes visuales fue zigzagueante en los inicios. Hay un largo espacio en blanco en el que estudiaste Derecho y hasta llegaste a ejercer la profesión a niveles muy altos; luego te “reencontraste” con tu vocación original.
Mi vida ha sido una búsqueda de caminos y motivaciones. He incursionado en el campo del Derecho, las artes visuales, la escritura y el teatro. Estudié la carrera por complacer a mi madre y mi novia de entonces; lo ejercí por curiosidad, y lo abandoné porque me obligaron.
¿Quieres hablar sobre eso?
No. No me apetece. Te debo el relato. Quizá alguna vez lo escriba. Eran tiempos oscuros. Hace mucho que pasé esa página.
Gracias a las presiones que me sacaron del ejercicio de la abogacía, volví a las artes plásticas; incursioné en el teatro humorístico mientras retomaba mi carrera original. En otras palabras, pinté y actué durante la década del 80, muy satisfecho de ambas acciones.
¿Cuándo, cómo, te asumiste como artista?
Desde pequeño sentía atracción por la pintura. Di los primeros pasos en la secundaria básica, con las clases de apreciación de las artes plásticas. Continué, más tarde, en la academia Tarascó, que se consideraba equivalente a San Alejandro y que luego convirtieran en la Escuela Provincial de Arte de Matanzas; esto fue en el curso nocturno. Definitivamente me consideré artista a finales de 1968, en la Escuela Nacional de Arte, cuando cursaba el primer año.
Tu primera exposición personal fue de dibujos (1989), en la Galería Matanzas. Desde entonces, tu currículo suma treinta y seis muestras individuales.
Participé en varias exposiciones colectivas en la década de los 70: en el Primer Salón de Jóvenes Creadores en el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana; en la Galería de la Uneac y en el Centro Universitario de Matanzas, entre otras. Pero como hubo una pausa en ese camino cuando me dediqué a ejercer el Derecho, es en 1989 cuando hago la primera personal importante. A partir de ahí, he expuesto en España, Francia, Estados Unidos, Suiza, México, Argentina…
Entre tantas exposiciones, ¿cuáles consideras las más importantes?
Escojo dos recientes: Invisible presence, en el Miami Dade College Museum of Arts and Design, julio-agosto de 2013; y Páginas blancas, en el Centro Cultural de Paraguay en Buenos Aires, Argentina, y en Irazoqui Gallery, Miami, Estados Unidos, 2019 y 2020 respectivamente.
¿Cómo ha evolucionado tu obra? ¿Pueden observarse rupturas notables?
He tenido un gran aprendizaje desde que salí de Cuba. Han sido esenciales en el proceso las visitas a importantes museos y galerías de Europa, Latino América y Estados Unidos. Observar originales es toda una experiencia formativa, igual que conocer a las figuras más importantes del arte contemporáneo. Eso me ha nutrido y condicionado a una evolución en la que el sujeto de mi obra (el cuerpo humano), ha ido variando en sus formas y maneras de expresión.
En muchas de tus cuadros aparecen personajes, niños, en situaciones de vulnerabilidad. Algo los acecha: un lobo, la mirada del otro, el mar embravecido… ¿Crees que vivir es peligroso? ¿Tienes un sentido trágico de la vida?
Tengo un sentido optimista de la vida, pero con una afilada percepción de los problemas sociales.
Pero tu obra no es propiamente festiva.
Tampoco oscura.
Mi niñez en un barrio de provincia en Cuba, y más tarde asumir la condición de emigrante, me han mantenido dentro de una marginalidad social y cultural que me impulsa a crecer como persona y a denunciar lo que me agrede de alguna manera. La visión del niño desprotegido es un símbolo de la fragilidad humana frente a corrientes dominantes en el mundo.
¿Te defines como un figurativo “rabioso”? ¿Qué opinión te merece la abstracción?
Soy figurativo, pero admiro muchísimo la abstracción, sus expresiones todas. De hecho, los fondos de mis cuadros se aproximan al expresionismo abstracto.
Has realizado instalaciones y performances. ¿Te interesa continuar explorando esos géneros?
Hice performances junto al entrañable colega y amigo Leandro Soto, en México y en Estados Unidos. Actualmente me enfoco más en el arte bidimensional, aunque no descarto las instalaciones como formas de discurso político-social.
¿Qué relación tienes con la crítica? ¿Crees que tu obra ha sido suficientemente atendida?
Siempre espero más de la crítica especializada. He sido objeto de una crítica amistosa en general, pero el problema radica en que cada día carecemos más de críticos agudos y audaces. No, no me creo muy atendido por ella.
¿Cómo te va con el mercado? ¿En estos tiempos se puede vivir de la brocha?
Tengo el beneficio de haber laborado por diecisiete años en una universidad de Miami, lo que me permite vivir de mi retiro sin sobresaltos. No necesito vender la obra para mantenerme y, por lo tanto, no tengo presión de nadie a la hora de crear.
Matanzas. ¿Qué pensamientos y sentimientos mueve en ti esta palabra?
Matanzas es para mí la patria chica, la matria, la semilla a la cual debo volver cada vez en el tiempo para beber de sus manantiales.
¿Expondrías tu obra reciente en Matanzas?
Claro. Si me lo permiten…
Yovani Bauta es un Gran Maestro de la Pintura. Por el dominio técnico y carácter de su obra, que puedo observar. Y un gran ser humano por lo que su trato y actitud me hace sentir.