Se llama Rolando, pero se siente más cómodo como Rolo, que en definitiva es como lo conocen admiradores y amigos. A sus 35 años de edad (La Habana, 1987), es uno de los artistas visuales más singulares de esta hora, con una poética muy suya, hallada en el intenso laboreo sobre los diversos soportes donde pinta y dibuja, y gracias a la observación constante del trabajo de las oleadas de pintores cubanos que lo antecedieron, muchos de ellos en plena faena e irradiantes aún.
Sus obras, aunque denotan un candor espontáneo, son resultado de la esmerada búsqueda de la síntesis, tanto visual como de conceptos. Posee una vocación narrativa que no enmascara, y que lo acerca a las estrategias representacionales de la ilustración, género que para nada cree menor. Él —sus obras— cuenta siempre algo. Es, stricto sensu, un narrador visual fresco y eficaz, empático y profundo. De un tiempo a esta parte viene trabajando con un personaje de su creación, Súbito, suerte de alter ego a través del cual dialoga con ingenuidad aparente.
Vayamos al diálogo.
Eres graduado de la Escuela Taller de Restauración de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en pintura mural. Leída así, parece una especialidad eminentemente técnica. ¿Cuándo nació el artista en ti?
De pequeño me pasaba todo el tiempo dibujando con crayolas. Era como un vicio. Recuerdo que en las reuniones de padres de la escuela a mi madre le daban quejas porque tenía las libretas llenas de “garabatos”. Cuando no me gustaba la clase, le daba vuelta al cuaderno, y desconectaba completamente del aula. Con esto quiero decir que mi camino en el arte comenzó mucho antes del ingreso en la escuela taller.
Describe la genealogía de tu obra. Artistas de los que te consideras deudor. Noto ciertas influencias positivas en ti de Jesús de Armas y José Bedia. ¿Es así?
Siempre me ha gustado lo narrativo en la pintura. Aunque en un principio mi obra no era parecida a la de esos artistas, tenía a Bedia como un referente, me atraía su manera de contar historias, y cómo insertaba las tipografías en las piezas. Poco a poco fui acercándome a él para luego buscar mis propios caminos. Me nutrí de su trabajo, y por eso se nota la influencia. Hay que aprender de lo que nos gusta para poder luego discernir el camino de lo que queremos. Reconozco influencias de algunos artistas cubanos de los 80: Chago, Carlos Rodríguez Cárdenas, Bedia, Jesús de Armas y Rodríguez Brey, entre otros. Estos tienen una fuerza cautivadora.
¿Qué buscas en el ejercicio de la pintura y el dibujo?
Me he dado cuenta con el tiempo de que me he convertido en un artista social. Utilizo la pintura y el dibujo como vehículo para dialogar con mis vivencias y con las de otras personas. Antes solo utilizaba los dibujos como bocetos para construir ideas. Caridad Blanco, en una ocasión que conversábamos sobre mi posible participación en el Salón de Arte Contemporáneo, me dijo que por ahí no era el camino. Recuerdo sus palabras: “el color debe estar como complemento simbólico, poético y no como despliegue pictórico”. A partir de entonces mi pintura ha ido cada día más hacia lo gráfico.
Relata brevemente la senda recorrida por tu obra hasta llegar al momento actual. Etapas por las que has transitado, temas recurrentes…
Desde que me gradué de restauración de pintura en 2011 comenzó un camino de experimentación en mi carrera. Me interesaba aprender todo tipo de técnicas y nutrirme de muchos maestros del arte. Transité varias etapas, pero siempre me caracterizó la idea elaborada con sutileza. De esa manera gané dos salones de arte erótico. Quienes conocen mi obra desde el principio aún pueden ver destellos de aquellas etapas.
Entre Extrañas señoritas (Centro Cultural Bertolt Brecht, 2013) y Súbito (Alianza Francesa, 2023) median diez años. Señala los elementos que mutaron en tu obra de una exposición a otra, y también aquellos que permanecieron invariables. Estoy pensando en estrategia representacional, dibujo, temáticas, figuración, peculiaridades compositivas, formatos, técnicas…
Como dije antes, cuando me gradué estaba muy apegado a lo aprendido en la escuela. Mis primeras pinturas de ese tiempo eran de corte medievalista, y tendían más bien hacia lo decorativo: interpretaciones de obras literarias y cuentos populares. Todas estas etapas me permiten hoy día transitar con mayor soltura a la hora de desarrollar una obra. Gracias a esa experimentación llegó el personaje Súbito a mi vida, por la constante búsqueda de querer expresar el sentir de la existencia. Este personaje me ha permitido dialogar con libertad sobre diferentes temas.
¿Cuando creas tienes un destinatario predeterminado?
Mi trabajo va destinado lo mismo a los entendidos que a los no entendidos en el arte. Elaboro las piezas de tal manera que el mensaje pueda llegar, sin regalar la idea, con suficiente eficacia. La economía de recursos es uno de los elementos que caracterizan mi obra. Me interesa, sobre todo, el impacto visual, y que el espectador se sienta identificado. Esa conexión que queda permanentemente. No me gusta pintar por pintar, siempre va a haber una historia que contar.
Voy a mencionar algunas piezas que integraron la muestra Súbito. En ellas observo una clara vocación de participación social, inquietud por concurrir al debate de la cotidianidad cubana. Son estas: “El borde de la historia” (dibujo, 2021), “El peso de la fe” (dibujo, 2021), “La maldita circunstancia” (dibujo, 2021), “Las dos orillas” (dibujo, 2021), “La siembra” (dibujo, 2021), “Conozco una pequeña isla dormida” (pintura, 2021), “Había una vez… Y este cuento se acabó” (pintura, 2021), “Harakiri tropical” (pintura, 2021) y “Naufragio interior” (pintura, 2021). ¿Asumes que tu obra tiene una vertiente política? ¿Te sientes cómodo con este señalamiento? ¿Puede el arte no ser político?
Súbito me conduce a dialogar con el entorno social. Eres contemporáneo cuando interpretas la realidad donde vives. Y si sale una vertiente política en el cuadro, entonces es lo que me tocó vivir, y necesito expresarlo. Me siento cómodo siendo sincero con mi trabajo, de esa manera las ideas fluyen una detrás de otra, porque se mantiene la conexión entre ellas. Todo arte, cuando se hace de corazón, puede ser político. Si eres sincero con la circunstancia y el ámbito donde vives. En algún momento algo de tu alrededor te molestará, y lo vas a querer expresar de la única manera que sabes: pintando.
¿Tu estética se instala en la corriente minimal?
La economía de recursos y primacía de la idea central me han llevado a hacer mi obra más gráfica y minimalista. Poner elementos sin sentido para rellenar espacios, solo disociaría lo que quiero trasmitir.
¿Cuáles son tus desafíos artísticos en un plazo inmediato?
Mis desafíos siempre son un combate con mi propia obra, la siguiente pieza o serie tiene que ser mejor que la anterior. Si me aburro, estoy cayendo en la monotonía artística. Y eso no me lo puedo permitir.