Nacido en Batabanó en 1971, a la fecha ha reunido un impactante currículo como pintor, dibujante, grabador y escultor, con cerca de cuarenta muestras personales y participación en más de cien ferias internacionales de arte en Europa, América y Asia.
Sus más recientes exposiciones personales son: El Beso de los Océanos, Archivo Nacional de Ciudad Panamá (2024). Opera Italiana, Residenza d Epoca Chiostro di San Francesco, Nápoles, Italia (2023). Vicente Hernández en San Miguel de Allende, Galería Irma Appel, Guanajuato, México (2023). Vicente Hernández, Un argonauta en Positano, Museo Frac Baronissi, Salerno, Italia (2022). Art as Protest, Protest as Art, Galería Cernuda Arte, Miami, Florida, EEUU (2021). Ciudades Blancas, Galería El Reino de este mundo, Biblioteca Nacional de Cuba (2020).
Hace muchos años visité la casa de Vicente en “los mares del sur de Cuba”. Por entonces yo integraba un grupo del Icaic empeñado en hacer un documental sobre músicos cubanos que gozaron de gran popularidad en su momento, aún seguían dándole la cara al público y de los cuales nadie hablaba. A esa constelación poco rutilante entonces pertenecía Lino Borges, el legendario bolerista, hijo ilustre de Batabanó. Con Lino fuimos a casa del artista, quien comenzaba a trabajar con la Cernuda Art Gallery, de la Florida, institución con la que aún mantiene vínculos profesionales.
Hojeando algunos catálogos en su vivienda, pude constatar el singular universo que ha venido proyectando hasta hoy: ciudades suspendidas en el aire, de las que cuesta trabajo discernir si escapan de su entorno natural, están de vuelta al lugar que le es consustancial o buscan posarse en parajes vistos o soñados en remotas comarcas. Vicente no recuerda esta visita. En cambio logro evocar que ante su trabajo pensé que a Ítalo Calvino le habría gustado colgar alguna de esas piezas en el estudio donde escribía sus memorables Ciudades imaginarias.
Ahora Vicente anda por la Florida y yo, por Europa. Lo que no hicimos en aquel día remoto, cuando estábamos frente a frente, lo hacemos ahora: conversar.
En el currículo que me facilitaste para la preparación de esta entrevista no se habla de tus años de formación. ¿Cómo fue ese proceso?
Cursé mis primeros estudios en la vocacional de artes de la provincia La Habana, en los ya lejanos años 1983-1986. Fue una experiencia que cambió la visión del mundo a un niño de una familia que, si bien me acercó a los libros, nunca tuvo tradición artística dentro de ella. La José Martí, nombre de la escuela de arte, me trajo un sin fin de conceptos que se desarrollaron en mí y que portaba desde la infancia. Mi maestra de preescolar definió mi vocación en mi expediente: Artes plásticas.
En 1991 aparece registrada tu primera exposición personal: Galería Batabanó, Mayabeque. Luego sigues exponiendo, hasta 1994, en tu provincia de origen. Háblanos de los inicios de tu camino como artista.
Mis primeras exposiciones fueron en mi provincia, entonces Habana, hoy Mayabeque. Como casi siempre sucede, aparece alguien que te descubre y ayuda a desarrollarte. Yo tuve muchos. Aunque llevaba mi vocación plástica a la par de la pedagógica. Estudié y me gradué en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, donde me convertí en profesor de pintura, entre otras especialidades de esa universidad misma. Ya en 1999, me dedico profesionalmente al arte. En esa fecha ya el arte lo era todo para mí.

¿Qué tipo de obra mostraste en esos años? ¿Ya se prefiguraba la marca que posteriormente tendría tu trabajo?
La obra inicial era pura experimentación. Interactuar con la historia del arte fue para mí un proceso de múltiples cambios y ensayos visuales. Siempre el sentido narrativo y barroco me asistía. De aquella época solo sobreviven algunas obras en casa de amigos y de mis primeros coleccionistas.
Batabanó es un pueblo de pescadores con una personalidad muy definida. ¿Qué representa para ti haber arribado al mundo por ahí? ¿Mantienes los vínculos con tu pueblo? ¿Quedan sustratos en tu pintura de aquellos años iniciales?
Batabanó, como bien dices, es un pequeño pueblo de pescadores. Yo asumo ese Surgidero como un pueblo-personaje. Discursa y expresa su ritmo como lo hace un individuo. Su espíritu resiliente ante los huracanes que cada año lo visitan por ese trajinado mar del sur. La manera de reconstruirse una y otra vez, hace a Batabanó un pueblo muy particular. Digamos que su gente enfrenta los huracanes meteorológicos e históricos que le cambian la cara cada año. Llegar al mundo por esa geografía me ha hecho sentir, de alguna manera, el orgullo del “aldeano vanidoso”; claro está, por un esplendor de glorias ya pasadas.

Te han calificado de “surrealista barroco”. ¿Te sientes cómodo con esa definición? ¿No limita tu campo de acción ceñirse a unos presupuestos estéticos que, aunque suenen muy elegantes, a derechas no se sabe del todo qué son?
No me identifico como un surrealista barroco. Soy más de lo real maravilloso o el realismo mágico. Mi arte se sustenta en la realidad y la experiencia cotidiana, absurda para los demás que no la viven. Recientemente he proyectado mis creaciones hacia lo expresionista y al hiperrealismo. Pero todo pasado por el tamiz de mi lenguaje estético.
Siempre la crítica suele encuadrarse en una opinión acerca de cada artista, en mi caso me gusta recorrer varias visiones y discursos creativos.

¿Cuál es tu procedencia artística? ¿De cuáles fuentes has bebido? ¿Quiénes son aquellos artistas paradigmáticos que te impulsaron a perfilar tu senda? Me refiero tanto al arte universal como al cubano.
Me identifican un sinnúmero de influencias de la historia del arte. A todos nos pasa. En mi caso estoy más sujeto a la literatura que a la misma pintura histórica. Márquez, Carpentier o Borges. La literatura latinoamericana. Creo que por ahí está la mayor influencia. En la plástica universal puedo citar a James Ensor, Dalí o Van Gogh. De Cuba, recibí la influencia de los modernos, desde Portocarrero a Ponce, pasando por Víctor Manuel, entre otros.
¿Qué hay detrás de las ciudades aéreas? ¿Tienes una teoría que sustente tu modo de concebir la obra?
La vista aérea es quizás una de mis favoritas visiones. Es como si observara todo desde el ojo de Dios. Mi obra es puramente narrativa. Eso me define. La vista desde un horizonte alto me facilita las cosas.

En la serie Apuntes de Positano hay un empleo más convencional del paisajismo, tanto urbano como rural. ¿A qué se debe esto? ¿Es que Europa no desencadena en ti de igual modo la imaginación, los deseos de trasgredir la lógica representacional?
Los apuntes sobre Positano se han desencadenado en mis viajes allá todos los años, y obedecen a una tradición sembrada por otros artistas que antes han pasado por allí. Es para mí un lugar mágico y sería imperdonable no pintarlo
¿Cómo llegas a la obra? ¿Bocetas? ¿Te enfrentas al soporte con una idea preconcebida?
Nunca boceto. Voy directo a la pintura. Me salto el dibujo a lápiz. Todo va de lo general a lo particular. Apunto ideas todo el tiempo. Eso es casi el proceso.

¿En qué momento de tu carrera crees encontrarte?
No lo sé. Solo Dios conoce el camino y su longura. Creo que ya pasé la mitad. Pero es solo una apreciación mía.
Por lo general tu obra recibe críticas positivas tanto de especialista como del público que la aprecia. ¿Has tenido alguna vez críticas adversas? ¿Eran Justas? ¿Cómo enfrentas el hecho de que alguien pueda desaprobar tu trabajo?
He recibido de todo. Ya me acostumbré. Te hacen un homenaje, una exposición o presentas un libro; de ahí salen opiniones que, créeme, me inspiran más. Tengo coleccionistas que antes detestaban mi obra, y hoy tienen varias piezas mías. El arte es un proceso que necesita entendimiento y tiempo.

Si te fuera dado coleccionar arte cubano de cualquier género y época, ¿cuáles serían aquellos diez nombres que no podrían faltar en tus salones?
Tremenda pregunta. Fidelio Ponce, Portocarrero, Abela, Lam y Amelia, de los primeros. Los hermanos Chartrand y Romañach. Amo la pintura cubana toda. Me gusta disfrutar las colecciones de mis amigos y de los museos que poseen esas obras. Para mí es un festín. De los contemporáneos, muchos de ellos podrían estar en mi hipotética colección, pero aquí si no quiero mencionar nombres para no dejar afuera amigos que quiero y admiro.