Unos ochenta títulos. Novelistas, cuentistas, ensayistas, periodistas, dibujantes, dramaturgos y poetas. Un premio nobel, aunque lo rechazó; tres Premios Cervantes, diez Premios Nacionales, un fusilado y varios proscritos; escritores mesurados y escritores suicidas; periodistas del “oficialismo” y periodistas de la disidencia: este es el compendio de una editorial que, para haber durado tan poco, tiene un catálogo sustancioso.
Su historia inicia en junio de 1960 y termina en diciembre de 1965, tres meses después que el diario Revolución fuera unificado con Hoy dando paso al centauro Granma. A partir del año siguiente siguieron publicándose textos, incluso bajo el cuidado de alguno de sus responsables; pero, ya con el nombre de Ediciones Granma. Para esa fecha sus impulsores principales habían caído en desgracia y los cambios se veían venir.
Se trata de uno de los proyectos editoriales más interesantes de inicios de la revolución, otra apuesta del periódico Revolución y Lunes de Revolución, avalado por Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante, aunque contó con el apoyo fundamental de todos los colaboradores de Lunes y, en especial, de Virgilio Piñera y Oscar Hurtado, creador este ultimo de dos sellos importantes dentro de la editorial: Cuadernos R y Serie del Dragón.
En mayo de 1960 Ediciones R aún no había publicado el primer libro, pero ya se anunciaba en Lunes esta aventura, nacida para contrarrestar la ausencia de lugares en los cuales el escritor cubano pudiera promover su obra: las Ediciones R son una necesidad, decía en el magazín, “una necesidad que será superada dentro de una gran libertad creadora (…) El programa de las Ediciones R es favorecer la creación poética y literaria, y el fortalecimiento del pensamiento social y filosófico en la nación.” (“El nacimiento de una editorial”, Lunes de Revolución, número 61)
Los orígenes se remontan a un libro de reportajes escrito por Lisandro Otero: Cuba Z.D.A., o sea: Cuba: Zona de Desarrollo Agrario, un amplio reportaje con gran despliegue fotográfico que salió de imprenta el 20 de junio de 1960. Desde al menos un mes antes, los impulsores del proyecto tenían muy claro los títulos que habrían de publicarse ese año: Poesía, revolución del ser, de José Álvarez Baragaño; Así en la paz como en la guerra, de Cabrera Infante; Sartre visita a Cuba, un testimonio del filósofo sobre su visita a la Isla y Teatro completo, de Piñera.
Tampoco es que se cumplieran las cosas a pedir de boca, la crisis en las relaciones con Estados Unidos ya estaba produciendo escasez de papel y tinta para materializar los muchos intentos que contribuían con la propia campaña de alfabetización. Piñera estuvo anunciando la publicación del libro por carta a su amigo Humberto Rodríguez Tomeu hasta diciembre porque no acababa de salir de imprenta, y: “Ahora no estará para enero sino para febrero. Se ha complicado con las fotos”, escribió en enero de 1961, y no fue hasta marzo que lo pudo hojear.
Pese a esa demora, todos estos libros estaban maquetados, o, al menos sus tapas estaban listas desde mayo de 1960, pues la foto que acompañaba el artículo donde se avisaba el nacimiento de la editorial llegó a mostrar las que serían las portadas definitivas, todas diseñas por el increíble Tony Évora.
Según suscribió Arrufat en una entrevista a Otero (“¿Qué es Cuba: Z.D.A?”, Lunes de Revolución, número 61): “Por primera vez en Cuba tendremos una editorial dedicada a la publicación de libros de autores cubanos, una editorial dedicada a poner al alcance de todos las obras de los nuevos autores.”
El escritor y colaborador de Lunes, Luis Agüero, hizo un buen resumen de lo logrado en estos primeros momentos: “En tres meses se han editado tres ediciones de los cuentos de Guillermo Cabrera Infante (hasta ahora, si no me equivoco, ningún libro de cuentos cubanos había tenido tanto éxito de venta). Con el libro de Lisandro Otero sucedió más o menos lo mismo: la primera edición (10 000 ejemplares) se agotó rápidamente. Y con Sartre visita a Cuba se repitió el fenómeno: las dos ediciones (la primera de 10 000 y la segunda de 5000 ejemplares) que han tirado de este libro están casi agotadas.” Y concluye la idea con una aseveración: “En 1960 Ediciones R termina siendo el acontecimiento editorial más importante. Y algo más: el medio de comunicación más eficaz entre los jóvenes escritores y su pueblo.” (“Ediciones R. Recuento, saldo y promesa”. Lunes de Revolución, número 124.)
Si para el primer año estas obras habían tenido la suficiente demanda como para que cuatro tuvieran la suerte de la reedición y traducción a lenguas como el francés y el alemán, para 1961 la traza de atención en los lectores propició una recepción nada despreciable y sumaron trabajos colosales para los cuales necesitaron cientos de horas voluntarias, solo de ese modo lograron poner en circulación cuatro tomos ejemplares sobre los sucesos en torno a Playa Girón.
Otro dato en su favor: Ediciones R concebía cada una de sus entregas como una obra donde texto y diseño debían estar en armonía, y en eso parecía más que suficiente Évora. Sus ideas fueron tan revolucionarias que el crítico inglés Richard Hollis subraya su aporte en el desarrollo gráfico de los años sesenta y más, cree que Ediciones R fue fundamental para la transformación visual del país en revolución.
Complementaban el criterio visual de la editorial las ilustraciones de artistas como Rafael Fornés, Antonia Eiriz o René Portocarrero, el estilo de otros diseñadores como Raúl Martínez y Santiago Armada y la mirada de fotógrafos como Korda, Mario García Joya y Ernesto Fernández.
En 1961 la editorial se apareció con 8 títulos, y al año siguiente con 12, uno por mes, de confeccionar estadísticas, y de entre esa suma uno fue aún más memorable al devenir un hermoso catálogo titulado Pintores cubanos, cuya realización había puesto a prueba otra vez la profesionalidad y paciencia del equipo al rastrear obras plásticas por todos los lugares para que no quedaran fuera de la edición.
De 1962 es La Isla, de Juan Goytisolo, con el cual dejaron saber que, pese a que el propósito era el de catapultar autores cubanos, y jóvenes, no desdeñaban la obra de extranjeros, intención que había comenzado a notarse un año antes cuando anunciaron, a través de Lunes, un convenio con la editorial francesa Gallimard, que para la fecha había cedido a Ediciones R su lista de autores.
Si doce títulos publicaron en 1962, el siguiente año se superó con cuatro, debido a la creación del sello Cuadernos R, que dio entrada a pequeños libros, más bien cuadernos donde el cuento o la crítica, y, cada vez con mayor intensidad, el teatro, comenzaba a conformar el nuevo camino.
Sus perlas hay también este año, y temprano, pues los lectores tuvieron Un oficio del siglo Veinte y dos libros de caricaturas, de René de la Nuez y Santiago Amada (Chago), los tres con una magnificencia en el aspecto visual que parte de colores llamativos y la aplicación de recursos varios como las páginas separadoras, la multiplicidad de papel y el libro dentro del libro.
El otro gran acierto de ese año fue sin dudas El siglo de las Luces, primera edición cubana de la emblemática novela escrita por Alejo Carpentier que se había dado a conocer un año antes en México por Siglo XXI. El diseño entonces hizo otra vez de la propuesta narrativa una obra de arte completa.
Para su cuarto año Ediciones R era espacio de iniciación para muchos autores, algunos de los cuales serían escritores consagrados de la literatura hispanoamericana. Los títulos publicados: 23. Pero, 1964 fue un periodo duro para el promotor y sustento del proyecto, Carlos Franqui -al fin y al cabo ya estaba “tronado”, como decía su amigo y poeta Roberto Branly-, entonces Ediciones R experimentó la primera contracción.
En el 65 decayó el ritmo editorial. Solo quince ejemplares, dos novelas, un libro de reportajes y otro de cuentos en el sello principal; obras de teatro, cuentos y un documento distinto y trascendente para el combate intestino contra la burocracia: El socialismo y el hombre en Cuba, del Che Guevara, en Cuadernos R.
Los restantes volúmenes vieron la luz bajo un nuevo y peculiar sello que haría historia al inaugurar en la Isla una colección de ciencia ficción, policíaca, de orden fantástica y, en un principio, humorística: Serie del Dragón.
De esa editorial, sesenta años después, es el nombre de la serie Dragón, lo único que sobrevive en la industria del libro cubano como un sello editorial. Los libros publicados por Ediciones R están en las bibliotecas, privadas y estatales, y vale la pena volver a hojear cada uno, que llevan en sí el nervio de una época y el sueño de una generación.