La semana pasada el escritor holguinero Eugenio Marrón, uno de esos lectores voraces que existen en este mundo, me comentaba desde la Feria del Libro de La Habana que la novela póstuma de Luis Rogelio Nogueras se había convertido en el verdadero acontecimiento del evento.
Me alegré, porque a veces los medios de prensa oficiales, atolondrados con la propaganda en la isla, hacen creer que en la Feria solo interesan los libros políticos (y para matizar acoto con el nombre de un espacio armado en la Feria de Buenos Aires por pequeñas editoriales: “todo libro es político”).
Con su tono enfático y bajo el entusiasmo de este encuentro anual, que quizá sea el único momento que tiene para encontrarse con colegas, subrayó Marrón en un mensaje de voz para mí: “Es el acontecimiento fulgurante de esta feria, un libro emotivo, un regalo del corazón para quienes fuimos sus amigos, y para los lectores también”.
Le dije: “Ya lo creo”. Justo había leído el resumen de esta novela póstuma de Nogueras, que por datos publicados en este mismo sitio, supe que quedó incompleta debido a su inesperada muerte en 1985.
Se titula Encicloferia o Las manos vacías; y, según la contratapa, cuenta la historia de un piloto de aerolínea comercial en la Cuba de 1960, un hombre que se gana la vida volando aviones, pero que en verdad es un amante de la literatura. Eso lo ha llevado a una “imposible traducción” de la novela experimental de James Joyce, Finnegans Wake.
Con tales detalles, sólo agrego que un día este individuo será enviado al extranjero en calidad de funcionario estatal de Cubana de Aviación para cerrar un importante contrato con una aerolínea sueca, momento de su vida en el que la historia “da un giro” y solo tendremos consuelo si la buscamos y la leemos.
Por lo pronto, me pareció una trama tan moderna que podría decirse que Nogueras, también apodado por sus amigos de “Wichy, el rojo”, está más vivo que muchos vivos que escriben literatura en estos tiempos, y en este mundo. Así que me alegro por su memoria y por su obra, siempre nueva bajo el pretexto de una relectura que, como dijera El Aguafiestas (búsquese: La Noche del Aguafiestas, de Antón Arrufat), son más importantes que las lecturas mismas.
Otros libros que se presentaron en la feria de La Habana fueron los de María Elena Llana, Premio Nacional de Literatura 2023, y a quien conocí hace años. La escritora había trabajado como periodista en Revolución, con Carlos Franqui, y había estado bajo la dirección de Guillermo Cabrera Infante cuando también era director de Lunes, el magazine.
Además de incidentes organizativos, como estanterías desnutridas y presentaciones de libros sin los ejemplares físicos, gracias a las redes sociales supe de amigos que, satisfechos, presentaban sus obras o recibían estímulo por su trabajo editorial.
Charo Guerra presentaba su poemario Limpieza de sangre; Emerio Medina veía concretado su Premio Iberoamericano de cuento Julio Cortázar gracias a El Hombre que vino a leer; Juan Antonio García Borrego finalmente pudo recoger su premio Alejo Carpentier de ensayo (los problemas de transporte tuvieron en el pico del aura su participación en la ceremonia) y el poeta Luis Yuseff parecía satisfecho; no porque alguno de sus libros fuera premiado otra vez, sino porque se distinguía una obra salida de la editorial que meticulosamente dirige en Holguín.
El poemario Consejos para no acatar, de Miguel Barnet, editado por La Luz, se hizo con el Gran Premio del Lector que entrega el Instituto Cubano del Libro (ICL), “teniendo en cuenta la rapidez con la que se agotó la publicación y las preferencias de la audiencia obtenidas en la red de librerías del país y por el Observatorio Cubano del Libro”, según explicaba en su blog.
Por lo que se deja dicho de estos premios no queda muy claro qué libros se comercializan mejor ni qué temas prefiere la gente, pero al menos se logra conocer que las editoriales “de provincia” tienen un trabajo tan notable que merecerían mecanismos de mayor libertad no solo para publicar, sino para que ellas mismas comercialicen sus trabajos incluso al exterior del país, por ejemplo.
Uno de los jurados en la concreción del Premio del Lector, el escritor Rubén Rodríguez, me aseguró que sobre la selección, “no hubo mucho que hacer”, pues los datos de ventas “concordaban” con los “valores de edición y contenido”. O sea, se tienen en cuenta ambos elementos.
Extrañé en las noticias alguna sobre Delfín Prats, que fue Premio Nacional de Literatura 2022 y agasajado por eso en sucesivos momentos, aunque apenas hayamos sabido demasiado de su vida y obra desde entonces (por la prensa nacional).
Cambiando de país, pero no de tema: por estos días se presentará otro libro póstumo sobre el que se ha escrito bastante, como era de esperar; incluso alegando que su publicación es de alguna manera una “traición” a quien la escribió, que no es otro que Gabriel García Márquez.
https://twitter.com/penguinlibrosar/status/1762539072415740223
En el caso del Premio Nobel colombiano, la nueva obra se titula En agosto nos vemos, y ahora mismo avisa su editorial, Random House, que el 6 de marzo, coincidiendo con el que sería el cumpleaños 97 del escritor, se hará una presentación global que, como era de esperar, anuncian con fanfarrias y vuvuzelas.
Quizá también este año o el otro anuncien el término de la versión cinematográfica de Cien años de soledad, que ahora mismo produce Netflix. La historia que el propio García Márquez demoró diecinueve años en madurar en su cabeza, y dieciocho meses en llevar a papel, será un verdadero acontecimiento. Ya les contaré cuando tenga detalles; mientras tanto… en marzo nos leemos, porque febrero ya se terminó.