La prisa de las autoridades cubanas por salvar la economía en medio de confusas circunstancias regionales se traduce en detalles cotidianos diversos. Pensaba en ello durante un viaje intermunicipal emprendido en esta otra semana alejado de Buenos Aires.
Aún parado ante una de las arcaicas máquinas que me llevaría a donde unos familiares, seguí reflexionando al respecto. Pocas señales, signos o sugerencias habían sido tan contundentes para mí como una frase del historiador de La Habana, Eusebio Leal, cuya noticia acababa de leer en este mismo medio.
Lo que comente un hombre inteligente y perseverante como Leal no debe pasar inadvertido, ni siquiera cuando la expresión en cuestión pudo ser extirpada del conjunto de palabras que la justifican. Aun sabiendo esto, es seguro que lo que se suelta al vuelo, ya sea en forma de chiste o comentario pasajero, incluso cuando se trata en verdad de una acotación dentro del discurso, resulta muchas veces más significativo que una sarta de palabras en corbata.
Había asegurado Leal, para el diario El País, que España no podía perder a Cuba por segunda vez, que en 1898 extravió a su fidelísima debido a que “en vez de otorgarle la soberanía al pueblo cubano, como debió ser, se la cedió a los Estados Unidos”. Eso es una verdad histórica, pero la frase en sí misma se tornaba de repente despiadada para mí sensibilidad histórica, y aun en medio del tráfago de la terminal me vi impulsado a preguntarme que, de querer recuperar su posición “protectora” o de socio con privilegios, ¿a quién intentaría entregarle autoridad España esta vez?
Es evidente que Pedro Sánchez, aunque en visita breve, ha tratado de conocer la situación real en que se encuentra esta “llave del Golfo”. Así como se reunió con funcionarios del gobierno, incluyendo a su presidente, hombre cercano en edad –doce años los diferencia–, conoció también a algunos representantes de la sociedad civil que componen una franja menos cercana a la muestra preferida por el gobierno cubano en los últimos sesenta años, pero que tampoco es el prototipo de cuanto estaba viendo yo alrededor mío: madres y abuelas en busca de médicos y hospitales mejores, campesinos rastreadores de alimentos e insumos, cuentapropistas con la vida al límite sobre la acera, gente dependiente de una desvencijada mochila militar.
La sola intención de Sánchez demuestra que, en caso de volver, tal vez como aquella vieja promesa del cacique Túpac Katari –también España hecha millones– su gobierno intentará favorecer al cubano promoviendo directamente el comercio, escuchándolo sin intermediarios y, espero, favoreciendo a estos seres de terminal intermunicipal que observaba no obstante mis cavilaciones.
Sobre la inquietud que me produjo la frase de Leal: no es que él represente directamente al gobierno, solo que su currículo lo convierte en elemento particularmente relevante, y para nada se debe dejar pasar una opinión suya por muy al pelo que se haya proclamado. Por otro lado, si no resulta vocero directo de una idea galopante en los centros de poder, algo relacionado con este subyace en su opinión y esta terminará abriendo las orejas de la ortodoxia, que terminará vencida o afilará sus garras.
Poco después de haber subido a la máquina, un Chevrolet verdeazul, seguí pensando en Leal. Fantaseaba más bien con una insólita idea: de haber soltado el criterio, por ejemplo, en la Asamblea del Cerro, algún viejo veterano habría agarrado su machete, se habría levantado del asiento, y Eusebio Leal habría tenido que salir disparado con todo y su hoja de servicio por la patria.
Nadie lo ha amenazado esta vez, y me alegro, porque son solo palabras urgentes que escapan por la grieta del siglo XXI, y supongo que, en lugar de proponer traiciones, sugieran el apremiante deseo de que España se haga cargo de las perentorias necesidades comerciales de la Isla, de que le tienda otra mano al sistema en medio de su desesperación por supervivir y esquivar las zancadillas de los sectores conservadores en emergencia.
Cierto que España lleva años comerciando con Cuba de manera estable, pero, como me informaba un amigo español, de Cuba y mío a la vez, esas relaciones han transitado por incomprensiones definidas por la falta de apertura, transparencia, compatibilidad, tolerancia y una mutua voluntad de conciliación. Superarlo podría ayudar en este nuevo ciclo que se avecina y permitirá sobrepasar periodos de empresas mixtas fracasadas a causa de la inoperancia de una dirigencia terca o cautivos de su dirigencia.
Regreso a la vida real: en este estadio de cavilaciones la máquina subía y bajaba, dejando atrás potreros reverdecidos. Entraba buena brisa por las ventanillas así que dejé de pensar en Leal, Pedro Sánchez y los españoles –incluso en mis ancestros– para ponerme a leer. Siempre llevo libros en mis viajes y sucede algo curioso con ellos, cada uno se relaciona de manera misteriosa con la circunstancia en que los elijo. Así ha sido siempre y puedo enumerar una larga lista de títulos en los que se resumieron mis desgracias o felicidades, exploraciones y repasos. Esta vez iba conmigo El mundo del ayer, memorias póstumas de Stephen Zweig. Al rato, había leído y filosofado a la vez, y al atisbar la vía noté que llegaba a mi destino.
Ese fin de semana hubo lo que suele haber en el campo cuando llega una visita esperada por años y, después de la comida, noche de luna llena con conversación. Hablamos de estos tiempos y de los pasados, de modo que alguien se refirió con nostalgia a los almanaques vencidos, y en especial a los años 80, cuando ganaba como obrero industrial 187 pesos, suficientes para vivir un mes, y más si extendía su jornada laboral por el doble de las horas fijadas, ganándose como “vinculado” un salario que superaba los 1000 pesos.
“Es lo que quisiera yo ahora, ganar un salario que me permita vivir”, dijo. Era uno de mis cuñados, que ahora es campesino, con tierras asociadas a una cooperativa y sueños como solo la gente del campo suele tener. Últimamente anda confundido, visitó un hotel de la playa por primera vez en su vida y le preocupa que a menos de 30 kilómetros de su finca exista un mundo tan ajeno al suyo, cuya característica es la pérdida continua de cosechas por la falta de transportes estatales que la rescaten y las lleven a las placitas cubanas.
Noté que también mi cuñado, como Zweig, parecía nostálgico de un mundo pasado, su mundo del ayer. Tanto como para el biógrafo de Fouché ese tiempo vencido era un lugar seguro que de repente se había vuelto aún más fantasmagórico.
Ellos viven camino a Antilla, razón por la que a veces –solo a veces– se pone él más fantasioso aún, exactamente con las posibilidades que podrían ofrecerle el polo turístico que siguen levantando en El Ramón, una zona de playas paradisiacas que en poco podrían cobijar a unos 20,000 turistas, miles de bocas que mantener y aun mucha mayor zozobra para el campesino que este año conoció los beneficios de ser turista en su tierra.
Como hombre bueno e idealista piensa mi cuñado que sus cosechas podrán comercializarse directamente con estos nuevos hoteles que se edifican. Lo dijo mirando al piso, y después agregó: “Sería una forma de que Cuba sea menos de España”. Como es de esperar yo para ese punto había sacado la frase de Eusebio Leal. No se me quitaba de la mente y a partir de ese momento, creo, a mi cuñado tampoco.
No te preguntas porque el campesino pudo ir a un hotel d eplaya y un profesor o un investigador no puede ir ni a un campismo, por favor presntale a tus familiares una foto del campesion antes de la revolución y una reunión anual de la ANAP en que todos estan demasiados gordos, desde la presidencia hasta el útlimo del publico, para un país en que el campesino que ” dignmamente” trabaja la tierra, y escasamente produce. El capmpesino desde el periodo especial, como en epocas de ciclones, es el eslabón básico de la mayor especulación con la comida básica, que en el medio del periodo especial abusaron del trabajador con precios astronomicos por una simple latica de frijoles negros de semilla. Cual sería la situación de una politica como la de Macri en argentina, ya que tu vies allá….ir a regalar sus productos a las plazas porque la competencia internaiconal los aplasta.
No creo que tenga ningun tipo de problema la frase de Leal, pues tu sabes perfectamente bien, cuantos cubanos, antecedentes de los mambises ahora son ciudadanos españoles. Por favor no confunda, la lucha era contra el gobierno de España, no contra el pueblo y la nacionalidad española, que seguro conoces a muchos cubanos viajando pro el mundo con pasaporte español y con familias españolas . Lo triste de tu pensamiento, como toda persona reaccionaria, es que no estan bien nunca ni con el Dios ni con el diablo, en función de criticar a los que hace y obran, frente a los que esperan y critican, pero desde afuera
Estoy muy de acuerdo con el autor del artículo. A muchos cubanos la crisis actual nos ha hecho olvidarnos de porque nuestros próceres dieron sus vidas en el campo de batalla. Ya lo dije antes en el otro artículo sobre el tema: lo que dijo Leal fué cuando menos desafortunado (por no llamarlo servil y anexionista). También parece que no nos acordamos de que en los campos de la guerra del 95, por cada mambí habían diez rayadillos o contra-guerrilla, (cubanos al servicio del ejército español por 1 peso al día), so, la tradición servil viene de aquellos tiempos. O sea que un simple análisis demostraría que en Cuba habemos mas descendientes de rayadillos que de mambises, aunque todos respetemos a estos, los pensamientos y modos de actuar de los vende patria están mas arraigados. Cuando nos preocupamos del pragmatismo económico nos olvidamos de la moral y hasta del patriotismo. Empezamos la práctica tan común en estos días de la doble moral.
Pretender separar el gobierno del pueblo es una falacia tanto en España como en Cuba, no en vano cada pueblo tiene el gobierno que merece. No estoy diciendo que hay que odiar a la España actual por lo que hicieron sus ancestros, pero si tenemos el deber moral de honrar y respetar a los nuestros, que dieron sus vidas por tener una patria libre de esa España que causó muchísimo mas dolor y penurias que los Estados Unidos, a quienes se consideran como enemigos hoy día. Si quieren saber que diferencia a estos españoles actuales de aquellos, mejor pídanles que respondan sinceramente que hubieran hecho si todavía Cuba fuera colonia española y estuviera pidiéndoles su autonomía. Dudo que una mayoría aceptase algo así, por eso la guerra en el 95. Pero además hubo que pelear en toda América, no solo en Cuba.
Creo sinceramente que un buen re-comenzar de relaciones hubiera sido el venir y pedir perdón públicamente a la nación por todo el daño hecho, pero no, es mejor venir a ofrecer dinerillos para negocios que son los que enriquecen las cajas y los tontos de la isla los van a aceptar sin remilgos si para ellos la moral va en el estómago. ¿Y que digo pedir perdón!?, si se fueron a rendir ante el ejército americano en la guerra. ¿Cómo iban ellos europeos superiores a rendirse ante un ejército inferior?, pero así nos va!
En cuanto al doctor Leal, creo que hubiera entendido mas tal postura en alguien con menor cultura y conocimiento del tema. A juzgar por sus programas “Andar la Habana” es alguien muy versado en el. Por tanto considero su postura como entreguista e indigna de un buen cubano.
Es mi opinión!