Cuando pregunté al escritor y cineasta Ryu Murakami (Nagasaki, 1952) a través de su página personal sobre la muerte del siempre controversial, pero increíble músico, José Luis Cortés lo hice sin ninguna esperanza de que pudiera interesarlo con mi comunicación. Sin embargo, a las pocas horas tuve un e-mail con una respuesta.
La notificación había llegado a través de su representante. Me explicaba ella que había pasado mis preguntas a Murakami y que este había escrito un mensaje para mí. Gracias a su gentileza pude saber qué quería decir aquel sólido bloque de ideogramas japoneses que tenía delante llenando mi pantalla como una blonda enigmática: “No tengo palabras, solo eso”.
Después de una declaración así no hay demasiado que agregar, pero uno no es precisamente conformista. Se hace lo que se puede por aportar en determinados asuntos, por conseguir opiniones. Me resulta especialmente estimulante intentarlo cuando los temas son la música, la literatura y cuando se trata de un escritor que, aunque poco conocido dada la falta de abundantes traducciones, admira uno por lo que tiene leído de él.
Además, se trata de una pieza angular en el auge de la música cubana en Asia, especialmente en Japón durante los años noventa. Por eso, le renvié algunas preguntas y me entregué a la buena voluntad de Reiko para que las pusiera en su camino. Ahora solo me queda esperar que alguna vez ande de ánimos para evocaciones.
Mientras, les cuento que el propio Tosco me comentó hace mucho tiempo de su amistad con Ryu. “¡Jo!, tenía una pila de libros, tongas así”, recuerdo cuando lo contaba. Ryu ya era un escritor de notable éxito, gracias a novelas como Azul casi transparente, Los chicos de las taquillas y 69, cuando descubrió a la orquesta NG La Banda durante una presentación en La Habana, a donde ha viajado con frecuencia.
Ese encuentro, cuyos detalles desconozco, debe haber encerrado algo de extraña magia, permitió que la inspiración de El Tosco experimentara una proyección colosal y le puso delante el enigma de una cultura que, a la larga, encantó el músico a fuerza de carisma y genio en cada una de las presentaciones de su agrupación por el lejano Japón, tal como se puede atestiguar en los videos que andan colgados en la Internet
De la visita de NG por ciudades como Tokio o Nagasaki saldría el disco “Échale Limón”, una colección de sonoridades y letras que captan los temas del momento cubano. Al oído destaca por aquellas endiabladas interpretaciones que debemos a virtuosos como Gérman Velazco, El Greco (José Miguel Crego), Carlos Averhoff, Elpidio Chapottin, José Munguía, Feliciano Arango, Peruchín (Rodolfo Argudín) y Wikly (Juan Nogueras), aunque dejo fuera a unos pocos, y perdón por ello.
Murakami fue junto a José Luis Cortés el productor de ese trabajo, conformado por nueve canciones grabadas en Tokio, en noviembre de 1992. El disco no solo constituye un clásico de la timba y una reminiscencia sonora de los años de crisis de los noventa; también es la evidencia de que Ryu Murakami era un eficaz empresario con un oído muy fino para la música.
Su sensibilidad se conectó rápido con la propuesta de aquella joven agrupación; de modo que el lenguaje sonoro, la vibración de los instrumentos, la cadencia de las voces y la fuerza de los instrumentistas sobre el escenario parecen haber funcionado como la llave que abrió las puertas de esta relación.
En un video disponible en YouTube puede verse al escritor convertido en maestro de ceremonias. Es noviembre de 2013 y presenta el show Ryu’s Cuban Night 20th Anniversary Live! Ese espectáculo fue convertido en un disco doble que parece haber estado disponible en plataformas como Spotify, aunque no hubo formas de que yo lograra escucharlo.
Para ese momento, en la misma ciudad donde se había presentado dos décadas atrás y con un impresionante éxito, el escritor volvía a reunir a NG. Para dicha actuación sumaba figuras como Mayito Rivera y Tania Pantoja, quienes junto al magnífico e imprescindible Tony Calá interpretaron viejos éxitos como “No se puede tapar el sol”, “Necesito una amiga”, “La Cachimba”, “La Bruja”, “Échale Limón” o “Murakami Mambo”.
Gracias a la amiga de una amiga, llamada Natalia Restrelli, logro saber lo que Murakami dice en esa breve presentación que escuchaba. Cuenta que ha logrado juntar a estos estelares músicos cubanos, protagonistas de aquellos tiempos en los que la timba representaba nuevos aires para el concepto que se tenía de la música bailable no sólo en Japón. Muchos la denominan una presentación histórica.
Aquel fonograma de 1992 contiene ya la increíble canción que es el “Murakami Mambo”, una prueba del agradecimiento de José Luis Cortés por quien llegó a ser su amigo, el escritor Ryu Murakami.
“Hay algo salvaje en esa canción”, decía un poeta recientemente, y si uno se detiene a escuchar entiende que, en efecto, resulta un tema dominando por su carácter indomesticable, que se incorpora al género, anunciado ya desde el nombre, por lo que pareciera un sentido cerrero de la música.
En principio es el grito de El Tosco, más salvaje que el clásico “Jú” de los mambos de Pérez Prado, y luego ese compás que pareciera forcejear, luchar, revelarse contra algo que funciona como una amarra (pudiera valorarse el término: amarre). De repente estallan los instrumentos y en su fluir se revelan, retando por momentos al que la escucha y baila. Luego entran en una provocadora normalidad, sacudida cada vez por los instrumentos de viento, revelados y confabulados con las voces que alienta Tony Calá.
Puede que en Cuba la mayoría no hayan leído nada de Ryu Murakami, pero hay que subrayar que mucho se conectan los temas de su obra con los asuntos nacionales; y por eso tal vez esa otra relación suya con los cubanos. En ella están el béisbol, la vida truculenta y ordinaria, la dura realidad de la juventud y el sexo. Sin embargo, pese a ese desconocimiento literario, todos habrán escuchado su apellido alguna vez; y no precisamente por ser el mismo del otro Murakami, sino por el mambo que despertara en José Luis Cortés, El Tosco. Gracias a eso, desde hace rato también el japonés es parte de la historia musical de esta otra isla llamada Cuba.