Hace dos años, el 10 de enero de 2012, apareció esta crónica en Cubadebate. Yo era todavía estudiante de periodismo. Entre los cientos de textos que he publicado, no hay uno que yo haya escrito con tanto amor como este: en un puño cerrado, en el borde del filo, me atrevería a decir. Si pusiesen mi vida en orden, a punto de paredón, y me dieran a escoger, yo levantaría el dedo y sin dudarlo apuntaría a esta crónica, pero no a la crónica, sino al tiempo que resume, y la salvaría del exterminio. Este texto generó, en aquella ocasión, más de doscientos comentarios de muy distintos lectores. Nunca, también he de confesarlo, había sido ni he vuelto a ser tan dichoso con algo que yo haya publicado, nunca como esa vez estuve tan pendiente de cada mínima reacción, de cada gritillo particular, de cada lector circunspecto o malcriado. Este texto me confirmó una teoría. Le demostró a un grupo de amigos cercanos que los textos largos se pueden leer, no importa que los usuarios –tal como ellos dicen- tengan cada día menos paciencia, pero en cambio me hizo dudar de un axioma que casi siempre se cumple, y que ha resultado ser un eficiente antídoto contra el envanecimiento en tono grave, el envanecimiento como posición social: los textos que uno piensa que mejor ha escrito, son los que menos atención reciben. Porque yo creo, apartando un poco la nostalgia, que hoy que OnCuba me permite republicarla, usted, internauta impaciente, debiera tomarse un segundo y leerse la crónica. Verdaderamente es exquisita. Aquí está todo lo que yo, si fuera usted, le habría pedido a un periodista un tanto inexacto y arrogante como de mí se trata. Pero ya Dostoievski lo dice en Memorias del subsuelo: “¿De qué puede hablar un hombre honrado con más placer? Respuesta: de sí mismo. ¡Por lo tanto, voy a hablarles de mí mismo!”
Nadie te dará su almuerzo
Qué les puedo contar, las cosas han cambiado. Saben quién soy. Saben que me llamo Carlos y que tengo veintidós años. Que estudio algo y que hago mis cosas, un par de artículos a la semana, nada del otro mundo. Sé que les parezco joven, pero no es así. Bueno, con razón les digo que las cosas han cambiado. Es una señal de que empiezo a envejecer. De repente te percatas de que nada es igual, pero tienes que seguir con esa carga. Hace par de semanas salí de La Habana, iba para el Victoria de Girón. No tengo que decirles, ustedes saben lo que es el Victoria de Girón: el estadio de Matanzas. Lo que no saben es que en ese estadio eché yo buena parte de mi adolescencia y casi todas mis ilusiones. Pues como decía fui hasta el intermitente de Alamar y me puse a esperar una guagua. Esperé cerca de media hora y no pasaba ninguna. Al rato paró un taxi de esos de los modernos, justo delante de mí. Otra gente le había hecho la seña pero en lo que el chofer frenó yo me adelanté y logré clasificar. El de la seña era un hombre, si hubiera sido una mujer le habría dado paso, pero como no era una mujer hice de oídos sordos y me senté. El hombre se quedó refunfuñando y diciendo sandeces en voz baja. No tuvo valor para encararme. Milagro, porque yo soy flaco, bastante escuálido, mi cara es una cara de cobarde o de no andar metiéndose en líos, y la gente aprovecha y a cada rato se lanza y prueba fuerzas. A veces les doy paso y a veces me pongo en mis trece. Es así, como un juego de naipes. Hay que saber cuándo soltar y cuándo recoger. El chofer me dijo que eran veinte pesos. Le pagué con tres billetes de a cinco y cinco de a uno, no tenía más nada. Me miró con cara de pocos amigos pero enseguida se relajó. Parece que algo en mí le atrajo porque cerca de Tarará me preguntó hasta dónde yo iba. En el taxi había otras tres personas. ¿Conmigo?, le dije. Sí, contigo. Hasta Matanzas, dije, a ver la pelota. Quién juega hoy, dijo. Matanzas-Artemisa, dije. El chofer vestía elegante. Bueno, su carro era un Peugeot moderno. Tenía porte de vivir en Varadero, o en alguna zona residencial. Andaba cerca de los cincuenta. Unas pocas canas le adornaban la cabeza. Le quedaban bien, ciertamente, le daban un toque interesante. Y su cara no era la cara demacrada de un chofer, era la cara despejada de un ingeniero o de un abogado. Quizás, pensé en ese momento, fue abogado o ingeniero en alguna etapa de su vida, esas cosas suceden en Cuba. Los ingenieros manejan carros y ganan su dinero, es normal. ¿Y a ti te gusta la pelota?, preguntó. Los otros pasajeros miraron extrañados. A mí sí, por qué. No, porque no lo aparentas. Los pasajeros echaron a reír. Decidí no contestar, el tipo me estaba jodiendo. Pero no le faltaba razón. Tengo muchos pelos en la cabeza y en la barba y ando por la vida como bobeando. No tengo pinta de que me guste la pelota. Tengo pinta de que me guste Tolkien o Deep Purple, pero no me gustan las cosas raras. Me gusta la pelota, y aunque no me gusta el dominó ni el ron, bailo casino y les mando poemas a las mujeres. Es toda una técnica. Hay que saber qué poema va con cada mujer. No puedes enviarle un poema de Benedetti a una niña avispada y uno de Bukowski a una tonta. En verdad no debes enviarle poemas de Benedetti a nadie. Perdónenme los latinoamericanos, pero el tipo es insoportable. Bueno, no debo hablar así. Ya se los dije, las cosas han cambiado. Cuando yo estaba en décimo grado e iba al Victoria de Girón mi poeta preferido era Benedetti. El uruguayo me revolcaba, pero no daba resultado. A las mujeres hay que entrarle con algo más fuerte. Tampoco Bukowski, claro, era un decir. Bukowski las ahuyenta y no es menos insoportable que Benedetti, aunque viene mejor con los tiempos que corren. Y tiene, además, un poema sublime. Empieza así: There is a blue bird in my heart that wants to get out. Eso quiere decir que el hombre tiene un pájaro azul en su corazón y que el pájaro quiere salir. Es una metáfora, no vengan con el chiste. Después dice que su canto, el canto del pájaro, es tan tierno como para hacer llorar a un hombre, pero que él, Bukowski, no llora. Y termina preguntándote: ¿Lloras tú? Eso me tumbó, el tipo se te para de frente y te pregunta si eres capaz de llorar. Pero no es, evidentemente, un poema que yo pueda hacer mío, porque el pájaro es azul, si fuera verde tal vez, o marrón, pero como es azul la gente enseguida va a salir con que yo soy industrialista, y nada más lejos de la verdad. Nunca le he ido a Industriales ni le iré, pero si lo buscan verán que el poema es un tronco de poema. Sí, búsquenlo. Es un poemazo. Si lo buscan y lo leen no me podrán decir que no.
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Una hora demoró el taxi de La Habana a Matanzas. Me dejó en el Viaducto. Del Viaducto al estadio hay todavía varios kilómetros. Loma arriba. Matanzas está llena de lomas, eso es lo que no me gusta de la ciudad. Eso y que un día, así, sin más, tuve que irme de ella porque se me acababa el preuniversitario y era hora de seguir. ¡Qué farsa eso de seguir! Yo me hubiera quedado en la vocacional toda la vida. De ahí se veía la bahía y las luces de la noche. Ese es mi único paraíso y mi única patria. Suena cursi, pero es real. Subí dos cuadras por la calle Contreras y esperé la 19. Antes, por suerte, paró una ruta de empleados de no sé dónde, que pasaba cerca del estadio, y en eso mismo me fui. Este chofer sí tenía aspecto de chofer, es decir, un tipo centrado en su timón y con miles de ideas bien fuertes dentro de su cabeza. Llevaba puesta la radio. Yo no soporto la radio. Si hay algo que no me gusta son los malditos programas de participación. Solo comparado con el rechazo que me provocan los retratos de época. Hay quien los ve hermosos, pero a mí me parecen horribles. No he visto mucha pintura, es cierto, tampoco muchos originales, no he ido ni a Bellas Artes, pero las mujeres de antes eran gordas y rosadas. No hay una sola que sea por lo menos normal. No, todas obesas y rechonchas y con tremenda sonrisa a lo largo y ancho de sus caras de damas respetables. Esa sería una buena pregunta. ¿Por qué los pintores de cámara solo retrataban a mujeres gordas? Bueno, debe ser porque las tipas comían mucho. No les faltaba nada, supongo. Lacayos, manjares, amores prohibidos. Todas esas condesas eran unas zorras. Tenían su marido pero se enamoraban de los artistas. Así le pasó a Goya, por ejemplo. No es que yo sepa mucho de Goya, pero hace poco tuve que estudiarlo. Esos chismes siempre le interesan a uno. Es lo que más se saca de la universidad. Chismes históricos, chismes actuales, chismes del profesor, chismes del alumno. Nadie escapa. Ni los peloteros. ¡Mira que en la universidad se habla de los peloteros! Bueno, en todos lados. Detrás de mí, en la ruta de no sé dónde, iban dos tipos hablando de Víctor Mesa. Que si visitó a cada uno de sus jugadores para ver el estado en que viven, que si el hombre es un líder, que puede ser un líder pero es un payaso y a mí no me gustan los payasos, que puede ser un payaso pero lo que importan son los resultados, que qué tú hablas si hace veinte años Matanzas no hacía nada y mira cómo está, que sí pero que no y que mejor cállate la boca que ahora el estadio se llena y antes parecía un cementerio. Sí, es cierto. El estadio está lleno, abarrotado. No lo reconozco. Lo pintaron incluso. No me gusta mucho el color, un rosado que no expresa demasiado pero que quizás era el único lote de pintura que había en la provincia. Hay carteles por todas partes. Esos carteles me abruman. No me dicen absolutamente nada. Pero no quiero parecer pedante. A alguien le debe decir algo y eso lo justifica. ¡Cocodrilos al combate! Parece una consigna de tiempo de guerra. Nada que tenga que ver con el deporte, y menos en tiempo de paz. Lo que sí me gustan son las gigantografías, o las fotos de la entrada. Pude ver el rostro de Lino Betancourt, un pelotero que había imaginado pero que no sabía cómo era y que según parece tenía su estilo, aunque tampoco podría asegurarlo. Me siento por la banda de tercera. Puedo sentarme detrás de home, ya tengo credencial de prensa. Se los dije, las cosas han cambiado. No deja de ser irónico. Puedo llegar a los estadios y sacar mi pasaporte y pasar como si fuera mi casa, pero para qué, no tiene caso, mi estampa no es tampoco la de un periodista deportivo. Los periodistas deportivos son lo más antideportistas que hay. Echan barriga y teorizan. Yo puedo parecer un lector de Tolkien, pero juego varias cosas y no lo hago del todo mal. Una vez hasta pisé la grama del Victoria. Me faltaba poco para graduarme del preuniversitario y nos llevaron a disputar un play contra los profesores. Jugué de segundo bate y cubrí el left. Di hasta un triple, me robé el home y no hice errores. Me vestí de héroe, aunque hubo quien lo hizo mejor que yo. Las muchachas nos aplaudían. Los amigos también. No guardo en toda mi vida un recuerdo más feliz. Lo puedo jurar. Terminamos tocando una conga y todo el mundo moviendo la cintura. La noche cayó y nosotros ahí. Qué de risas y de gritos y de felicidad. Era increíble estar vivos y estar en aquel lugar y habernos encontrado justamente nosotros: los matanceros y los cubanos y los habitantes de este mundo más estelares de toda nuestra generación. Ese día, que yo recuerde, nadie se sentó detrás de home. Lógico, debe ser terrible ver un partido detrás de esas mallas. Como si fuera un fotograma. Las jugadas cuadriculadas, por recortes. ¡Ni muerto saco yo una credencial y me siento ahí!, donde se sientan los tipos importantes. No es que esté mal ser un tipo importante, pero solo cuando se pasa de los cuarenta años. Además, si fuera una credencial para el Capri, valdría la pena, pero los estadios en Cuba cuestan un peso, hasta yo puedo costearlos. Por eso me siento en la banda de tercera. Siempre me sentaba por aquí. Pero antes no había tanta alegría. El estadio parecía no un cementerio, sino una funeraria, que es peor. Venían alrededor de doscientas personas, no muchas más. Hay quien va a los parques, hay quien va al cine, hay quien va al mar y hay quien va al estadio. Suceda lo que suceda. Por aquella época, año 2004 ó 2005, Matanzas no ganaba ni treinta partidos, pero una banda de viejos fumadores de tabacos, y nosotros, estudiantes fugados de la escuela, siempre estábamos ahí. Tarde por tarde. Noche por noche. Madrugada por madrugada. La cobradora de la puerta ni nos paraba. Sigue siendo la misma, quizás con un poco más de canas, pero ya no se acuerda de mí.
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Qué quiénes éramos nosotros. Yo y unos socios que ahora estudian ingeniería. Son la gente más graciosa y más noble que he conocido en mis veintidós años. Todavía no he visto a nadie igual. Pero claro, es imposible. Las cosas inevitablemente han cambiado. Aquellos muchachos se levantaban por la noche y te prendían candela en los dedos de los pies. ¿Les parece cruel? Las becas son así. A mí nadie me hizo eso, por supuesto. Siempre he intentado estar entre los que joden, no en los jodidos. Bueno, esos mismos muchachos después te ofrecían la pomada para que te curaras, pero si el día de la visita nadie te llevaba comida ellos te daban su almuerzo, o por lo menos una parte. A medida que crezcas nadie te dará su almuerzo. Eso es algo que hay que saber. Nadie te dará el almuerzo como lo daban mis socios del preuniversitario. Te lo ofrecían y luego se olvidaban. No eran conscientes del acto. Y luego en la madrugada te lanzaban encima una cubeta de agua fría y tenías que poner a secar el colchón y dormir en la tabla y asunto cerrado. Las becas, como la vida, pueden ser crueles, no lo niego, pero yo no he conocido un sitio mejor. Una vez el baño se aglomeró. La gente iba llegando y nadie llevaba jabón. Éramos como veinte, después como treinta, y nadie con jabón. Todo el mundo esperaba por el otro. Llegamos a vivir en ese grado de comunismo. ¿Y saben cómo se llamaba la escuela? Carlos Marx, la escuela se llamaba Carlos Marx. Sin palabras. Pues ese mismo día nos bañamos con agua nada más y de ahí salimos para el estadio. Éramos alrededor de ocho. De la vocacional al Victoria de Girón no hay más de dos kilómetros. Y si se atraviesa el cementerio San Carlos, se llega más rápido. Cruzamos las tumbas, los panteones, los nichos sin nombre y salimos a la calle. Casi de madrugada regresamos, con otra derrota arriba, naturalmente, y en el viaje de vuelta a alguien se le ocurrió -a mí no, como se supone- que nos lleváramos un cráneo de los que estaban dispersos sobre la tierra. Porque allí, en un cementerio tan respetable, había cráneos cuya única paz era la paz de la luna, sin dudas el más tremebundo de los descansos. Si yo fuera un muerto, me habría gustado que varios muchachos fastidiosos me llevaran consigo y me salvaran de aquella obstinada intemperie. Sin embargo, puedo entender que a alguien le parezca un sacrilegio. Que lo es, no digo yo si lo es, pero fue exactamente lo que hicimos. Nos llevamos no un cráneo, sino dos. Y los jodedores de la beca le pusieron nombre a cada calavera. Qué nombres. Wisin, la del occipital hundido. Y Yandel la más cabezona. Creo que un día fueron hasta al estadio y todo. Dormían con nosotros. Se bañaban con nosotros. Estábamos enfermos, o medio muertos. Aquello nos parecía normal. Hasta que un profesor nos trabó en la gracia y en pago pintamos tres kilómetros de paredes y perdimos una semana de pase. Dos veces me retuvieron a mí en esa escuela. Bien pocas, para todas las trastadas que hice. La segunda porque coincidí con el viejo Pedro, aquí mismo, en la banda de tercera. Me quedé tieso. La última persona que deseaba ver en ese momento era aquel profesor recalcitrante e inamovible. El tipo no entendía. En vano intenté hablarle. Sin embargo, hoy daría cualquier cosa por encontrarme al viejo Pedro. Pero no está. Ni siquiera me tomo el trabajo de buscarle, porque el viejo Pedro ya no debe existir. No conozco a nadie. No hay nada propio de aquellos tiempos, tan extraños que parecen mentira. Se los dije, las cosas han cambiado. Antes Matanzas perdía. Ahora gana. Antes era un equipo fantasma. Ahora todos lo aplauden. Da gusto venir a un estadio así. Repleto, alegre, sin pasado. O con un pasado que poco a poco va cayendo en el olvido. Eso es lo otro que hay que aprender. No quiero parecer pedante. Esa es la única verdad, mirar al frente y seguir. El día que me robé el home, sin embargo, me raspé la rodilla. Ya no duele, es cierto, pero se me ha quedado la cabrona marca.
Hay que ser cara de guante Carlos… con 24 años y ya estas rememorando tus grandes éxitos
Comentario 201: Podira decirte q esta genial y otra serie de adulaciones con respecto a la cronica q seguro sonaran reiterativas y nada q ver conmigo porq no soporto la gente aduladora y por tanto no lo soy. Pero si te digo una cosa: sabia q lo habias escrito tu.. sonara tonto porq evidentemente aparece el nombre del autor, pero lo cierto es q nunca me fijo en ese ¨detalle¨, leo el articulo y ya. Pero cuando empece a leer este dije: es del chico del sombrero y la camisa blanca. Evidentemente las cosas cambian 🙂 Felicidades!!!
Carli mi hermano no puedo leer mas ese tipo d publicaciones tuyas. Estoy lejos ahora y se me congela la sangre de recordar aquellos tiempos.q tiempos mi herma. Mi mama vino y todo a ver q me pasaba pq las lagrimas me corrian solas. Coño gracias por evocar tanta alegria.no importa q sea desde un plano personal. Eso nos llega a todos.
Me atrapó el relato
No pude parar hasta terminarlo. Es muy cinematográfico. Felicitaciones. Fuerte abrazo
maravillosa narrativa !
maravilloso … te traspola !
q felices eramos cuando eramos unos infelices jo jo jo
Me gustò muchooo y aq nunca viví en matanzas,sí estuve becada en el preuniversitario y tambièn como tù lo recuerdo como una de las èpocas màs lindas de mi vida……y aq ahora vivo fuera Cuba me encanta recordar esa època de mi adolescencia..,felicidades!!
Me lo leí antes y lo volví a hacer ahora. Así, largo como es.
Los años de pre todos los recordamos felicides. Y es gracioso el comentario del nombre de la escuela, ni siquiera los rusos tienen escuelas con los nombres de Lenin, Marx y Engel. Allí compartimos amistades y al menos yo cargué mucha agua, y aunque la diferencia entre nosotros es más de diez año, no porque sea vieja, sino porque tu eres más joven, también me fugué para el estadio, pero al menos ya había vivio la época de Jorge Luis Valdés. Tu escrito me ha hecho recordar viejos tiempos queridos y estoy de acuerdo en algo el estadio cambio, el pueblo cambio. El tener la victoria cerca les ha dado orgullo.
Felicitaciones por el articulo
Si es cierto que ya nunca se encuentran amigos iguales. No se porque no puedo evitar que cuando recuerdo aquellos momentos de mis ojos corran lagrimas y se me haga un vacio en mi interior, entonces digo pero por que si fueron los mejores momentos de mi vida y quizas es por eso, quizas solo es que los recuerdos de cuando era feliz me hacen sentir mal
Leerlo me ubica en esa escuela donde tuve muchos de mis mejores recuerdos: el estadio, el cementerio, las maldades, lo inocente de las personas, las amistades verdaderas!! cuanta nostalgia he destapado con este escrito, y digo destapar porque siempre ese tiempo esta conmigo!
El so. Mi herma yo leo casi todos tus articulos, no todos porq hay temas que a veces no me interesan y es verdad q pocas personas se toman el time en internet pa leer algo tan extenso. Pero sobre todo, cuando tratan o mencionan al menos nuestro IPVCE, la nostalgia cae y se me aprieta el pecho. Sigue asi bro, mucha suerte
Eramos tan lindos…carlitos, eres un nostálgico de mierda.
Saludos autor. Yo también estudié en el IPVCE “Carlos Marx”. Excelente relato, en todos los aspectos. Para quienes te critiquen aquí en comentarios anteriores, queda decirles que la envidia también, por desgracia, es una cualidad humana, muy común, por cierto. Aunque hayas escrito desde el plano personal, es el reflejo de lo que muchos piensan, por tanto, ese es el verdadero valor de lo publicado. Saludos.
Hacer una cronica de la KM, atrapa a todos los que por ahi pasamos, todos aunque sea una vez hicimos eso, atravesamos en cementerio de noche, pensamos en recoger un crarneo o jugar guija en una tumba, fuimos al estadio con una botella de ron, lo mismo para celebrar que para ahogar las penas, casi siempre era para ahogarlas en aquel tiempo (1999-2002). Escribes aceptable pero cualquiera que escriba sobre esto que haya vivido en la KM, sera leido, tanto por los que estudiaron ahi como por los que estuvieron en otras vocacionales.
Me gusto la forma en que lo contaste. Me recordaste un poco a Pedro Juan y su Trilogia sucia de la Habana!
Te hubiera seguido leyendo. Pero es justo que terminaras ahí. “Es así, como un juego de naipes”.
el tiempo del pre y de la vocacional es, para casi todos los que hemos pasados por alguna de estas fantásticas escuelas, un tiempo de genialidad, de solidaridad, de inteligencia, de errores, de aprendizaje, de sentirse dioses y demonios (a veces solo con 5 mn de diferencia). gracias por el artículo, desde Camaguey y la vocacional Ma´ximo Gómez, un abrazo
la verdad es que esta narración hace que nuestra imaginagición vuele y nos haga recordar aquellos años de vocacional. Yo estudié en la José Maceo de Guantánamo, y las mayores trastadas la hice en ese lugar.
Interesante artículo , creo que soy de esa parte que no lee mucho , pero está vez tuve que llegar hasta el final , coincido en que la vida del pre es lo mejor que puede pasar en la vida de cualquiera , y para darte cuenta de eso solo tienes que pegar un pie en la universidad , en ese momento quieres que tu vida sea un eterno pre-universitario
Sino me hubieras comentado que tenias 22 años lo habría adivinado,interesante comienzo.
Otro comentario para ti: sencillamente genial!!!!
Felicitaciones al narrador, ha sido un placer disfrutar cuya lectura aca en mi aposento, aca en mi patria paraguaya.
Muy simpático! Estoy en Miami y me encanta leer cosas así, que me llevan directico! al lugar que narran. Carlos, mis respetos! Gracias
Gracias por recordarme esos momentos tan bellos que quizas compartimos. Excellence articulo, muy natural y sencillo pero lleno de detalles. El viejo Pedro estaria orgulloso de ti asi como la comunidad Carlos Marx, como yo la llamo. Porque la patria se extrana, pero mas se extrana la vocacional.
La crónica, de diez!
Que manera de reírme con lo de Wisin y Yandel !!!
son las 2am en Caracas del día 9/5/2014 y ahora es que leo yo este articulo que escribiste hace 2 annos, mira que hay que caerte atrás para leer tus cosas,bueno después del reganno y de llorar un poco recordando esos tiempos del ipvce, te digo que fui corriendo a buscar las fotos que tengo con los ninnos, wisin y yandel,por dios!!! , recuerdo una frase celebre del Paleta(ni recuerdo su nombre) ”caballero, no jueguen con los muertos que por eso se muere gente…” jajajaja ese día se fue a dormir al aula, no veo la hora de reunirnos y terminar hablando del ipvce, llorando como ninnos pequennos rememorando las tantas y tantas historias. Recuerdo que también jugué en el Victoria, me pusieron a correr en 3ra(ya el juego estaba ganado) dieron un fly en entre con otra carrera,la única ves que fui al bate me ponche, mi historia no fue de héroe pero al menos tuve eso. No dejes que tu vida profesional te aleje de estos viejos amigos.Un abrazo. Leo
Me pareció bueno y me hizo recordar parte de mi preuniversitario en el IPVCE Carlos MArx, no me toco pedro pero si la Vieja Savina jajajaja
sin palabras!!!.De la vocaconal no hay nada mas que decir,es casa sencillamente y aunque ahora estoy en la beca de la universidad esto me ha hecho extranar tremendamnte todos los momentos de aquellos tres anos y pensar en todo lo que quisiera volver.Gracias por hacernos recordar!!!ojala se pudiera volver!1
por cierto pedro tambien me toco y no era tan malo pero a mi tampoco me hubiera gustado verlo en le victoria,jajaja!!!A mi me enconro landin esperando la 19 y me llevo hasyta la escuela,que susto jaja!!!
Olvidate de eso, los años de la vocacional fueron unicos, recuerdo el juego de pelota de mi año, uno antes del tuyo, lanzé 7 inn. aunque perdidos el relevo no era muy bueno que digamos (y eso que ganabamos como 7 x 0), la verdad que daría lo que fuese por volver.
Por fin? El primer chofer era ingeniero?.
hombre esta bueno eso de verdad, que tiempos de lo cuales queda muy poco, la vocacional, estudie en la misma unidad que tú, lo que entré cuando saliste, la de Pedro, el futbol en la piscina, la de Juanito el productivo, ernesto el físico, olbeida, papito, las congas por la madrugada, la falta de agua, el rio, tantas cosas, de gente que en solo una semana de conocerlos ya son amigos para toda la vida, cosas que con los años se dan cada vez menos sobre todos los amigos, mis primos son de tu año no se si te acuerdes, quisas hasta no fueron los mejore socios pero seguro si se encuentran la alegria es grande,se llaman yadiel y yasiel de colon son gemelos, así son las cosas del pre, no hay reunion de amigos de esa epoca en la que no querramos regresar gracias por este articulo, trae grandes recuerdos… tal vez ya fuistes pero se estan haciendo reuniones de graduados en las vacaciones en josone en varadero, se ve a una pila de gente y se pasa bien, no es lo mismo pero por lo menos, por la nostalgia y el recuerdo, se hace algo…. gracias describiste el sentir de mucha gente