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La pelota es redonda… Béisbol, política y nación

Cuba juega hoy la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol, con un equipo integrado por jugadores de su liga nacional y de ligas profesionales, que ha relanzado la pelota como pasión nacional.

por
  • Julio César Guanche
marzo 19, 2023
en La vida de Nosotros
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El bichito de la pelota es parte de nuestro ADN. Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

“Comienza la pasión”, escuchaba siempre al inicio de las transmisiones de juegos de pelota en Cuba. “Pelota” fue en la isla por mucho tiempo sinónimo de pasión, aunque aludiese más a la sexual. “Qué pelota tiene Carlota”, decía una rumba de Alberto Villalón. 

Cuba juega hoy la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol, con un equipo integrado por jugadores de su liga nacional y de ligas profesionales, que ha relanzado la pelota como pasión nacional.

En la mejor tradición, se discute de todo. Entre otros, quizá tengan alcance mayor los debates sobre la denominación de Team Asere para los integrantes del equipo, los reclamos de no politizar el deporte, y el tipo de integración que supone el equipo cubano, temas que recorren este texto.

El asere

La denominación de Team Asere nació de un meme y prendió hasta quedarse. Algunos han señalado “vulgaridad” en la frase. Es un viejo problema de la cultura cubana y de su “ansiedad”, como gusta decir la academia estadounidense, para dar cuenta de la dificultad de aceptar —y sobre todo de incluir— expresiones populares, y racializadas.

Asere es un término cubano “vagamente traducible en su uso como ´hermano´, que significa amigo bueno o de confianza”1. Para la cultura abakuá de Cuba, según Pedro Pérez Sarduy, al igual que en la religión carabalí antigua, es una forma de saludo. Para Sergio Valdés Bernal su uso es parte del legado lingüístico subsahariano en el español cubano, “otro matiz identitario de nuestra variante de la lengua española”2.

Por su origen, la expresión ha estado marcada históricamente con “vulgaridad”. Juan Formell cuestionó muchas veces la visión de los bailes públicos como espacios a donde iban sólo “los aseres”, “los guaposos”, cuando, según el fundador de los Van Van, era un hecho cultural de gran importancia para la nacionalidad cubana.

Con todo, la frase de Formell tiene eco en toda la historia nacional.

Bailes en lugares de encuentro de pobres y negros siempre fueron acusados de “degenerar en escándalo”. Una fiesta celebrada en 1936 en Llinás y Subirana (La Habana) fue disuelta por un capitán de la policía que detuvo a los “hombres y mujeres que escandalosamente bailaban sones y rumba”, por “ofensas a la moral”3.

La cultura popular cubana aprendió a lidiar con ello. Ignacio Piñeiro compuso “Los cantares del abacuá” (1923), con términos propios de esa cultura: “El bongó se desafina / Si no cantamos Asere, asere, asere”. Arsenio Rodríguez cantó “Los Sitios asere / llaman barrio alegre”4. Ambos, junto a María Teresa Vera, fueron los primeros en incorporar expresiones de origen afro en la música popular cubana, en un contexto en que su celebración litúrgica era literalmente un delito, acusable de “brujería”.

Hoy, son clásicos de la cultura nacional cubana y universal. George Gershwin usó la celebérrima “Échale salsita”, de Piñeiro, en la introducción a su “Obertura cubana”. Arsenio es uno de los padres fundadores del jazz latino. María Teresa Vera es la madre fundadora de la trova cubana reconocible alrededor del globo.

El término asere recuerda que el barracón, como la guerra de independencia y el mercado portuario, son las fuentes centrales de la cultura cubana. Pasa también con los términos palo (coito), tumbadero (casa de citas); botar paja (masturbación) y bollo (vulva), que son transposiciones de la cultura del central azucarero al habla popular cubana5.

Esos términos son marcas de la violencia que dio a luz la nacionalidad cubana, de las formas de sociabilidad que resistieron la esclavitud, y de la centralidad del racismo en la producción de la cultura nacional desde sus orígenes hasta hoy. 

Ricardo Sánchez Porro recoge una teoría según la cual el término lukumí, usado en Cuba para identificar incluso expresiones culturales diferentes, quizá “obedece al trato entre iguales que se daban los yorubas”, que es “como decir asere en la actualidad”6.

El uso actual del asere expresa acaso como ninguna otra palabra —señor, compañero, míster, pana— las demandas de igualdad e inclusión, de trato igualitario, en la Cuba de hoy, y las complejidades del cómo lograrlo.

La “politización” del deporte

El primer club oficial de pelota surgió en Cuba en 1868. La primera competencia se realizó en 1878. Es el periodo de la Guerra Grande. Su difusión en Cuba respondió a un contexto político: la imagen de la modernidad estadounidense, y no la realidad de la opresión colonial española, debía proveer, afirma Lisandro Pérez, los símbolos deseables para una naciente nacionalidad comprometida con una “orientación claramente modernista, progresista y laica”7.

El más destacado de esos símbolos fue el béisbol, que rápidamente se llenó de cubanismos de muy rara traducción desde el inglés, como “ponche”.

La emigración cubana en Nueva York en el XIX, en cuanto aprendía inglés, asegura Jesse Hoffnung-Garskof, discutía sobre béisbol a la vez que rendía homenaje a Maceo8.

Un dibujo animado —que recuerda el nombre de “gato viejo” para la Pelota— da cuenta de la animadversión española por el béisbol, por su asociación con Estados Unidos y las referencias políticas que guardaban las frases del béisbol contra el régimen colonial.

https://www.youtube.com/watch?v=YSu4dNYwyqE

Por otro lado, el béisbol, sobre todo el profesional —el amateurismo fue por décadas un lujo aristocrático, que hizo exclamar a Kid Chocolate, en el campo del boxeo, que él no podía permitirse ser campeón olímpico— fue un canal de movilización social.

Representaba una de las pocas vías disponibles para que la gente pobre “saliera adelante”, tanto como de dignificación de la “raza negra”. Así celebraron los movimientos antirracistas de la primera mitad del XX a atletas cubanos y extranjeros como Kid Charol, Black Bill, José — el Diamante Negro— Méndez, o Jesse Owens. 

Roberto González Echeverría ha mostrado otra faceta de la politización nacionalista del béisbol en Cuba, al estudiar para los años 1930 y 40 el surgimiento de jugadores provenientes del interior del país, que encarnaban “un tipo ideal de la República”9.

Esos peloteros eran guajiros, el sitio mítico de la “manigua redentora”. Representaban “una suerte de aristocracia amateur”, usada por el nacionalismo reelaborado en Cuba tras la revolución del 30. “El Guajiro de Laberinto”, Conrado Marrero, era uno de ellos.

Parte de este proceso fue la Constitución de 1940, la primera, quizás en el mundo, en reconocer la discriminación racial como delito punible, y en asegurar mecanismos de acción afirmativa para sectores discriminados. 

La pelota jugó un papel aquí: la Dirección de Deportes fue exigida, en tiempos de Prío, para poner fin a “las prácticas discriminatorias en los deportes de aficionados y sobre todo en el béisbol, donde la exclusión de los negros se convirtió en un ‘escándalo’”10.

Esto es, el vínculo entre política y béisbol está bien afincado en la historia cubana. En modo alguno comenzó en 1959.

La integración del equipo al Clásico: política y deporte

La conformación del actual equipo no es la primera integración conflictiva que ha experimentado el béisbol cubano en su historia.

Cuba tuvo un equipo integrado, de blancos y negros, 47 años antes que Estados Unidos. Tras 1908, José de la Caridad Méndez “fue el primer gran ídolo popular del deporte en Cuba, reconocido por blancos y por negros”11. Otro cubano, Silvio García, pudo haber precedido a Jackie Robinson en romper la barrera del color en el béisbol en ese país.

Para Ada Ferrer, a “muchos miembros de las Ligas Negras de Estados Unidos, segregadas, les encantaba jugar al béisbol en Cuba. Podían jugar todos sus partidos en estadios integrados de primera categoría, en una ciudad hermosa y fascinante, sin tener que sufrir las humillaciones que sufrían en el pasado de la era de Jim Crow”12.

Tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959 tuvo lugar la completa integración entre blancos y negros en la pelota. Ocurrió en 1962, en el inicio de las series nacionales que abolieron el profesionalismo (que permitía jugadores negros), al tiempo que renegaban de la tradición del amateurismo cubano en la pelota, y su frecuente negativa a aceptar negros13.

Desde entonces, comenzó otro tipo de “desintegración”. Es la que hoy se discute sobre el actual equipo al Clásico: la de los ex peloteros profesionales cubanos —prohibidos entonces para jugar pelota en Cuba—, de la Liga cubana respecto a ligas profesionales, y de la cancelación, estigmatización y exclusión de quienes jugasen en ellas. 

La sucesión de éxitos de esta nueva era fue ampliamente celebrada en Cuba, mientras su prestigio competitivo se afianzó en el orbe, aunque bajo la sombra, no siempre justa, de no jugar contra “los mejores”.

La Guerra Fría puso también contexto: el uso del deporte como política de Estado para afirmar la superioridad de un sistema, en una competencia que no dejó ileso a ninguno de los contendientes14. Cuba, en su escala, fue parte de ese proceso global de instrumentalización del deporte, en su caso como logro socialista y victoria nacionalista.

En 2023, la situación es muy diferente. Si, como dice González Echeverría, “el simbolismo de la anotación en béisbol es tan complicado como una metáfora modernista”, el simbolismo de este Clásico, y de la integración del equipo, es tan complicado como la actual gramática política cubana.

Metáforas y consecuencias del Team Cuba

El Clásico ha generado muchos símbolos, tanto de articulaciones como de contradicciones, y quizás arroje resultados para el futuro.

El gobierno cubano dio, por su lado, el primer paso, imprescindible y largamente deseado, en la integración de peloteros profesionales. Con todos sus problemas (la exclusión de Yasmani Tomás es la losa más escandalosa de los criterios selectivos de integración), es una buena metáfora, también, de integración nacional. No debería tener marcha atrás. 

De otro lado, el acuerdo con la MLB, fue suspendido por Trump. El resultado del Clásico quizás impulse demandas de retomar el convenio, también desde Estados Unidos.

Unos ocho, de 30 jugadores del equipo, juegan sólo en Cuba. Era difícil esperar que se tratase de una integración “normal”. Sin embargo, han convivido unos y otros, y celebrado sus triunfos con canciones de una banda sonora nacional compartida, hasta el momento sin noticias de que alguna guerra civil haya estallado en el vestuario.

Contradicciones cubanas han hecho asimismo acto de presencia:

El gobierno cubano ha aceptado con ganas la denominación de Team Asere. Sin embargo, en 2021, ante las protestas populares no vaciló en llamar “vándalos y delincuentes” a un número muy amplio de “aseres” —el fondo racializado de esas protestas no pasa inadvertido—, parte importante de los cuales sufren prisión hasta hoy con sanciones muy desproporcionadas.

De otro lado, las zonas fundamentalistas del exilio cubano rechazan la idea del Team Asere, como si todos sus integrantes fuesen hasta hoy pioneros moncadistas. En ello, han llamado a boicotear juegos y deseado la derrota del equipo que “no los representa”, cuando entre ellos hay ídolos suyos cuando juegan en la MLB.

El Clásico ha descolocado a muchos connacionales, cosa que quizás sea parte de una descolocación más general sobre el qué hacer en y con Cuba. Ahora, ninguna tradición se convierte en nacional por gusto, ni cuenta con 150 años de despliegue sin generar consecuencias y posibilidades.

En un documental de Rolando Díaz un aficionado asegura: “es que todo lo que le gusta al pueblo es redondo y cuadrado”. Oírlo, ver su cara al decirlo, explica la mejor declaración de amor, y de sabiduría, que he escuchado tanto sobre la pelota, como sobre el núcleo de una política nacional que merezca llevar ese nombre.

 


Notas:

1 Afrocuba. An Anthology of Cuban writing on race, politics and culture, Edited by Pedro Pérez Sarduy and Jean Stubbs, Ocean, Published in association with the Center for Cuban Studies (New York), 1993, p. 157.

2 Sergio Valdés Bernal, “¡Ay, qué felicidad!, ¡cómo me gusta hablar español!”, en Catauro. Revista Cubana de Antropología. Año 4, número 6. 2002, p.95.

3 “Tres detenidos por la policía nacional, ofensas a la moral.” El Crisol. 26.12.1936.

4 Los textos de ambas canciones aparecen en la compilación, en dos tomos, ¡Oh Cuba Hermosa! El cancionero político social en Cuba hasta 1958, de Cristobál Díaz-Ayala.

5 Manuel Moreno Fraginals. El Ingenio. Complejo económico social del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, p. 40.

6 Reinaldo Sánchez Porro. “Historia de las principales etnias africanas traídas a Cuba”, en Presencia negra en la cultura cubana, Coordinación e introducción de Denia García Ronda, Ediciones Sensemayá, La Habana, 2015, p.30

7 Lisandro Pérez. Sugar, Cigars, and Revolution The Making of Cuban New York, New York University Press, New York, 2018, p. 6

8 Jesse Hoffnung-Garskof. Racial Migrations: New York City and the Revolutionary Politics of the Spanish Caribbean, Princeton University Press, Year: 2019, p. 154.

9 Roberto González Echevarría, Peloteros cubanos. Tres testimonios, Nueva Sociedad Nro. 154 Marzo-Abril 1998, pp. 87-100, ver también a Gloria de Cuba: Historia del béisbol en la isla, Editorial Colibrí, Madrid, 2004.

10 Alejandro de la Fuente, Una nación para todos: Raza, desigualdad y política en Cuba, 1900-2000. Madrid, España: Editorial Colibrí, p. 308.

11 Félix Julio Alfonso y Víctor Joaquín Ortega. “Deportistas cubanos negros en la República”, en Presencia negra en la cultura cubana, Coordinación e introducción de Denia García Ronda, Ediciones Sensemayá, La Habana, 2015, p.264.

12 Ada Ferrer. Cuba. An american history, Scribner, 2021, p. 223.

13 Félix Julio Alfonso y Víctor Joaquín Ortega. Ob. cit.

14 Este es un breve recordatorio de ello: La República Federal Alemana (RDA) certificó su nacimiento cultural como nueva nación, tras la II Guerra, con la conquista del campeonato mundial de fútbol de 1954. La URSS celebró, tras mucho escándalo, el triunfo de su equipo olímpico de baloncesto en 1972, contra el deporte “del imperialismo”. En Estados Unidos celebraron la victoria en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980 de su equipo de hockey —no profesional— sobre la URSS, apodado nada menos que el “Ejército Rojo”, como si se tratase de la victoria final sobre el comunismo. La RDA impuso un modelo de vigilancia masiva sobre los deportistas, y de prácticas de dopaje de Estado. Estas últimas, con menos fama, también fueron organizadas en aquel contexto por los Estados Unidos.

Etiquetas: Clásico Mundial de Béisbol (WBC)Portada
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Julio César Guanche

Julio César Guanche

Profesor e investigador. Ha escrito varios libros y un número largo de ensayos y artículos. Hubiera querido ser trompetista, pero la vida es como es. Siente la misma pasión por el cine, la historia, la música y la cultura popular. Descree, en profundidad, de quien no sepa cocinar. Investiga temas de política, historia y derecho, pues cada cual se divierte como puede.

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