No hay manera de perderse en Guantánamo, la capital provincial más oriental de Cuba. No hay manera, porque la ciudad tiene un trazado casi perfecto. La calles forman cuadrículas y con una indicación bien simple (tantas cuadras para arriba, tantas a la izquierda o a la derecha) uno llega a cualquier lugar. La ciudad no es especialmente monumental. Eso sí, hay unos cuantos edificios interesantes, con valores patrimoniales y arquitectónicos: el palacio de Salcines, la terminal de ferrocariles, el Mercado, la Iglesia de La Milagrosa…
Pero lo mejor de Guantánamo (y eso puede decirse de casi todas las ciudades de Cuba) es su gente. Hombres y mujeres afables, simpáticos, extrovertidos… Gente que camina con una prestancia singular, como si bailaran al andar. La ciudad es muy calurosa, pero en cualquier esquina se puede comprar un buen batido de zapote (así le dicen al mamey colorado). O una taza de chocolate frío, ya se sabe que el chocolate de estos lares es el mejor de Cuba.