Gómez, Maceo, Martí… y Elpidio Valdés

Elpidio Valdés, ese personaje de historietas y dibujos animados que acaba de cumplir 45 años, marcó para bien a generaciones completas de niños en Cuba. Obviamente, esto que acabo de decir lo ha dicho mucha gente: periodistas, cantantes, escritores, sociólogos, historiadores, políticos, estudiantes, analistas, actores, directores de cine… Elpidio Valdés, sin lugar a dudas, es el gran personaje del comic nacional, nuestro Superman, sin las polémicas implicaciones de Superman.

Es tan importante, que todavía estamos en deuda con su creador, el gran Juan Padrón. Para los niños, Elpidio Valdés fue un referente indiscutible en años de sueños e inocencias. Pudo serlo por varias razones:

-Era —sigue siendo— un héroe con los pies en la tierra. Valiente como los héroes, pero perfectamente reconocible, más humano en la ficción que muchos humanos en la pura y dura realidad. Elpidio Valdés es simpático, pero puede llegar a ser iracundo. Es apuesto y por momentos marcial, pero puede ser puesto en ridículo. En algún que otro momento llega a ser temerario, desobedece órdenes y después se arrepiente. No es un héroe intachable. Como no lo son los héroes de la cotidianidad.

-Las aventuras que vive están perfectamente contextualizadas en la historia nacional. Es un mambí, un luchador por la independencia nacional, alguien que cumple con su deber. Pero todo está narrado sin demagogia, sin didactismo, sin alardes propagandísticos. Nunca se pierde de vista que un animado para niños, primero que todo, tiene que divertir.

-Gracias también a sus personajes acompañantes. A Palmiche, a María Silvia, a Pepito y Eutelia, a todos los mambises, bien construidos, empáticos. Y gracias, sobre todo, a sus oponentes, a los villanos, esos españoles tan graciosos (Resóplez, el Andaluz, Cetáceo…), esos voluntarios cubanos tan cómicos en su indignidad: Media Cara, el Borracho… Juan Padrón siempre tuvo claro que para que un héroe brillara hacían falta villanos de altura.

-Por su omnipresencia. Había, claro, otros personajes infantiles. Pero Elpidio Valdés estaba en todas partes: en la televisión, en las revistas, en las mochilas para la escuela, en las carátulas de las libretas, en los parques infantiles, en los pulóveres, en los carteles… Sigue estando, pero ahora mismo comparte protagonismo con muchos otros, cubanos y extranjeros…

Yo crecí mirando muñequitos de Elpidio Valdés. Me los sabía de memoria, bocadillo por bocadillo, peripecia por peripecia. Pero nunca me aburrieron. Y cada vez que estrenaban un nuevo episodio, un largometraje, cada vez que aparecía una nueva historieta no estaba tranquilo hasta que mi papá me llevaba al cine o me compraba la revista.

Cuando yo era muy niño, incluso, llegué a pensar que Elpidio Valdés había existido, que había estado en las guerras de independencia. Ese tiene que ser uno de los mayores elogios que pueda recibir un historietista: que su personaje tome cuerpo en la imaginación de un niño, hasta el punto de que se desvanezcan ciertas fronteras.

Mi madre era maestra y muy pronto me sacó de la confusión. Cuando empecé la escuela ya sabía la diferencia entre Máximo Gómez y el coronel Elpidio Valdés. Pero algunos de mis compañeros no la tenían muy clara. Recuerdo en una clase de Relatos de Historia, cuando la maestra preguntó en el aula por algunos mambises, los alumnos nombraron a los más célebres: Maceo, Gómez, Martí, Céspedes, Agramonte… Y una niña añadió, con toda la naturalidad del mundo: ¡Elpidio Valdés!

Recuerdo que casi todos, incluida la maestra, nos reímos de lo que nos pareció una broma. Pero la cara estupefacta de la niña nos convenció de que estaba hablando en serio. Si eso pasó en mi aula, estoy seguro de que ha pasado en muchas aulas de este país. Juan Padrón debe atesorar muchas anécdotas por el estilo.

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