Padre hay uno solo

Foto: Pxhere.

Foto: Pxhere.

Mientras intentaba tener un diálogo con mi médico experto en diabetes gestacional cometí la infracción de decirle que me explicara bien el motivo del ingreso obligatorio. En algún momento de mi monólogo breve dije: “Nosotros vivimos de nuestro trabajo”. El doctor, que levantó la vista por primera vez, respondió: “Yo mantengo a mi esposa que no quiere trabajar” (No es cierto. Fue solo una respuesta grosera). Volvió la vista al papel y escribió nuestra orden de ingreso.

¿Y esto qué tiene que ver con la paternidad o las paternidades? Pues todo porque están avaladas por el machismo circundante. (En esa consulta, como casi siempre, las mujeres estábamos solas).

En Cuba he conocido a padres espectaculares, de los que renuncian a sus masculinidades tradicionales por amor a la criatura que han decidido procrear; de los que se relajan, fluyen y dejan fluir; de los que cuidan para siempre a sus hijos sin apremios; de los que se olvidan de sus frustraciones o las dejan en pausa por un ratico; de los que respetan a las madres como hospederas de esas criaturas; de los que no ayudan sino comparten tareas en el hogar; de los que se suman a la aun insuficientemente divulgada Ley de Maternidad con acápite para que ellos se hagan cargo; de los que no piden pagos ni prebendas a las anfitrionas por ser papás; de los que no se emborrachan para olvidarse de sus compromisos; de los que no huyen despavoridos; de los que no te hacen mandarlos a la mierda para que el bebé crezca feliz;, de los que no te mandan a la mierda por estar embarazada; de los que no te violentan hasta “el no va más”; de los que no mienten; de los que no son padres para alimentar sus egos desbaratados. Se llaman en el argot “padres responsables”.

Conozco padres que han entendido que en su caso no toca relajarse sino estar alertas ante actitudes feas de las madres, que se han visto desprotegidos cuando quieren gozar de sus paternidades cumpliendo con sus deberes, que han sido víctimas de la violencia física de las progenitoras. Los conozco que durante el embarazo se borraron y aparecieron después de maneras irreprochables, que han dejado sus casas para que las habiten sus criaturas, que se han establecido en tierras lejanas para estar cerca de su bebé.

Pero estos no son la mayoría. (Ya escribí sobre familias monoparentales en la isla, su empobrecimiento profundo más otros males). La mayor parte de las paternidades que conozco son lo que llamo padres de estación.

Son  todo lo contrario a lo que describí antes y se podría agregar que entregan ínfimas cantidades de dinero mensuales, decretadas por Ley (unos 30 pesos cubanos), vienen los fines de semana que no están ocupados en sus obligaciones varoniles o se olvidan del compromiso o la guagua no pasó a tiempo o tienen tremenda resaca, llaman cuando pueden porque están siendo felices o no tienen teléfono en casa o se les rompió el celular o solo quieren lo bueno que puedes darles (pero, con los hijos “lo bueno viene con lo malo”, según me han dicho) y reaparecen cuando el hijo es grande…

He escrito padres, no esposos, novios o cualquiera de las relaciones que puedan establecer con nosotras porque acá lo que importa es el bebé en camino o ya fuera necesitado de más amores y toda la armonía. Aquí lo que importa es el respeto y la responsabilidad compartida.

Mi amiga A terminará yéndose de Cuba sin su hijo menor para satisfacer al padre de estación que eligió hace más de 6 años, aquel que la botó de la casa a la calle cuando su bebé apenas tenía 6 meses de nacido, que ha cumplido con los 30 pesos y ha estado algunos fines de semana de estos años. Tiene la esperanza de que el progenitor recapacite cuando tenga que ser responsable 24 horas para toda la vida.

Mi amiga I reinicia su vida amorosa, de pareja, después de 7 años de dedicarse al trabajo y a criar a su bebé sola. El padre emigró y nunca se hizo cargo. Su hijo reacciona ante la nueva pareja y le reclama por qué no está con su papá. Ella hace ejercicios compulsivamente.

Mi amiga M fue abandonada a los 9 meses de haber dado a luz, a los 7 de haber muerto su madre. 11 años más tarde ayuda al progenitor a recuperar el amor de su hijo que se resiste al vínculo con tantos años de ausencia.

Estas historias debían estar en el debate cotidiano por el bien de todos. Estas cuestiones debían estar en el debate sobre proyecto de Constitución, en las preteridas reformas al Código de Familia y en una Ley de Paternidad responsable.

Salir de la versión móvil