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Inicio Opinión Columnas Ni frío Nicanor

Loser

por
  • Eduardo del Llano
    Eduardo del Llano
mayo 24, 2016
en Ni frío Nicanor
9

Me inquieta el concepto de que la vida es una batalla en la que, para ganar, hay que joder al otro. Y encima, escarnecerlo con epítetos como perdedor o fracasado.

A juzgar por las películas americanas, la de perdedor parece casi una profesión. “Steve is a loser”, dice un personaje con el tono con el que afirmaría que Steve es músico, equilibrista o diabético. Uno diría que Steve no solo escogió ese camino sino que ya no puede salirse de él, que es un perdedor nato de la misma manera en que puede ser pelirrojo o enano. Steve padece una condición que lo hace inelegible para ciertas alianzas, para determinadas misiones. Ser un perdedor es peor que tener alguna discapacidad física, pues el discapacitado inspira simpatía y es políticamente incorrecto segregarlo, en tanto al perdedor lo rehúye todo el mundo.

El mundo de hoy nos exige el éxito, la delgadez y la sonrisa. Mantenerse joven. No tener escrúpulos y sí buen sentido de la oportunidad. Saber usar a los demás: la solidaridad es cosa de las ONG.

Más que como un lobo, el hombre se comporta como un espermatozoide en relación con sus semejantes: solo uno puede ganar, los demás son basura para tirar. Ahora bien, resulta obvio que, de la misma manera que el que pierde en un concurso (musical, literario, de agilidad mental, lo que sea) no es necesariamente mediocre o fracasado, solo que hay un montón de aspirantes y un único premio, los Steve de este mundo no tienen por qué ser perdedores sistemáticos: ese mismo concursante puede ganar la próxima vez y el vencedor de ahora resultar derrotado. Sin embargo, el triunfador inexperto cree que solamente consiguió el éxito gracias a sus méritos, a su talento, a que es un winner desde el ADN. Al considerar su victoria tiende a soslayar variables como la suerte, el azar y el coeficiente de hijoeputez en sus relaciones con los demás, y prefiere creer que está empotrado en una casta a la que pertenece por derecho. Evita el roce con los perdedores y los satiriza y fustiga cuando puede. Si de algo está seguro es de que nunca será como ellos.

De Spencer a Trump las sociedades modernas, en especial la estadounidense, han educado a los jóvenes para competir ferozmente, han repetido que sobreviven los fuertes, que hay que luchar como sea para llegar arriba, que nadie te ayudará o te regalará nada, que no puedes ayudar a nadie. “The rejection”, un cuento de Woody Allen, refleja sabiamente esa rivalidad que rige a todos los niveles: un magnate de origen ruso se angustia porque a su hijo no lo han aceptado en el mejor parvulario de Manhattan, lo que desde su punto de vista ya significa que el chico va a ser un fracasado, un loser durante el resto de su vida.

Competir es saludable y necesario, pero aplastar al derrotado y considerarlo inferior resulta enfermizo, una exacerbación del darwinismo social, una manera elegante del fascismo. Tampoco es que el igualitarismo superficial, abrumador y abúlico del socialismo real sea la solución ni mucho menos: descreo de toda igualdad levantada sobre la abolición de la iniciativa. La ambición personal es un buen motor para el progreso… mientras respete el derecho ajeno, como diría Juárez, mientras no justifique y estimule dar de puntapiés al desdichado que atraviesa circunstancias adversas. No es ganar a cualquier precio: tener cada vez más dinero y, en consecuencia, mayor poder, es una filosofía pragmática y deshumanizada, el summum del individualismo, que genera frases como la bondad es debilidad o si muestras lo que sientes podrá ser –y será– usado en tu contra.

En la Cuba de hoy ciertos cambios instrumentales están ocurriendo muy de prisa, en tanto los estructurales se dilatan o simulan; mucha gente, ahora, cree que asumiendo la actitud de este es un mundo competitivo que yo no inventé, yo voy a lo mío y lo que te ocurra no es mi problema es más moderna, e incluso que parece más americana.

Tal vez, diciendo esto, estoy fuera de moda. Tal vez soy un poquito como el necio de la canción de Silvio. O quizás, simplemente, me estoy poniendo viejo.

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Eduardo del Llano

Eduardo del Llano

Eduardo del Llano Rodríguez (Moscú, 1962) Licenciado en Historia del Arte. Escritor, guionista, realizador. Como cineasta ha realizado, entre otros, quince cortometrajes con su personaje Nicanor O´Donnell, y los largometrajes Vinci (2011) y Omega 3 (2014). Como escritor tiene publicados una veintena de títulos en Cuba y el extranjero; los más recientes son Omega 3 (Letras Cubanas, 2016), La calle de la comedia (Guantanamera, Sevilla, 2017) y El enemigo (Letras Cubanas, 2019).

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Comentarios 9

  1. Tomas C says:
    Hace 9 años

    Genial

    Responder
  2. roberto says:
    Hace 9 años

    Me encantó el artículo, coincido en todo lo q dices. Y lo peor es q no comportarse así te hace un bicho raro.

    Responder
  3. Luis says:
    Hace 9 años

    Me parece muy bien todo lo que dice en este articulo, siempre he pensado eso que el mundo de hoy nos exige todo, como debemos ser, comportarnos y hasta lucir, incluso el hombre que demuestra sentimientos es tildado de tonto o de débil, se convierte en una competencia por todo y en Cuba la gente aplica esos conceptos a diario, creyéndose con más derecho que el resto, te quieren tumbar una libra de arroz en la libreta, venderte más caro cualquier producto obtenido sabrá dios como.. muy acertado todo lo que dices Eduardo..

    Responder
  4. Magalys says:
    Hace 9 años

    Excelente análisis! Lo peor es que muchos de los “triunfadores” que se comportan así, no se reconocen como unos HP, su ego negativo es tan grande que los obnubila

    Responder
  5. Charlie Brown says:
    Hace 9 años

    Acertado tu artículo, pero es una lástima que destile tanto anti-americanismo; sería bueno que pasaras una temporada por acá para que vieras que Estados Unidos es mucho más que las “películas americanas”. Aunque no llevo mucho tiempo aquí, en el lugar donde estoy (que no es Miami precisamente), he visto más solidaridad verdaderamente desinteresada y expontánea de la que vi durante más de 50 años en Cuba, pero bueno, a los “intelectuales” siempre les resulta cool y les funciona esa pose, así que buen provecho…

    Responder
  6. Rolando Leyva Caballero says:
    Hace 9 años

    En Cuba hace años que ocurre algo muy interesante, que tiene que ver con nuestra dinámica socioeconómica propia pero también con ciertas tendencias internacionales que establecen y miden el éxito en términos de prosperidad económica evidente y conseguida a corto plazo de una manera no necesariamente ética ni legal. Hazte rico o muere en el intento. Así el acceso indiscriminado a determinados bienes de consumo, a servicios de calidad y a experiencias existenciales, enriquecedoras o diferentes, de lujo, o no, casi siempre, son los indicadores que se tienen en cuenta a la hora de establecer cuan exitoso es alguien en términos convencionalmente capitalistas, pero en un sistema político como el que rige la sociedad cubana, que apostó en su momento por la equidad o el igualitarismo, que penalizó el enriquecimiento ilícito, o el enriquecimiento a secas, en esos términos, la noción de ser exitoso socialmente pasaba en todo caso por la superación profesional y el acceso a determinados reconocimientos morales, públicos, de tipo simbólico. El mecenazgo supuestamente altruista y justiciero del estado, que intentaba por todos los medios coartar el otorgamiento de recompensas materiales, pues supuestamente exacerbaban las diferencias sociales, una práctica económica contrapuesta a los principios de organización de la nueva sociedad socialista en ciernes, desempeño un papel funesto a la luz de los acontecimientos actuales. Si nos preguntamos ahora mismo quienes son dentro del imaginario social cubano los ganadores y perdedores las respuestas podrían llegar a sorprendernos. La crisis económica trajo aparejada una ética del trabajo y la convivencia que lanzó por la borda, para bien y para mal, un corpus ideológico supuestamente superior, sustituido, de una manera comprensiblemente pragmática, por un ideario de la supervivencia y la corrupción, de la economía informal y el desvío de recursos, de la renuncia, consciente o no, a determinados paradigmas de justicia social. Ahora mismo la noción de loser (perdedor), (pringa o en España), que no es para nada común en el espacio público cubano y que a todas luces es una apropiación de una terminología específicamente norteamericana, es, como todo en Cuba, intrínsecamente contradictoria. Si en los EE.UU., el loser responde a unas circunstancias socioeconómicas muy específicas, incluso históricas, en Cuba es más difícil delimitar quiénes han triunfado y quienes han sido derrotados, más que por la vida, por el sistema político vigente. Es un tema complejo. Los perdedores en Cuba fueron no solo los grandes latifundistas y casa tenientes, siquitrillados, sino también los pequeños y medianos propietarios expropiados en los inicios de la Revolución. Perdedores fueron, son, los homosexuales discriminados por su condición u orientación. También los religiosos que se vieron obligados a profesar en secreto. Los perdedores, ahora, entre otros, son los profesionales altamente calificados, formados por el proceso, que se han visto obligados a partir al extranjero en condición de emigrantes económicos, pues en Cuba no encontraban la forma de prosperar y acceder a un determinado estándar de vida acorde a su formación y resultados profesionales. Perdedores en Cuba son los que insisten heroicamente en subsistir con un salario insignificante mientras los dirigentes y funcionarios de alto nivel, empresarios gubernamentales de nuevo tipo se forran los bolsillos con dinero público. Los perdedores en Cuba son los que apuestan por estudiar a sabiendas de que lo más probable es que no satisfagan a través de su profesión, sus aspiraciones, expectativas, intereses, objetivos y urgencias de la vida cotidiana. Perdedores somos también los que nos fuimos de Cuba buscando esos nuevos horizontes que se alejan a cada paso que damos en pos de alcanzarlos. Son muy pocos los individuos exitosos en Cuba. Los que lo han logrado por méritos propios no son tantos. La inmensa mayoría han tenido suerte, o ayuda, o peor aún, algo que no es raro, han debido practicar la hipocresía, la doble moral, la demagogia, para desde sus puestos de poder imponerles la austeridad al pueblo mientras ellos disfrutan de la opulencia de la vida burguesa. Un saludo de alguien que perdió, más que la pelea, la paciencia.

    Responder
  7. Sergio says:
    Hace 9 años

    El articulo tiene de todo,partes buenas y malas,partes escritas para agradar al editor,otras que cuenta verdades y mucho relleno,el titulo de por asi en una revista para hispanoparlantes es ridiculo,estoy seguro de que un elevado porciento no sabe el significado de la palabra y si lo sabe es foneticamente y escrito con 5 mayusculas LOSER no les incitara a leerlo,para mi es el articulo de un loser

    Responder
  8. Tallulah says:
    Hace 9 años

    Pero que irrespetuoso comentario y que falto de contenido!…Cuánta envidia encierras en un solo parrafito mal escrito…sin tildes, sin signos de puntuación, sin una idea coherente (en una revista para hispanoparlantes!?). Debe ser triste saberse tan estrecho de mente, tan incapaz…tan insignificante. No necesito decir tu nombre…me basta con darle gracias a Eduardo del Llano por tan buena prosa. Me gusta mucho de verdad! Te asientan la vejez y la necedad y hasta ser medio cheo!

    Responder
  9. Juliett says:
    Hace 9 años

    Pierde quien deja de luchar, de intentar superarse a si mismo, de buscar otros caminos. cuando los ya trillados no han dado el resultado esperado. Cierto lo que dice Eduardo del Llano, desde hace mucho tiempo en Cuba se considera perdedor a quien no ha alcanzado un objetivo sea economico o profesional o de vida, pero ¿quien dijo que todo esta perdido? Se hace camino al andar.

    Responder

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