No siempre que me siento a escribir el editorial logro tener una idea clara de lo que pretendo plasmar en esta página. Esta vez, para acuciar la inspiración, decidí darle un vistazo a las más de tres mil fotografías que tengo de Cuba. Imágenes acumuladas a través de los años, desde antes de mi partida hasta el presente, imágenes que juntas, ojeadas a toda velocidad como aquellos libros de cuentos de nuestra infancia, parecen una película silente que bien pudiera delatar una historia aún en pleno desarrollo e imposible de predecir cuál será su final.
Escarbo entre las fotos y entonces descubro una que no recordaba, es una instantánea polaroid de aquellas que soplabas, sacudías, y como por arte de magia aparecía la imagen; estaba pegada a la parte de atrás de otra vieja foto, como para no dejarse ver, para no forzarme a recordar.
Observo la foto detenidamente y recuerdo con claridad ese momento. Llevo una trusa speedo, estoy descamisado, huesudo y despeinado. Está nublado el día y el mar parece reposar sus olas, aparezco sentado en el muro del Hotel Imperial, la única estructura que se anteponía entre el portal de casa y la playa; recién había cumplido 16 años. Esperaba la caída de la tarde, cosa que solía hacer desde que gané la confianza de mi abuela para ir solo a la playa; pero ese día era diferente, corrían tiempos difíciles y muchos jóvenes abandonaban el país, como mis amigos Felo y Lucio, Ernestico y Josué, y unos cuantos más. Recuerdo perfectamente por qué estaba ese día allí, meditaba sobre si me tocara a mí, cómo sería mi vida en aquel otro lugar, unas millas al norte.
En ese momento no lo sabía pero pocas horas más tarde saldría definitivamente del país. Tenía la misma cara de susto e incertidumbre que agobia el rostro de esas familias que, con sobre amarillo en mano, todos los días abordan uno de estos vuelos La Habana-Miami que transportan nuestra revista. No recuerdo quién tomó la foto, pudo haber sido mi amigo Canosa, o Milagros, la chica que por aquellos tiempos estrujaba mi corazón; ambos quedaron atrás. Mirando bien la foto, creo que sin darme cuenta me despedía de Cuba, sabía que me iba, y me aterrorizaba la idea de no poder regresar.
Casi entrada la noche, justo en el preciso momento en que los cangrejos comienzan a marcar sus huellas en la arena, vi a un niño tirar una botella vacía de refresco Son, la recogí con disimulo, pedí a un señor que tomaba sopa de pescado, en el bar, una hoja de papel y algo para escribir. Sin pensarlo dos veces encorché la botella con un trozo de pino seco y la lancé al mar…
El mensaje a la deriva decía:
Por si te vuelo a ver del otro lado del sol.
Varadero, 14 de mayo, 1980
Hugo Miguel Cancio
A veces, recuerdos como este quedan olvidados, como náufragos en alta mar. Haber tenido la mente en blanco por unos días, me permitió anclar mi atención en esta foto perdida que me devolvió el momento íntimo, en que eché mi suerte al mar aquel lindo atardecer, en el Varadero de mi juventud. OnCuba, en esta edición de julio honra a Varadero, enhorabuena, yo sin embargo, sigo varado en Varadero 1980.
yo tambien sigo en mis recuerdos igual q tu yo trabaje 20 años en VARADERO y desde niña iba todo el año con mis padres a pasear y disfrutar d la playa y nos montavamos en el trencito y recorriamos completico toda la peninsula ,yo adoro el mar ,adoro mi VARADERO es un pi constante en mis pensamientos fijate q soy de CAREDENAS pero lo q de verdad extraño son mis amistades y esa playa tan linda
bello articulo de los recuerdos los quiero el palomo
Recordar es volver a vivir,precioso artículo,Varadero 1980,gracias
me ha dejado con un nudo en la garganta ¿hasta cuándo tanto “adiós”?
CANCIO, LINDO Y EMOTIVO ARTICULO, SOLO TE COMENTO QUE SOMOS MUCHOS (!Y TANTOS !) LOS QUE VIVIMOS CON ESA SOSOBRA EN EL ALMA, QUE EL PESO DE ESA NOSTALGIA DEBE HACERNOS EL MILAGRO DEL JUSTO REGRESO SIN BARRERAS………..!!TENGO ESPERANZA, NO DEJEMOS QUE NOS LA MATEN!!! ( que casualidad , leer tu articulo en el momento en que oia a nuestra Celia cantando “Por si acaso no regreso”. SALUDOS DESDE OHIO.
Precioso articulo, recordar es vivir, pero que triste es para aquellos cubanos que tuvieron que salir de Cuba, por la necesidad de buscar una mejor vida, dejando atras a familiares y amigos, soy Panameña, pero mi yerno, es cubano, y conoci la bella isla de Cuba, en Abril, del 2007, quede encantada, con su gente y por su belleza. Asi como le digo a los Venezolanos, no hay mal que dure 100 años ( aunque el mal de ustedes, ya lleva mas de 50 años), ni cuerpo que lo resista. Dios, tampoco se ha muerto, y mas temprano que tarde, las cosas van cambiar, no pierdan las esperanzas, que todos, los cubanos, que no han podido regresar a su Bella Cuba, podran hacerlo y volver a Varadero, sentarse en la playa y pensar que todavia es 1980, y que el tiempo no ha pasado. Saludos y bendiciones de parte de una panameña.
Qué Hugo eres? Tengo uno en mi memoria, en Varadero, y mientas a Canosa y veo tu foto, flaco y creo que podrías ser, pero no sé… El tiempo es del carajo. leila