Los “casos” específicos pueden servir para amplificar la política más general y de fondo sobre problemas que nos importan. Si ese “caso” genera consensos amplios sobre el problema, mejor. Si sirve para mostrar la complejidad de ese problema, si convoca voces diversas —institucionales y no institucionales, feministas y no feministas, etc.—, pues mejor aún.
Si contribuye a poner en la agenda pública otros “casos” que sólo son tales para las familias y personas cercanas porque no calan en la sensibilidad colectiva, estamos hablando de otra cosa, mejor.
Evitar la política del espasmo, de espasmo en espasmo, de aparente sorpresa en aparente sorpresa y de indignación de corto plazo en indignación de corto plazo, es uno de los caminos.
El
“caso Bécquer” es ejemplo de cuánto se puede hacer en trama colectiva, porque las mujeres agredidas por él nos lo mostraron, trenzándose. Pero el “caso Bécquer” puede ser una indignación más, un espasmo más, que se agote en la esfera pública (no así en las fibras de a quienes violentó) dentro de demasiado poco. Si se revoca la pena subsidiaria, quizás dé una cierta sensación de victoria, aunque bien se sabe que las penas carcelarias poco hacen para resolver el problema en general.
Pero el “caso Bécquer” podría ser algo más, si lo hacemos posible.
Si además de la indignación más o menos creativa, y el tono de voz más o menos alto, traducimos esa rabia política en demanda de fondo, damos un paso más.
Si sirve para recordar que más de tres años después del pedido formal y su negativa, aún
no tenemos Ley integral contra la violencia de género.
Si es la base para volver a exigir que se hagan reales los anuncios de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) de un Observatorio de Femicidios que no existe, años después.
Si nos recuerda que no hay información sobre procedimientos, garantías ni resultados de la línea telefónica de denuncias por violencia de género, más allá de la magra cifra que dieron oficialmente en 2020.
Si nos vuelve la vista sobre el eje de violencia de género del Decreto presidencial 198/2021, del cual no ha habido noticia.
Si nos permite exigir que para este y todos los casos se aplique la “Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar”, de la cual tampoco sabemos nada.
Si nos recuerda que, a pesar de las 165 consejerías que se dice que abrieron para atender a mujeres en situación de violencia, el escenario no parecería mejorar.
Si nos permite tomar conciencia de lo pírrica que es la cifra de 1200 personas atendidas en las Casas de la Mujer y la Familia en 2020.
Si nos permite pedir todo lo anterior sin que el pedido sea respondido con un “se hacen muchas cosas pero no se publicitan”, porque es deber de las instituciones rendir cuentas y, de ese modo, estar abiertas al escrutinio y a la colaboración pública.
Si nos recuerda que en situaciones de crisis, las violencias basadas en género y sexualidad aumentan, y que en Cuba hay muchas crisis cruzadas en este instante.
Si nos activa la misma indignación para Yeniset Rojas, desaparecida. O para Damari Rodríguez Domínguez, a quien asesinaron hace cinco días en acto feminicida.
Si el “caso Bécquer” trasciende al “caso Bécquer”, sin desconocerlo, estaremos más en el camino de que ni a las violentadas por Bécquer ni a ninguna otra, nos vuelva a pasar.
*Publicado originalmente en el perfil de Ailynn Torres Santana en Facebook. Se reproduce con la autorización expresa de la autora.