2017: El año de la Constitución

Copia del acta original. Cámara Constituyente. Guáimaro, 11 de abril de 1869. Fuente: Archivo Nacional.

Copia del acta original de la Cámara Constituyente. Guáimaro, 11 de abril de 1869. Fuente: Archivo Nacional.

El título de este artículo es más un deseo que una premonición. Nadie sabe si será este el año de la nueva constitución cubana, pero debería serlo, no por los anuncios oficiales entrecortados sino por la necesidad del pueblo de Cuba de contar con un magno texto, que si no nos resolverá todos los problemas –cosa que el Derecho nunca puede hacer– sí nos mostrará las reglas del juego para las próximas décadas.

La constitución que vendrá es un misterio, su posible contenido parece protegido por un dragón mítico como en las leyendas antiguas, pero la sociedad que regulará e intentará organizar es real: es la nuestra, es la vida que tenemos por delante.

Espero ansioso el anuncio de que se abrirá un diálogo nacional para discutir los pormenores de la constitución. Si es casi imposible que se convoque una asamblea constituyente, como algunos preferiríamos, sí es razonable que se realicen reuniones democráticas en barrios, fábricas y escuelas, para que la gente proponga el proyecto de país y de Estado que nos daremos.

No es justo que la constitución venga a nosotros nacida y criada, hecha y derecha, como decimos de las mujeres florecidas. Es el momento ideal para que el pueblo –es decir todos nosotros– participe en la formación del contrato social, pacto nacional del nuevo país.

Tal vez algunos piensen que exagero, que no habrá nada nuevo –que nada ha cambiado tanto ni lo hará–, pero lo que exclamo al viento es que deberíamos aprovechar este momento para resolver todos y todas juntos los asuntos acuciantes de la patria.

Una constitución no es solo una ley. Quizás lo más importante es su programa para el futuro, el testamento de una clase o varias para el futuro, el diseño de sociedad para nuestros hijos y nietos. Después vendrá lo más difícil, hacer que la letra de este documento histórico no muera en la cuna o la gaveta de un burócrata enemigo de la libertad.

La discusión sobre la constitución puede ser la circunstancia perfecta para preguntarnos qué república será la cubana, qué Estado edificaremos para cuidarnos, mostrarnos y dejarnos vivir, cómo salvaremos los valores supremos que desde 1976 nos guían, cómo conservaremos nuestros recursos naturales, nuestras playas para todos, nuestros hospitales y escuelas para toda la gente y no solo para alguna de ella.

Si alguien piensa que la nueva constitución es otro asunto para saltarse y ser sustituido por la novela brasileña yo le propongo que piense; puede ser que el nuevo texto deje una puerta abierta a una sociedad y una economía donde los canales de televisión que transmitan novelas deban ser pagados para ser vistos.

Nadie debe alarmarse demasiado, no basta con no desear el capitalismo, se trata de hacer el socialismo viable, vivible y disfrutable. La irreversibilidad del socialismo que aparece en nuestra constitución desde 2002 no basta, hace falta que la juventud crea en esto, luche por esto, y funde un país mejor.

El socialismo democrático, la república con todos y para el bien de todos pueden ser esperables si los amasamos nosotros, también con una constitución que los contenga. Para esto es necesario que la propiedad privada, que ya nos han dejado ver tras el telón del suspenso, no venga sola sino acompañada con un régimen de fortalecimiento de la propiedad social, de las cosas comunes y públicas, de la propiedad comunal y de la protección a las cooperativas, que hoy son más difíciles de fundar que un negocio privado.

La democracia es un dibujo de un niño o una niña de primaria, que tal vez padezca de casas inclinadas y chimeneas en peligro de derrumbe; pero este dibujo debe ser coloreado por el empeño colectivo para convertir la casa en un hogar y el fuego en esperanza. Esto quiere decir que el diseño democrático no basta, no se puede aspirar solo a una formal institucionalidad; hay que hacer que la pobreza desaparezca no solo en la ley sino antes que nada en la casa familiar.

La constitución puede trazarnos una nueva vida, donde participemos de los datos de la administración, donde los impuestos que paguemos sean seguidos hasta sus últimas consecuencias, donde los derechos crezcan y desborden las páginas escritas para convertirse en realidad cotidiana.

Cuba merece una constitución moderna, hija de lo más avanzado del pensamiento y la acción política y jurídica, en América Latina y todo el mundo. Ya hemos sido faro mucho tiempo, hemos alumbrado, mostrado caminos, dado ejemplos de dignidad y sacrificio, hemos sido la esperanza de muchos, el asidero de otros tantos. Ahora es el momento de ser humildes y orgullosos, de disfrutar con valentía de todo lo que la Revolución cubana ha dejado, de no olvidar a los que murieron por más libertad y más justicia, de superar con creces todos sus sueños juveniles, con nuestro arrojo y nuestro conocimiento.

Pero hay que aprender de los que han seguido luchando por cambiar sociedades desiguales, de los que han logrado organizar instituciones exitosas, derechos para nuevos problemas, garantías para esos novísimos derechos, formas de participación que superan una reunión de factores.

Para que la opción socialista quede intacta, como opción y como esperanza, debemos engordarla con argumentos y soluciones a los problemas nacionales, y esto solo puede hacerlo el pueblo. Una constitución no es un documento cualquiera, en ella se dirá qué Estado y qué administración pública tendremos, se dejará en blanco y negro quién tendrá el control de las riquezas del país y quién decidirá cómo compartirlas o enajenarlas. Una constitución deberá decidir si nuestro Estado seguirá llamándose poder popular, si haremos algo por darle el poder al pueblo para salvar el socialismo.

La nueva constitución, que ojalá discutamos este 2017, debe traer más derechos, más instituciones para defenderlos y acrecentarlos. Deberá ser un texto ejemplar sobre la protección del medio ambiente, que haga justicia a la historia de la Revolución y a la historia de sacrificio de nuestro pueblo.

Vamos a alzar los brazos para que nos vean aunque estemos al final del teatro, vamos a pedir participar en esta fiesta de refundación nacional, para que lo que logremos merezca al final la mayúscula de Constitución.

 

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