“Sin la emoción tendríamos solo datos”: una entrevista a Esther Suárez Durán

Dramaturga, ensayista, profesora universitaria y guionista de los medios audiovisuales, cuenta en su haber con numerosas distinciones y premios nacionales.

Esther Suárez Durán. Foto: Buby Bode.

El 23 de agosto de 2020 se cumplen 60 años de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas. Esta organización ha sido impulsora de importantes cambios dentro de la sociedad cubana a favor del empoderamiento femenino, la igualdad de derechos, la no discriminación por motivos de género y la divulgación de valores que permitan la viabilidad y justicia de una sociedad inclusiva.

Después de seis décadas de existencia y trabajo de la FMC, en Cuba los problemas de las mujeres no han hecho más que complejizarse. Hoy es urgente una ley de protección contra la violencia de género, una expresa regulación legal sobre el derecho de las mujeres sobre su cuerpo, una modificación del Código Penal para incorporar el delito de feminicidio, así como la instauración de servicios institucionalizados, desde la sociedad civil y/o desde el Estado para la protección, el auxilio, la acogida y la atención psicológica de mujeres sobrevivientes de violencia de género.

Algunas de estas luchas ya están en curso, las mujeres no han esperado nunca en siglos de contienda por sus derechos a que el Estado las salve de lo que ellas mismas pueden defenderse, pero la sociedad cubana, que aspira a ser socialista, tiene que ser un ejemplo de justicia, mucho más que de dificultades para estas aspiraciones.

Como homenaje a esta lucha y a las mujeres cubanas todas, comienza esta serie de entrevistas a mujeres cubanas de la Isla y de la emigración, que con sus vidas y obras realizan aportes fundamentales a la cultura nacional, por su creación, imaginación, inteligencia, aportes científicos, ejemplo cívico, educación de las nuevas generaciones, por dar testimonio de modos de vida discriminados y olvidados en el interior de nuestras casas, por su enfrentamiento a la injusticia que significa la desigualdad de género, por armar a Cuba de decoro.

Esta primera entrevista la he realizado a la destacada intelectual cubana Esther Suárez Durán. Dramaturga, ensayista, profesora universitaria y guionista de los medios audiovisuales, es Licenciada en Sociología y Master en Promoción de la Cultura. Cuenta en su haber con la Distinción por la Cultura Nacional y con premios como los de Literatura Infantil de la UNEAC de los años 1985 y 1995, de Teatro, también de la UNEAC, en 1998 y 2001 y con el Gran Premio del Festival Nacional de la Radio de 1999.

Ha sido ganadora, además, del concurso de la revista Tablas, en las categorías de Investigación y Entrevista, respectivamente, en el 2000 y el 2003. Fue premiada en el Concurso Internacional de Dramaturgia Femenina, La Dramaturgia de la Diferencia, en Italia (2004), entre otros lauros que incluyen haber sido más de una vez Vanguardia Nacional.  Cuenta con una importante obra escrita y publicada entre la que se encuentra: De la investigación sociológica al hecho teatral, ensayo publicado por la Editorial de Ciencias Sociales en 1986,  El libro del orégano, Ediciones Unión, 1997, El juego de mi vida: Vicente Revuelta en escena, Centro Juan Marinello, 2001, Baños Públicos S.A y otras obras (teatro), editada por Letras Cubanas, 2003 y Breves estudios en torno a la soledad y otras obras, compendio de textos teatrales, Editorial Gente Nueva, 2013.

Profesora, dado que usted es una creadora también para niños, niñas y jóvenes y que ha sido reconocida por esta labor, ¿qué piensa sobre la educación de las nuevas generaciones en Cuba?

En 1992 hice mi Maestría. En la investigación para la Tesina trabajé con muchos documentos del Museo de la Educación y descubrí el real concepto de educación integral para Martí. Resulta que Martí coloca la educación estética, y con ella la educación de las emociones, en el centro mismo de su sistema pedagógico. ¿Por qué?  Porque desarrollando la emoción y a través de ella el niño podía aprehender realmente Física, Geografía, Historia y un largo etcétera. Es decir, la emoción era la imantación para el conocimiento. En otras palabras, la emoción es el cemento que colabora en la solidez de la construcción. Sin ella, tendríamos solo datos, quizás un pensamiento lógico que pudiera retener y hacer funcionar la información, pero… nada más.

Creo que ya con esto que he dicho es suficiente. La mayoría de los sujetos dedicados a la Educación no solo desconocen esto, sino que no asisten al Teatro, ni a conciertos y exposiciones, no conocen la música, no saben cómo ver una obra pictórica… Nadie les ha enseñado nada de esto ni a ellos se les ha ocurrido buscar las fuentes para tal. Pero la Pedagogía USA, cuando la ocupación del país, incluyó entre las materias de estudio la Apreciación Musical y la Apreciación Plástica. Todo esto lo descubrí en el Museo de la Educación en 1992. Desde mi modesta opinión, la enorme belleza y el gozo del acto de descubrir, de conocer, está fuera de nuestro sistema. Lo consiguen contados maestros. Hay que decir que tenemos maestros muy buenos, directores de escuelas que son joyas, pero nos falta muchísimo aún. Vemos a los niños en la calle, fuera de la presión de la escuela, y muchas veces nos apena cómo se comportan. Pero —y me perdonan—, más me apenan, a veces, los maestros. Conozco algunos que no son dignos de desempeñar tal ocupación. Imagínate, si recuerdo a Luz y Caballero y el símil de “un evangelio vivo”, me parece que hay mucho por hacer, pero desde los cimientos.

¿Cree que la educación cubana institucional está a la altura de los retos de la nación cubana para este siglo?

Necesitamos, en sentido general, seres creadores, con pensamiento propio, con una gran iniciativa, honestos, valientes no solo en lo físico, sino en lo moral; sensibles, amantes del prójimo, que hagan suyo el apotegma de “con todos y para el bien de todos”, que entiendan muy bien qué alcance tiene “la dignidad plena del hombre”. ¿Nuestros métodos, nuestros objetivos, nuestros medios en la enseñanza tienen este camino?

¿Cree usted que los artistas de Cuba deben involucrarse más en los problemas políticos y sociales del país?

Sin duda alguna. Corremos el riesgo de perder el país soñado si no nos involucramos, tan profundo es el asunto. Y aquí vuelvo a invocar el inmenso poder de la emoción y la posibilidad del descubrimiento, que es intrínseca al arte. El arte te ha de mostrar lo que de común no alcanzas a ver. Se relaciona esto con la verdad. Tenemos los artistas que comprender cuán necesarios somos y para qué en la obra de todos. Tienen los gobernantes que dejar de recelar de los artistas y tienen, sobre todo, que conseguir que sus burocracias no obstaculicen la labor y el alcance de los artistas. Claro, la piedra angular de todo: los políticos tienen que ser cultos. Dejo fuera de la respuesta, porque estamos hablando temas de altura, los problemas del ego y la vanidad y los desempeños oportunistas y arribistas.

Usted es socióloga y artista. ¿Cuáles son los problemas sociales de Cuba en los que cree que el arte puede tener un impacto sanador?

Los problemas de la sociedad cubana, como de otra cualquiera, se relacionan con los contextos y esto nos remite a las diversas épocas o etapas en la historia. Viéndolo así, a mí me parece que en Cuba tenemos una asignatura pendiente que es el respeto al otro, saber respetar la propiedad, la fe, las opiniones, la forma de vivir y de ver la realidad de cada quien —siempre que ello no coarte el derecho del otro, no resulte perjudicial para el resto—. Hay que aprender a dialogar, a debatir, a negociar, a darles un espacio, un momento de reflexión en el pensamiento propio a las ideas diversas de los otros porque entre todos se llega a la mejor opción, a la mejor solución. Es necesario aprender a construir consensos y a respetarlos. Igualmente, me parece vital restablecer la dignidad (ello tiene mucho que ver con el actuar apegado al Derecho, pero hay espacios que escapan de lo normado general, por ejemplo, el modo en que el profesional de la salud trata a su paciente) y restablecer la virtud, y la virtud está relacionada con la autoridad moral.  Todos son temas peliagudos, pero el arte puede —y necesitamos que pueda—tratar con ellos.

Por último, ¿siente usted que las problemáticas de las mujeres en Cuba están resueltas, se siente protegida como mujer, quisiera que algo cambiara en el país a favor de los derechos de las mujeres o no lo considera necesario?

Este es un tema lleno de sutilezas, llevaría más espacio. Expresando lo que para mí es el matiz esencial del pensamiento femenino, la inclusividad, me gustaría que, en Cuba, todos los ciudadanos nos sintiéramos más protegidos.  Con respecto a las mujeres, enunciaré solo algunos aspectos. Continuamos teniendo el peso de la vida familiar, seguimos teniendo doble jornada, somos “las cuidadoras” por excelencia de niños, ancianos y enfermos… En este sentido, ya hay leyes que nos ayudan para que otros miembros de la familia se incorporen a estas tareas, pero aún queda mucho por trabajar en la subjetividad.

Ahora, hay que decir que existe violencia de género en la sociedad cubana. Una violencia cotidiana que se aprecia en los espacios públicos, por ejemplo, en la calle, en el transporte público. También hay una falsa cortesía o consideración, un falso decoro, porque existe irrespeto entre los miembros de la sociedad, un irrespeto que en la mayor parte de los casos tiene el agravante de ser inconsciente, y se mantiene en algunos la subestimación de lo femenino. Aún para una parte de la música cubana y algunos productos audiovisuales —que se permite su reproducción social y se premian, inclusive— la mujer es un objeto sexual. A veces me río porque pienso que los hombres de nuestra sociedad y nuestro tiempo no saben muy bien qué y cómo hacer con nosotras, aunque a nosotras también nos falta mucho por andar.

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