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Desde finales de septiembre salimos de casa para embarcarnos en una gira por cinco países: Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia (eso sin contar el concierto que le dio comienzo en La Habana).
Ha sido como volver a mi infancia. De pequeña, antes de empezar en la escuela, solía acompañar a mis padres de gira y estuve tras bambalinas, en mi cochecito, en muchas de estas ciudades. Esta vez me tocó venir como músico, haciendo coros y tocando piano, así que dentro del sentimiento de nostalgia descubrí toda una nueva faceta de mi profesión.

Antes de partir, nos pasamos un mes entero ensayando todos los días en los estudios Ojalá. El grupo, a pesar de llevar bastante tiempo sin tocar juntos, remontó el repertorio rápidamente con alguna que otra nueva adición. Durante este proceso comenzamos a armar el esqueleto de lo que sería el programa de los conciertos.
Se prepararon casi 4 horas de música. De hecho, hacíamos la broma de que con todas las canciones que montamos se podían hacer dos conciertos completamente distintos.
Por supuesto, uno ya tiene una idea de cuál va a ser el orden del programa desde antes del primer ensayo. Sin embargo, nunca se sabe hasta que se empieza a tocar. Y, aun después de planificarlo, a lo largo de la gira se hicieron un montón de ligeros cambios. O sea, podríamos decir que el programa resultó una guía general, más no definitiva.

Por mis estudios tengo un poco más de experiencia práctica en tocar música académica, lo cual en estos casos tiene una dinámica bastante diferente. En resumen, nunca había tenido la experiencia de tocar tantas veces en público un mismo concierto y descubrí que es verdaderamente enriquecedor. Frente a una audiencia se descubren cosas nuevas de las piezas y mientras más se ejecutan, más se enriquece la interpretación.
Cada concierto es una experiencia completamente distinta. La manera en que nos escuchamos, la energía del público, la voz, todo se siente diferente a medida que pasan los días.

Mi participación en los conciertos, a excepción de algunos coros, fue en un pequeño aparte familiar para homenajear a compañeros de papá que lamentablemente ya no se encuentran entre nosotros. Cantamos “Créeme” juntos, como lo solían hacer Vicente [Feliú] y su hija Aurorita; “Es más, te perdono”, de Noel [Nicola], a quien me cuentan que conocí muy chiquita, y la mítica “Yolanda”, de Pablo [Milanés]. Esta sección del concierto se concibió de una forma muy orgánica.
El preludio de estos pequeños “apartes” comenzó en España, tras el fallecimiento de Eduardo Aute. Papá y yo habíamos ensayado alguna vez “Dentro”, para un homenaje que se le hizo, donde nunca la llegamos a tocar y a mí siempre me gustó mucho su canción “Albanta”. Tanto así que me la aprendí al piano y mi mamá me grabó un videíto cantándola, para mandárselo a los Aute (nuestra familia española). Unos meses después, cuando los conciertos de España en 2021, justo saliendo de la pandemia, papá decidió incluir estas dos canciones para recordar a Eduardo. Esa fue la primera vez que tocamos juntos.

Después, en 2022, de golpe fallece Vicente y en los conciertos de México tocamos “No es fácil” y “Créeme”. En 2023 lo siguió Pablo, y en el concierto en la Isla de la Juventud cantamos “Yolanda”.

Esta vez no sabíamos si se iban a hacer todas las canciones como parte del programa, si irlas alternando entre concierto y concierto o ponerlas como bises. Sin embargo, desde que las tocamos juntas por primera vez en el concierto de la Escalinata de la Universidad de La Habana, supimos que no podíamos hacerlo de otra manera. Como dice papá: “Hay canciones que debemos seguir cantando”, y decidimos hacerlo desde la familia.
Muchas personas me preguntan qué se siente tocar con mis padres. En verdad lo disfruto mucho. Es una experiencia muy enriquecedora como músico, ya que ambos son excelentes profesionales. Precisamente por eso también puede llegar a ser un poco intimidante, pero a eso me sobrepongo.
Todo el asunto de “irse de gira” a lo mejor puede sonar muy glamuroso, pero les confieso que, cuando llevas un mes trabajando fuera de casa, con una maleta y lavando ropa en las bañaderas de los hoteles —el servicio de lavandería suele ser carísimo—, se extraña el hogar. Sin embargo, la compañía ha sido una fortuna inmensa.

Se sentía como estar en una residencia estudiantil (muy bien equipada) con un montón de compañeros y amigos que al final terminan convirtiéndose en familia. Se crean bromas internas a partir de anécdotas del día a día y eso hace que el tiempo transcurra más rápido.

En los momentos libres, a veces a deshora, se emprendieron pequeñas odiseas en busca de pizza y helado, se celebraron cumpleaños, campeonatos de juegos y hasta despojos místicos. Por eso, a pesar de estar moviéndonos constantemente de un lado a otro, apenas sin tiempo para adaptarnos, cada sitio se parecía un poco a casa, porque estábamos todos juntos.

Me llenó de afectos y ternuras conocer a gente que quiere tanto a mi papá. Eso es algo que no notaba de pequeña, o no lo entendía, pero ahora sí. El pensar que cada persona que va a los conciertos tiene una historia que la conecta con su música. Poder ver y comprender cómo todo ese amor es resultado de años y años de arduo trabajo; de tratar a los demás con respeto y de ser consecuente. Ver el resultado de su labor me inspira mucho a seguir estudiando y aprendiendo.

Para mí es un privilegio muy grande poder trabajar con mi familia y vivir todas estas experiencias juntos: Oliver, Jorgito, Jorge Reyes, Emilio, Rachid, Maykel, Olimpia, Enzo, Jurek, Amin, Abdito, Frank, Juli, Fer, Horacio, Héctor, Romina, Silvia, Kalo, Martín y, por supuesto, mis padres Niurka y Silvio. Fui la más joven del grupo, y aún estoy sacándole un provecho tremendo a aprender de músicos tan talentosos, disciplinados y, sobre todo, bellas personas.

Aunque extrañé mi casa y, sobre todo, mi piano, el haber llegado al final de este viaje me resulta un tanto agridulce. Estamos cansados, pero felices. Espero algún día poder lograr que salir de gira, más que una experiencia, sea mi trabajo, y poder rodearme de un equipo tan maravilloso como este, al que pueda llamar también familia.














Nos tomaste una foto a tu papá y a mi, afuerita de los estudios. Días después los vi en la escalinata y semanas después, en Chile, gracias a las entradas que tu papá me regaló. Fue hermoso sentirme parte de esa, vuestra gira.
Gracias por tanto!
Que linda reflexión, yo fui una afortunada al asistir a uno de los conciertos en Chile y fue realmente maravilloso, todo eso q comentas, las canciones elegidas y la muestra en escena solo nos ratifica el gran artista que es Silvio y todas las grandes personas que trabajan junto a él; todos son excelentes artistas y ya sabemos que son un gran equipo de trabajo y una gran familia. Gracias x tan maravillos días en Chile. Lo guardo en mi corazón eternamente
Malva, tu papá mantuvo la ilusión de la revolución en muchos países latinoamericanos. Fue un sueño irlo a ver, nunca pensé poder hacerlo. Mis padres y mis amigos lo escuchan en la intimidad de sus casas, como si fuera un secreto que aún nos mantiene vivos y con esperanza del cambio. Le debemos mucho. Por otro lado, fue increíble conocer a tu madre y a tí y presenciar la increíble interpretación que hicieron. Gracias a tí por tus columnas y tus fotos, que ayudan a sentirnos más cercanos de todo este proceso. Un abrazo fuerte desde Bogotá, Colombia.
Excelente crónica y reflexión, me gusta mucho como escribes y la experiencia de disfrutar el cariño de la gente a Silvio.Las canciones las sabía personas de varias generacioness y han pasado años.
Muchas felicidades familia. Gracias por todo
Con tanto amor desbordado, solo queda agradecerles.
Recuerdo desde segunda cita, como pedíamos casi a gritos “un concierto de barrio “.Y llegó el dia y la hora en que nos reunimos jóvenes y viejos llenos de nostalgias, a que ustedes nos convidaran a decir futuro. Y nos quedamos sin voz ,otros perplejos ,como mi esposo, asombrado por lo maravilloso que sonaba la flauta de tu mamá .Muchos con lágrimas en los ojos de la emoción, pero todos felices.
Se alzaron banderas en nombre de otros, aplaudimos causas y deseos de un “porvenir florido”, en aquella fiesta en la escalinata, donde tantos nos encontramos aún sin conocernos.
Y los seguimos después ,en las crónicas maravillosas de cada comentario, de cada viideo y en cada foto maravillosamente tomada desde el lente de Kaolian.
Para que lo sepan: les admiraremos siempre, por tanto amor desbordado.
Como dice papá: “Hay canciones que debemos seguir cantando”, y decidimos hacerlo desde la familia….se llenaron mis ojos de agua.
Gracias Malva, siempre esperé con muchas ansias que hicieras arte junto a tu papi y mami…cuando los vi la primera vez en ese 2021 en España, junto a ALBANTA…me llene de alegría!!!! Ya todos juntos!!!!
Gracias,!!!!! Adoro tu risa, tu amor y tu piano!!!