El sábado 23 de noviembre me aseguré de estudiar mi instrumento temprano por un concierto que no me podía perder. Me refiero a la esperada presentación “De todos los colores y también sinfónico”, de la familia López-Gavilán García. Estos conciertos se han convertido en una tradición anual desde que comenzaron a hacerse en el Teatro Amadeo Roldán hace aproximadamente veinte años.
Al entrar en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, lo primero que tuve en mis manos fue una hojita que contenía unas palabras. El texto, escrito por el Maestro Guido López-Gavilán, explicaba las obras que escucharíamos y también el gran árbol genealógico musical que estábamos por ver en acción. La tradición artística de esta familia comienza varias generaciones atrás y es una de las razones que hacían de esta presentación un concierto imperdible.
Me ha tocado la gran suerte de estar en el centro de una hermosa familia que desde distintos ángulos ofrece valiosos aportes a la cultura cubana y que gracias a las sorpresas del amor ha ido extendiendo lazos que ya conforman una extensa red en la que la música es el denominador común.
Guido nos cuenta que todo comenzó con el destacado clarinetista y pedagogo cubano Juan Jorge Junco, padre de quien fuera su esposa, la pianista y profesora Teresita Junco, junto a la cual concibió a Ilmar y a Aldo López-Gavilán Junco, violinista y pianista, respectivamente. Aldito se casaría con la directora Daiana García (alumna de Guido) y tendrían a las gemelas Adriana y Andrea López-Gavilán García, quienes estudian entre las dos el piano, la guitarra, la flauta, el bajo eléctrico y el saxofón. Ilmar se casó con la violonchelista Seoying Yang y tuvieron a Leah, que estudia piano, y a Ian, estudiante de viola.
Por otra parte, Josué García, hermano de Daiana y productor de espectáculos musicales (este incluido), se casó con la cantante Rochy Ameneiro y tuvieron a Rodrigo García Ameneiro, pianista, alumno de Aldito, casado a su vez con la violinista Tania Hasse, con quien forma el Dúo Espiral.
El clarinetista y saxofonista Alejandro Calzadilla García (“Coqui”), alumno del hermano de Teresita, Arnoldo Junco, y sobrino de Daiana, se casó con la bailarina Yuyú Vega, cuyo hijo mayor, Ronny Yunior, que estudia piano, integra la orquesta que escucharíamos a continuación junto a Tania y su sobrina violinista, Alicia Jardines.
Como bien dice Guido, “cualquier parecido de este recuento con ‘Songo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé…’ es pura coincidencia”.
Toda la música de la noche estuvo compuesta por Aldo López-Gavilán, comenzando por el “Concierto para clarinete y orquesta” dedicado a su abuelo, Juan Jorge Junco, brillantemente interpretado por Coqui y la Orquesta de Cámara de La Habana, ampliada a formato sinfónico, bajo la batuta de Daiana García.
Suerte para los clarinetistas sumar a su repertorio este concierto. Es una obra que demanda al solista gran experticia y dominio, donde profundos cantábiles alternan con momentos virtuosos de gran complejidad rítmica. Además, es el primero escrito por un compositor cubano, con el antecedente del Concertino o Pequeño Concierto para clarinete de Félix Guerrero, estrenado por el abuelo de Aldo.
Un momento especial fue la intervención de Adriana y Andrea para deleitarnos con “Luciérnagas”, obra dedicada a ellas cuando estaban aún en gestación, y a su mamá. Fue estrenada por el propio Aldo con piano y orquesta mientras Daiana la dirigía; hoy interpretada a cuatro manos por su mismísima fuente de inspiración.
Continuaron con “El Ocaso de la Hormiga y el Elefante”, obra que dio título al primer disco del compositor (Gran Premio Cubadisco 2000), una suerte de fábula musical originalmente escrita para piano y percusión; posteriormente adaptada para piano, violín y orquesta. Esa noche tuvimos el placer de escuchar la última versión con el texto escrito por Guido, narrando la historia de amor de estos dos personajes. Rodrigo al piano, Tania al violín, Rochy de narradora y en la percusión los acompañaba Jesús Estrada, quien, como dijo Daiana, es familia, de la que no es de sangre. Es una obra preciosa, una oda al romanticismo utópico, una alegoría que invita a no dejar de soñar.
Culminaron la noche con el esperado estreno en Cuba de “Emporium”, un concierto para piano y orquesta interpretado por el propio compositor, hecho hasta ahora sin precedente en nuestro país. Aldito es un excelente pianista, con una musicalidad desbordante y una técnica precisa; así nos lo demostró una vez más con su ejecución. “Emporium” se suma a la corta lista, que aún no alcanza la decena, de conciertos cubanos para piano. Posee un lenguaje universal, desde la identidad cubana, y una orquestación que explota al máximo las posibilidades sinfónicas. Aldo compuso originalmente el primer movimiento como regalo para el octavo cumpleaños de sus niñas y, poco después, cuando le encargaron el concierto, decidió agregarle la orquesta y hacer otros dos movimientos (“casi nada”).
Quiero detenerme en la dirección de Daiana, quien, además de su impecable desempeño en el podio, fungió como productora general del concierto, coordinando desde el cronograma de ensayos hasta los más mínimos detalles extra musicales, que también son muy importantes —tratándose de una producción que involucró a 52 músicos en escena, más los 8 solistas—.
Hacer un concierto en familia es una experiencia mágica. Toda la emoción que emana de las vivencias y momentos compartidos, musicales o no, multiplica la energía electrizante que sentimos al presentarnos ante una audiencia. Esto es algo que no pasa inadvertido.
Aldito fue mi profesor de piano en nivel medio y una de las personas que me ayudaron a comprender que tocar puede ser más divertido que intimidante. Por esa y otras muchas enseñanazas le estoy eternamente agradecida. He tenido el placer de trabajar y compartir con Daiana, Rochy, Rodrigo, Tania, Coqui. Todos son músicos muy serios y maravillosas personas. Vi crecer a Adriana y a Andrea; incluso compartimos maestra de piano (Hortensia Upmann). Con el resto de la familia no he tenido el placer de tocar, aunque espero hacerlo algún día.
Luego de esta reseña puede llegarse a dos conclusiones: la primera es que, efectivamente, la comunidad musical es relativamente pequeña y todos nos conocemos de una forma u otra; la segunda es que, aunque mi objetividad pueda ponerse en duda —por el cariño que les tengo—, aquel fue un concierto memorable. Y si aún no confían en mí, tienen como testigo al público, que colmó la sala y agradeció con una ovación de pie a los artistas.
Felicitaciones a la familia concertante fue en realidad un hermosísimo concierto