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El éxito depende de los objetivos que se tenga, de lo que se anhela. Para mí, una persona es exitosa cuando es plenamente feliz en el entorno que ha construido, sin molestar a nadie. No todos tenemos las mismas metas, así que no existe un modelo universal por el cual podamos guiarnos para sentirnos plenos y felices.
Si bien lo que conocemos comúnmente como éxito tiene mucho que ver con la percepción que las demás personas tienen de alguien, el verdadero viene indiscutiblemente acompañado de felicidad; porque no hablamos solo de ser exitoso en lo profesional, sino de éxito en su expresión más general. Si lo reducimos a ese aspecto, la sensación de plenitud puede ser una alegre consecuencia.
Cuando pensamos en las representaciones de personas exitosas podemos encontrar varios rasgos en común: quizá dinero, fama, una carrera envidiable. No está mal querer estas cosas, pero tampoco está mal preguntarnos por qué. ¿Acaso ese sueño, aquello que anhelamos, realmente nos pertenece? ¿O estamos siguiendo una quimera de la que ni siquiera somos conscientes, alimentada por los medios de comunicación y la sociedad? Puede ser fácil emplear años de vida persiguiendo una supuesta felicidad que finalmente resulta una simple ilusión.
Tener éxito en lo que se hace es genial, pero a la vez “alcanzar el éxito” es como estancarse. ¿Cómo progresar estando convencido de que se ha alcanzado una cima, que esa realidad está basada en la percepción ajena? Para continuar creciendo debemos fomentar nuestra inquietud, nuestra curiosidad; cualidades que a cualquier nivel nos permiten seguir progresando.
El progreso en sí es algo complicado. Normalmente hay que dedicar tiempo todos los días a una actividad determinada para progresar. Y cuesta. A veces es tan lento que llega a ser imperceptible; otras, se estanca. Y tener paciencia es difícil. De repente pasa algo y te das cuenta de todo el camino que te queda por recorrer.
A lo largo de mi vida he aspirado a ser esencialmente pragmática; sin embargo, he resultado ser una persona profundamente emocional. Cuando algo no está bien, me enfermo. Literalmente. Hace unas semanas hablaba del poder de la mente. La mía ejerce uno particularmente grande sobre mi cuerpo; incluso si pienso que lo tengo controlado, que no pasa nada y lo racionalizo; aun así, curiosamente, mis defensas bajan.
Supongo que todo es parte del proceso. Me gusta vivir intensamente pero tampoco hay que exagerar. Hay que tener paciencia, confiar en los altos y bajos, incluso aprender a disfrutarlos. Porque para beneficiarse del progreso hay que pasar por un proceso (generalmente trabajoso y difícil, pero al final altamente satisfactorio).
Esta carrera es un salto de fe, de amor. No tenemos garantía de nada; solo estamos haciendo lo que nos hace felices. Nunca se sabe lo que augura el futuro. Está bien tener objetivos a los que aspirar, pero la verdadera magia se encuentra en el proceso: desarreglado, irregular, lleno de errores; progreso del bueno, del de verdad. En medio de esta vida tan volátil, al menos se puede tener la garantía de que, haciendo lo que se ama, se encontrará felicidad en el trabajo diario.
Soy muy joven todavía. Es casi irónico que esté reflexionando sobre el éxito, cuando ni siquiera sé cómo se sentiría el alcanzar un punto en la vida en el que sienta que es suficiente, que he llegado a donde quería estar. ¿Acaso eso es posible? Sé lo que me gusta hacer, pero no tengo idea de a dónde quiero llegar, o siquiera de a dónde puedo llegar, y menos aún sé cómo.
En fin: no sé si algún día alcanzaré ese éxito tan preciado del que se habla, pero sí que dedicaré cada momento a vivir intensamente, a emocionarme por las pequeñas y grandes hazañas diarias de aprender. No será perfecto, pero sí muy estimulante.
Darle tiempo al tiempo y mantenerse haciendo aquello que te hace feliz, resulta una gran ventaja y privilegio.Si tienes la paciencia de mantenerlos y escuchas los aplausos que recibes cuando terminas de tocar el piano sin importar el lugar, entonces ve y recoge el éxito de ese momento, porque justo, esos aplausos te dirán, que has hecho feliz al que estaba presente y has creado espectativas para quien no pido ir.Eso también es éxito .
Sigue ese camino muchacha bonita que muchas cosas buenas te esperan al final.
Desde el público, aplaudo también el desenfado con que escribes.
Creo que tus reflexiones, son maduras, apresar de tu juventud, eres una chica con los pies bien puestos en la tierra y eso, de entrada, ya habla de algún tipo de éxito. Te falta mucho por recorrer y en el camino encontrarás la sabiduría que te hará crecer y llegar al éxito, si estás abierta a todas las posibilidades. Siempre he admirado el trabajo de tu papá y ahora admiro el tuyo, pues, aunque eres totalmente diferente, tienes un pedacito de él en ti. Saludos desde Tlaxcala, México.