Para llamar al sueño nada mejor que encender el televisor y hacer zapping hasta encontrar una voz arrulladora, que narra, que remarca todo lo que está pasando frente a nuestros ojos pero que es más invisible que el oxígeno: un guepardo intenta atrapar un antílope no para llevar bocado a su familia, sino para simplemente ejercitarse; algunos chimpancés se acicalan porque solo tocándose mutuamente es que logran transmitirse cariño y confianza; una ballena jorobada no irrumpe la danza de un cardumen de anchoas para trágaselas, solo juega con ellas porque está aburrida. Y ahí, en las idas y vueltas de esas explicaciones, empiezan a caer los párpados, hasta la suspensión total.
Estas naturalezas, lejanas e inhóspitas, no solo saben conducirnos a la espiral de un sueño insondable, sino que también nos sumergen en atmósferas tan inverosímiles que parece que estamos frente a un guion de ficción y, así, todo se trasmuta en irrealidad: ¿De verdad estas cosas pasan en algún lugar del planeta? ¿Los animales tienen esos comportamientos tan conscientes? ¿Esos seres microscópicos existen y son tan importantes para determinado ecosistema? ¿Cómo llegan a filmar todas estas cosas sin molestar y / o espantar a los animales?
Pues bien, Our Planet (Netflix, 2019) responde a estas preguntas y a otras; y además genera cuestionamientos muy precisos sobre la malograda y devastadora vida humana, que superan con creces el propio argumento de la serie, mientras se repasan una y otra vez aquellos discursos a propósito del cambio climático y las violentas alteraciones medioambientales que sufre el planeta hoy.
No obstante, lo mejor de todo lo que vemos es que, lo último que el espectador puede experimentar frente a la pantalla del televisor, es sueño, sencillamente porque todo lo que se presenta parece estar tutelado por el género cinematográfico de la acción: las imágenes son dinámicas, inquietas, misteriosas, impactantes y hasta devastadoras, como aquella escena filmada en Rusia donde varias decenas de morsas, al no encontrar hielo, suben un acantilado… que nunca debieron alcanzar. Al no estar preparadas para andar a esa altura, caen sobre las rocas, en una muerte atroz y dolorosa.
Our Planet (Nuestro Planeta) es tal vez la puesta en escena más ambiciosa que, en materia documental, se ha dado desde que a alguien se le ocurrió filmar animales y paisajes y, por medio de estos, contar historias. El mensaje brilla, puntual y continuo: Este planeta es nuestro hogar, pero no estamos solos en él, tenemos que compartirlo, respetarlo y, sobre todo, cuidarlo. Si seguimos atentando contra él, invariablemente estamos atentando contra nosotros mismos.
La serie fue rodada durante cuatro años, en más de 50 países y con la colaboración de unas 600 personas. Para su realización se utilizó la última tecnología en materia de producción audiovisual y, el guion, aunque fue construido cuidadosamente por importantes investigadores, conservacionistas y científicos, nunca cae en tecnicismos ni baches teóricos, ni en falsa poesía, por el contrario, se especializa en decirlo todo utilizando un lenguaje universal, contundente y de fácil acceso.
La calidad de la imagen es insuperable y la infinidad de contextos plasmados casi que se pueden tocar, conformando así lo que podría ser una suerte de lírica visual y básicamente táctil. Por otra parte, el diseño sonoro no solo es impecable, sino que cuenta una historia en sí misma, invocando emociones puntuales.
La versión inglesa cuenta con la imponente voz en off de Sir David Attenborough, mientras que las versiones dobladas al español cuentan con la participación tanto de Penélope Cruz como de Salma Hayek. Todas las voces cargan a cuestas una inestimable proyección dramatúrgica que, más que envolver al espectador, lo que logran es hacerlo parte de la narración.
Cada capítulo de Our Planet es tan franco y pedagógicamente exacto que deja al espectador atónito y maravillado. Nadie se salva del asombro. Lo que vemos a cada minuto es el formidable despliegue de la épica que tiene la naturaleza, completamente desnudada y sin posibilidad de distorsión: nos llevan hasta el escondrijo más recóndito de un desierto africano, nos sitúan en una densa y húmeda selva sudamericana, después nos pasean por las gélidas y remotas planicies del ártico y, de ahí, nos trasladan a la cuenca más oscura de un océano. Mientras todo esto, lo que pasa es la vida en sí misma, con sus mínimos y máximos, con sus personajes más comunes y los más exóticos e impensables.
La serie tiene un poder oculto: la inmensidad que retrata apela a la empatía y a la sensibilidad. No se queda en la simpleza de una alegoría que homenajea la vida y resalta la perfección de nuestro mundo, sino que con cada escena forja una conciencia y hace una invitación directa a la acción, antes de que todo el daño que hemos causado a la naturaleza sea irreversible.
Aquí no hay omisión de realidades y es así como aparecen un par de dispositivos expresivos que la gran mayoría de documentales de este tipo habían excluido hasta el momento: la crítica y la alarma.
“Hace solo 50 años, finalmente nos aventuramos a la Luna. Por primera vez, miramos hacia nuestro propio planeta. Desde entonces, la población humana se ha más que duplicado. Esta serie celebrará las maravillas naturales que quedan y revelará lo que debemos preservar para garantizar que las personas y la naturaleza prosperen…” así comienza Our Planet… y ya después no se puede parar.