Los jóvenes millennials en Estados Unidos protagonizan, sin ponerse de acuerdo para ello, una inesperada reacción a Donald Trump: están volviendo a leer periódicos.
La revista Politico, una de las más prestigiosas en análisis sobre esos asuntos, ha publicado hace unos días un reporte acerca de cómo han ido incrementándose las suscripciones a la prensa entre usuarios en el rango de edad de 18 a 34 años.
Todos quedan perplejos al comprobar que se va corrigiendo, aunque sea mínimamente, la tendencia que inauguró Internet: durante los últimos veinte años los periódicos tradicionales han tenido cada vez más dificultades para mantener su negocio en un ambiente de saturación informativa global.
Los estadounidenses jóvenes que ahora gastan dinero en noticias son nativos digitales; es decir, son precisamente aquellos de los que menos se podía esperar un regreso al gusto por las ediciones “serias” de la prensa “formal”.
Ellos han crecido influidos por la idea de que los datos deben vagar libremente, sin restricciones. Son los hijos de los social media y, sin embargo, algunos indicios dan cuenta de que se sienten cada vez más satisfechos por obtener información periodística de calidad, aún cuando haya que pagar por ella.
Desde las elecciones de noviembre de 2016 cuando Trump salió presidente, varias marcas han empezado a sentir el “cambio”. Según afirma Politico, The New Yorker, por ejemplo, ha visto duplicarse el número de suscriptores millennials en relación con el mismo período del año anterior. The Atlantic reporta algo similar: el número de nuevos suscriptores de entre 18 y 24 años saltó 130 por ciento para suscripciones de ambos medios, impreso y digital.
Un portavoz de The Washington Post ha dicho que la tasa de crecimiento de suscriptores es más alta entre los millennials, mientras que un representante de The New York Times reconoció que su periódico estaba “viendo tendencias similares” en las suscripciones.
The Wall Street –una gran sorpresa– confirmó que ha duplicado sus suscripciones estudiantiles en el último año. Y un portavoz de Economist dijo: “Estamos viendo que los grupos de edad de 18-24 y 25-34 años han sido los principales impulsores de nuevas suscripciones”.
Según el informe Digital News Report del Instituto Reuters, Estados Unidos fue, entre 36 países estudiados, el que registró el aumento más importante durante el último año del número de personas que pagaron por noticias en línea. En doce meses, saltó del 9 al 16 por ciento.
Uno de los autores del informe, Nic Newman, encuentra una relación entre la posición política y el hábito de leer noticias provenientes de medios del mainstream, de marca.
Este aumento, dijo, “está impulsado por personas de la izquierda y es más probable que las personas más jóvenes estén en la izquierda”.
Además, agregó que el 29 por ciento de los estadounidenses que respondieron a una encuesta realizada para este estudio, dijo que su razón para pagar por noticias era “querer ayudar a financiar el periodismo”. Hermosa motivación.
Stephanie Edgerly, profesora de la Escuela de Periodismo Medill de Northwestern, reconoció que el consumo de periódicos, en digital o en papel, “representa ciertos tipos de valores con los que te quieres asociar y que se vuelven aún más importantes en este clima político”.
Según el reporte de Politico, en la era de Trump, andar por la calle con una edición de The New Yorker o de The Atlantic sirve como una pequeña muestra de resistencia, en un ambiente donde el Presidente mantiene una fuerte hostilidad con los medios de comunicación tradicionales.
Pero no hay que olvidar que esto es solo un amago. Según el estudio citado del Instituto Reuters, el 84 por ciento de los estadounidenses no paga por las noticias en línea. Ni las suscripciones son baratas, ni los medios tradicionales logran competir con el gran océano de relatos sobre hechos de actualidad que inundan la red y que provienen de fuentes increíblemente diversas; algunas muy ajenas al periodismo. Lo cierto es que en Estados Unidos hoy, saber quién lee qué y cómo, es relevante para imaginar cómo los estadounidenses conviven con su presidente.