Los golpes enseñan. Así acostumbraba a decir mi abuela con todo el saber de sus años. Y llevaba razón.
Para Santiago de Cuba, en materia de huracanes, ninguna experiencia ha sido más aleccionadora que la de Sandy, por traumática. Hace cuatro años aquel huracán categoría 2 impactó con saña la ciudad y descorazonó de golpe a su gente. Pero junto al dolor y la desolación, dejó también importantes enseñanzas para el futuro.
Ahora que Matthew comienza a afectar el oriente cubano con toda la fuerza de su categoría 4, evoco la terrible experiencia de Sandy y rememoro ocho lecciones que bien pudieran servir para prevenir y paliar daños mayores. Espero que ante el fenómeno que llega, la memoria sea una clave certera para enfrentarlo.
1. Información ante todo. Sandy demostró que lo más devastador no es la potencia del huracán, sino el desconocimiento y la subestimación por parte de la gente. Por lo visto, en los medios de comunicación esta vez no ha faltado el abordaje constante y abarcador sobre Matthew.
2. La prevención como valor fundamental. Cuando Sandy pasó, la sorpresa y la falta de experiencia mellaron la capacidad de enfrentamiento y dejaron no pocos cabos sueltos. Ello hizo pagar, por ejemplo, con largos días sin corriente elétrica y servicio telefónico, a pesar del intenso trabajo para reponerlos.
Esta vez ya vienen en camino dos convoyes de ferrocarril con equipos para restaurar los daños, lo cual hace suponer la recuperación será más rápida. Además, el tiempo de espera por la llegada ha permitido desmontar antenas de WiFi, Farolas y anuncios.
3. La evacuación no es una opción, sino un imperativo. Así está establecido en las políticas gubernamentales de protección, pero ante Sandy la premura y la incredulidad llevaron a muchos a permanecer en sitios vulnerables. Más tarde debieron huir en medio del huracán e incluso hubo que lamentar muertos por derrumbes.
4. Lo más valioso es la vida. Ningún recurso, objeto o bien, por importante que sea, merece correr riesgos innecesarios, como algunos hicieron cuando Sandy. Para los guantanameros, que no conocen la dimensión de un huracán como Matthew, el consejo es doble. No subestimen.
5. Tomar conciencia de las dimensiones posibles de los daños. No solo en el plano material, sino también psicológico. Ello no es fácil. Tras el paso de Sandy por Santiago, sus habitantes quedaron en shock ante tanta destrucción, aunque finalmente lograron acusar el golpe, gracias en buena medida al apoyo nacional e internacional.
6. No descuidar la salud. Ello es válido lo mismo antes, durante que después del huracán. De esta forma, a la par de las instituciones médicas podrían minimizarse brotes de enfermedades contagiosas como dengue y cólera, como los que siguieron al impacto de Sandy hace cuatro años.
7. Sumarse cuanto antes a la recuperación. Por grandes que sean las afectaciones no se resolverán con lamentos, sino con trabajo. La casa, la cuadra, la comunidad, son los entornos ideales para comenzar. Así hicieron los santiagueros cuando Sandy y esperamos así vuelva a suceder tras el paso de Matthew.