Resulta que este viernes, el segundo de octubre, es el Día Mundial del Huevo. No es un chiste, es una fecha establecida por la International Egg Commission que se celebra en un centenar de países desde 1996 con la idea de destacar la importancia del huevo en la alimentación humana y sus ventajas para la nutrición y la salud.
Puede que a muchos celebrar este día les parezca una extravagancia injustificada. Y puede que un mundo sacudido por guerras y huracanes, esta perspectiva tenga su lógica. Pero, al menos desde la visión del cubano promedio, el huevo sin dudas se lo merece. Me explico.
Tomemos distancia de sus probados valores nutritivos, de su riqueza en proteínas, vitaminas y minerales, de sus aportes antioxidantes y en ácidos grasos que benefician la salud cardiovascular. Olvidémonos de que, por estos motivos, resulta ideal lo mismo para diabéticos, celíacos y alérgicos a la lactosa, que para las personas más normales y sanas del mundo.
Dejemos a un lado todos aquellos mitos con los que hemos crecido desde la infancia y que la ciencia se ha encargado de derribar como castillos de naipes. Hagamos caso omiso a que en realidad no engorda, ni aumenta el colesterol en sangre, ni ralentiza la digestión, ni multiplica el riesgo de sufrir un infarto, ni la yema es dañina por su alto contenido de grasas.
Desechemos incluso el dato de que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) lo ha catalogado como el alimento más completo que existe después de la leche materna, y que son incontables los nutricionistas y los médicos que lo recomiendan como un elemento imprescindible de la dieta.
Todos estos, en realidad, resultan argumentos objetivos e irrefutables, datos más que suficientes para promover su consumo en cualquier parte del mundo. Pero en Cuba las razones para homenajear al huevo son, digamos, más afectivas.
El huevo es, desde hace muchos años, el salvavidas de la cocina cubana. Un alimento la mar de socorrido que basta con hervir o echar en grasa caliente para complementar el más sencillo plato de comida. O mezclar y revolver antes de pasar por el fogón para preparar las tradicionales tortillas y revoltillos. Con arroz, un pedazo de aguacate o plátano maduro frito, el huevo integra la santísima trinidad que los mayores acostumbran a llamar “comida de prostitutas”, aunque dicho más crudamente. Fast food a la cubana.
Si alguien hiciera un hit parade de la culinaria doméstica en la isla, esta variante alimenticia bien podría estar en la cúspide. Probaría así que en cuestiones de aceptación popular, lo más importante no es la elaboración “artística” sino la facilidad para resolver un dilema tan perentorio como el de un estómago suplicante y un refrigerador en estado de coma. Y a algo que te salva en los momentos más duros, necesariamente se le toma cariño.
Si ya usted quiere ponerse creativo, y tiene los recursos para hacerlo, entonces puede apelar a recetas más elaboradas. Acompañar al huevo con queso y jamón, usar condimentos sofisticados, mezclarlo con vegetales o echarlo incluso a los espaguetis. También puede utilizarlo para empanizar carnes y pescado, o emplearlo de mil maneras en la repostería, como saben hacer tan bien las abuelas cubanas. Y cualquiera de estas posibilidades, una vez paladeadas, no son intrascendentes para la memoria afectiva.
Hay otros hechos que vinculan al huevo al imaginario colectivo de los cubanos. Como los tantos y tantos que se lanzaron en los años ochenta, en los actos de repudio a quienes se iban por el Mariel o a los que eran acusados de contrarrevolucionarios. También los que se tiraban de mala fe a alguien que no le caía bien al lanzador, o incluso los que se dilapidaban en peles callejeras de muchachos. Hoy ya no se tiran muchos huevos en la isla.
La década del noventa revalorizó al huevo en Cuba. La depresión económica lo convirtió casi en un banquete y pulularon los chistes de las peleas ganadas por él contra el “prepotente” bistec. Y aunque la situación ha mejorado desde entonces, el respeto ganado por el huevo en aquellos años se ha mantenido. La gente lo reverencia y lo persigue como el posible salvador del día y no son raras las colas allí donde se expende. Puro cariño.
Así que hoy, qué decirle al huevo. Pues, gracias por acompañar a los cubanos tan fielmente incluso en los trances más difíciles, en los períodos más “especiales”. Gracias por reaparecer siempre a pesar de silencios e incomprensiones, con la modestia de quien no espera más agradecimiento que una buena mordida. Gracias por aliviarnos el estómago y el bolsillo, y demostrar que la sencillez natural puede valer tanto o más espiritualmente que el plato más elaborado. Y gracias, claro, por contribuir a nuestra salud con tus valores tan nutritivos y ayudar a contrarrestar así la mucha chatarra y comida insana que se come por ahí.
Bendito seas entonces, huevo. ¡Felicidades!
Jajaja muy bueno, me rei mucho!!