Beberse un daiquirí helado es como beberse de un solo trago el mar. Es lo que parece cuando ves el trago, cuando miras debajo del borde de la copa bordeada de escarcha y la cima frappé. Es lo que sintió Ernest Hemingway cada una de las veces que se lo tomó acodado en la barra del Floridita, su bar preferido en la Habana, o de camino a su casa en Finca Vigía.
Esta bebida siempre le pareció única y que en La Habana era donde mejor se le podía disfrutar. Al instante de paladearla se iba al mar, al lugar donde «la ola se aleja de la proa de una nave y se rompe cuando la nave se desplaza a 30 nudos », tal como escribiera en el libro Islas en la corriente.
El responsable de la predilección por el daiquirí del Premio Nobel de Literatura 1954 y de tantos otros en el mundo es el catalán Constantino Ribailagua y Vert, a quien todos llamaban Constante y que fue primero barman del lugar y luego su dueño a inicios de los años 30.
La historia del Floridita se remonta a 1817, año en que fue abierto por un comerciante español en la céntrica esquina de Obispo y Monserrate, en pleno corazón de la Habana Vieja, bajo el nombre de La Piña de Plata. Años después el lugar se conoció como La Florida, y que derivó en el que conocemos hoy.
Constante fue quien creó para Hemingway la bebida que el escritor bautizó como “Daiquirí salvaje”, un trago especial con doble ron, sin azúcar, unas gotas de marrasquino y jugo de toronja.
Por suerte el maestro no dudó en traspasar su saber y su cóctel, producto estrella del Floridita, tiene hoy numerosas variantes. Algunas de ellas son el vegetariano, a base de aguacate y pepino; el maridado, con los puros cubanos y toques de miel de abeja y chocolate; y el tropical, que combina la guayaba y el melón.
El Floridita está por celebrar su 195 cumpleaños junto a los 113 del nacimiento de Hemingway el próximo 21 de julio. Todos han coincidido en celebrar ambas fechas por todo lo alto, por eso elaboraran el daiquirí más grande del mundo, que será contenido en una copa de 250 litros de capacidad.
No podría ser mejor regalo para el autor de El Viejo y el mar, quien según cuentan se tomaba varias copas en el lugar o llevaba un termo en el que guardaba algunos tragos para el camino. El día que no lo llevaba se lo servían en una copa especial de la que iba bebiendo mientras el chofer lo conducía hasta su casa en Finca Vigía.
Si visita El Floridita y pide un daiquirí no se sorprenda si Hemingway, desde una esquina de la barra e inmortalizado en una escultura a tamaño natural hecha por el escultor José Villa Soberón, le guiña un ojo por lo acertado de su pedido.