Fotos: Leopoldo Luis
La policromía es tal vez el signo distintivo de la imaginería española de los siglos XVII y XVIII, en pleno auge barroco. La religiosidad popular y el peso relativamente bajo de las tallas en madera (que permitía cargar las imágenes en procesión), estimularon a los escultores iberos, dando rienda suelta a su talento para crear obras de un realismo impresionante (como el San Jerónimo de Juan Martínez Montañés, esculpido en Sevilla alrededor de 1610).
Una estatua polícroma fundida en bronce recuerda al poeta irlandés Oscar Wilde, reclinado sobre una roca en el Merrion Square de la ciudad de Dublín.
Esculturas vivientes y de aspecto estrafalario irrumpen sin aviso en nuestro paisaje urbano. Pletóricas de colorido y originales texturas, suelen atraer hacia sí la atención de los paseantes en el boulevard de Obispo y sus vías aledañas en La Habana Vieja, ora inamovibles, ora interactuando con sus admiradores de turno. Teatrales y expresivas siempre.