Un equipo de investigadores canarios y cubanos, coordinados por el catedrático de Zoología de la Universidad de Oviedo Jesús Ortea, hará un inventario exhaustivo de la biodiversidad en Cabo Verde, al tiempo que prepararán un libro sobre las babosas marinas en este archipiélago.
En una entrevista a EFE Jesús Ortea explica que el proyecto se hará en julio y agosto en la isla de Sal con el patrocinio de la Fundación Mirpuri, involucrada en el estudio científico, la recuperación de los hábitats marinos y la protección del medio ambiente, particularmente en la eliminación de los plásticos de un solo uso.
El proyecto estará gestionado logísticamente por Manta Diving Center y Nuno Marques da Silva, un centro de buceo único en el trabajo de protección y recuperación del medio ambiente, y que ha hundido dos barcos para crear los primeros arrecifes artificiales en Cabo Verde, una experiencia que podría ser extrapolable a Canarias.
El catedrático ha participado a lo largo de su trayectoria en 26 proyectos de investigación y en más de 40 campañas de inventario de la biodiversidad marina en Canarias, Cuba, Cabo Verde, Costa Rica, Galápagos Martinica, Guadalupe, entre otras regiones, donde siempre se han hallado nuevas especies de moluscos marinos, babosas y caracoles.
En Cuba ha realizado campañas desde hace unos 30 años e indica que en cada campaña se descubre del orden de entre 15 y 20 especies nuevas, por lo que considera que el archipiélago cubano “es un mundo por descubrir”, lleno de arrecifes inmaculados.
Los arrecifes de coral son muy sensibles al buceo masivo y por ello se han creado los artificiales, que se colonizan rápidamente de especies en un ambiente adecuado y que es una iniciativa que en Canarias también está estudiando el Cabildo de Tenerife.
De hecho, explica el investigador, uno de los creados en Cabo Verde es ya el segundo arrecife en la bahía de Santa María con mayor biodiversidad, un trabajo de un pequeño centro de buceo que debería ser un ejemplo a seguir por otros en todo el mundo.
Al respecto, indica que en Canarias debería haber pequeñas reservas de biodiversidad, “pequeños santuarios” en los que no se permita ningún uso extractivo, y en el caso de Tenerife se podrían establecer “puntos calientes” en el que las especies marinas estén “protegidas de todo y de todos”.
Canarias es una estación de tránsito en mitad del océano pero la presión humana ha provocado que, en determinadas localidades, se hayan perdido más del 30 por ciento de las especies de moluscos que habitaban en la zona intermareal, la que se sitúa entre los límites de la bajamar y la pleamar.
El intermareal es la zona con mayor diversidad pero “lo estamos machacando” con la construcción de paseos, puertos deportivos y playas artificiales y, advierte el investigador, en estas últimas el ecosistema es “estéril”, no hay “nada” de vida, si las comparas con el medio natural.
Al respecto, recuerda Jesús Ortea que en 1980 empezó a muestrear en El Médano (Granadilla de Abona) y en una sola marea, entre las algas y debajo de las piedras, colectaba de 40 a 50 especies de babosas marinas diferentes.
Quince años después no pasaba de las 15 especies, prosigue el investigador, quien indica que otro sitio “machacadísimo” es la Punta del Hidalgo, también en Tenerife, un lugar ideal para un santuario de la biodiversidad donde descubrió una nueva familia, un nuevo género y seis nuevas especies a lo largo del tiempo.
Además la práctica masiva de buceo puede “destrozar” el ecosistema de las cuevas submarinas por la emisión de burbujas, y cita como ejemplo El Veril en Playa Chica (Lanzarote), donde han dañado la vida en el techo de las más frecuentadas, lo que no ocurre en las más alejadas o de difícil acceso.
El zoólogo, que ha descrito 812 especies nuevas de moluscos, 95 de ellas en Canarias, 43 en Cabo Verde y 392 en Cuba, precisa también que sería conveniente realizar muestreos regulares en las cuevas submarinas canarias para determinar si hay variación de especies a lo largo del año, pues los que se han realizado hasta ahora no son sintomáticos.
Insiste el investigador en el riesgo para la diversidad que conlleva la masificación de lugares de costa y cita como ejemplo el de que si antes eran 200 las personas que movían las piedras de todo el litoral para coger cangrejilla y utilizarla de carnada, ahora lo pueden hacer también 200 pero cada fin de semana y en unas pocas playas, donde cada piedra sufre un volteo continuo cara arriba-cara abajo, y sin respetar las vedas.
Por ello piedras que antes mostraban sus esponjas, algas, cangrejos y otras especies “ahora están peladas” en todas sus caras y advierte Jesús Ortea de que en un metro cuadrado de rocas la presión humana puede hacer que mueran millones de ejemplares de especies marinas.
“La diversidad no está ahí para hacer un mal uso de ella, sino para dejarla tranquila”, resume el investigador que, entre otras distinciones es miembro honorario de la Sociedad Cubana de Zoología, que le otorgó en 2014 el Premio Gündlach de Biodiversidad.