Vegueros de Pinar del Río respira, aún le responden algunos signos vitales. Su reñida victoria contra los Cangrejeros de Santurce (Puerto Rico) le ha devuelto el alma al cuerpo. Les ha valido para pegarse, con sus propias manos, un par de palmaditas en el rostro y sacudir un poco el espanto que los oprime. No es fácil ver la muerte venir, de frente, sosegada, que tienda la mano y susurre: “dos oportunidades, solo dos, las tomas o ya sabes”.
La tropa de Alfonso Urquiola ha mirado al cielo y ha suspirado. El primer triunfo en la Serie del Caribe llega en el momento justo, cuando el agua tocaba el tope y amenazaba con terminar con las esperanzas, con el sueño de volver a ser protagonistas en una lid respetable.
Fue una noche trepidante, repleta de sobreexcitaciones, de errores arbitrales, de lluvia, de decisiones controvertidas de los managers, de juego pequeño, de nuevo lluvia, y de rigidez, sobre todo eso.
El hervor del Hiram Birthorn duró hasta que el pizarrón indicó que se jugaba un partido extrainnings, que se abría la parte baja del décimo capítulo, que ambos planteles iban abrazados a dos carreras a esta altura del choque y que si Pinar del Río pisaba el home plate, los Cangrejeros quedarían al campo frente a su propio público y los cubanos se marcharían a dormir con el triunfo como almohada.
Pero hagamos un recuento de lo que había ocurrido antes. En la entrada inicial, los locales abrieron fuego; bueno, aprovecharon el reguero de envíos lanzados por Yosvani Torres desde el box y con tres bases por bolas y un solitario hit, rompieron el celofán. Vegueros ripostó. Un tubey a la banda derecha de Luis Yander La O y un trueno remolcador a la pradera central de Yulieski Gourriel se combinaron para igualar el choque.
Tras el impasse de la lluvia, Eduardo Pérez le aplicó la grúa al abridor boricua Iván Maldonado para traer desde el bullpen a Andrew Santiago que permitió que los pativerdes se fueran delante en el marcador tras un cañonazo al left de Saavedra. A Santiago lo relevó Santiago, pero de nombre Mario, principal responsable de que Cuba no anotara más carrera hasta las postrimerías del encuentro.
El derecho maniató al lineup antillano sin compasión, a base de velocidad y una slider que vio como los swings le pasaban bien lejos. Cinco entradas sin producción, donde únicamente hubo cabida para ponches y conexiones mansas a manos de la defensa. Coyuntura que aprovecharon los Cangrejeros para expulsar del montículo a Yosvani Torres e igualar la pizarra. En su rescate vino Erlis Casanova, que lanzó bien poco pero con una gran calidad.
Detrás fue el turno para el taponero Mendoza que esta vez tuvo que venir desde un tempranero séptimo innings. El pinero estuvo a la altura de las circunstancias; el contexto pedía flema, y la tuvo, el escenario exigía erguir el pecho, y lo hizo, con su recta de humo, con su mesura -quizás haya que darles gracias a los nipones-.
De ahí para adelante todo fueron amenazas que terminaron en scones, entradas que se dilataron por la afluencia de corredores en circulación pero que terminaron muertos en las almohadillas. Hasta que llegó el décimo capítulo, aquel donde el Hiram Birthorn pasó del rugido al silencio, de la ebullición al pasmo.
Frank C. Morejón conectó una rolata que salió de su madero aferrada a la línea de cal que bordea el tercer cojín, el antesalista recogió la conexión con su mano enguantada, soltó la rawlings, pero esta sobró al inicialista. El cátcher capitalino ancló en la intermedia y dio paso a las veloces piernas de Yosvani Alarcón que pusieron en punto de mate a los boricuas. Correspondía el turno al bólido de Roel Santos. ¿Sacrificio? ¿Emergente?
Nada de eso. Fernando Cabrera miró a Alarcón desde el box, lo acercó a segunda base con la vista, se llevó el guante al pecho para comenzar el wind up, enfiló hacia el centro de la mascota de su receptor pero la bola nunca llegó. Salió volando tras impactar el swing del Santo de Roel y pasar por encima del camarero y caer entre el right y center. Boricuas al campo. Hay vida en San Juan.