Sus pilotes se hunden en la bahía. La mirada reverbera con el reflejo del sol en las aguas o se pierde en las montañas lejanas. Unos metros más allá, los barcos descargan su valioso cargamento o el crucero deja ver su inconfundible apostura. A un costado, los muchachos ejercitan sus músculos jugando al baloncesto.
Mientras disfrutas de la conversación en ese entorno, puedes probar la langosta grillé, el camarón enchilado, el pargo… o tal vez prefieras un arroz a la marinera, aderezado por chatinos y un Daiquirí.
El servicio se presta en las dos monedas que ahora mismo circulan en Cuba —CUC y CUP―, “todo con suma cortesía”. No lo hemos podido comprobar, pero así lo asegura José Meriño, administrador del restaurante Club Náutico, en la bahía de Santiago de Cuba. Abre a las 10:00 de la mañana y cierra solo al filo de la medianoche. .
Años ha
Este lugar comenzó a languidecer desde los setenta del pasado siglo… y acabó en ruinas. Pocos años atrás, algunos se arriesgaban todavía a alcanzar su plataforma caminando sobre vigas herrumbrosas, ora para rememorar viejos tiempos, ora para robar un beso en sus recodos.
En verdad, los santiagueros nunca se resignaron a perder un sitio tan singular. Vinculado a la entrada marítima de la ciudad, a la Alameda Michaelsen y a su historia, hará un lustro fue rescatado del abandono, el salitre, la desidia… y devuelto con nuevas funciones tanto a lugareños como a visitantes.
Una casita alquilada a finales del diecinueve por el señor Roberto Masón y sus amigos para guardar botes de sus propiedades, resultó la génesis. Una casilla de mayor porte, conocida como “Baños de Valiente” la sustituye, hasta que el 10 de abril de 1893, el Club Náutico se instala con una notable membresía.
Maderas preciosas, corredores laterales, amplias arcadas, mueblería de lujo y resguardo de las embarcaciones en sus sótanos. Tal es la imagen que devuelven fotografías de sus primeras décadas.
Sucesivas ampliaciones le dotan de salón de gimnasia, baños, taquilleros; así como partidas de botes de velas, remos, yates de diversos tipos y otras embarcaciones. Zonas rellenadas permitieron instalar canchas deportivas.
El Club Náutico, como sociedad deportiva y de recreo, sólo cedía ante el “Havana Yacht Club”, afirma la prensa de la época. Aunque menos exclusivo que el capitalino, su membresía era aprobada por la junta directiva y exigía el pago de una cuota a sus asociados.
En los años sesenta, la instalación fue Sede de la Dirección Regional de Deportes y consecuentemente prohijó eventos de diversos tipos y fue escenario de otros, desde el nivel de base hasta el internacional.
El Club Náutico es testigo hoy de las transformaciones para celebrar el medio milenio de su fundación. Lugar con personalidad propia dentro del vibrante entorno de la bahía de Santiago de Cuba. Tal vez allí, después de cruzar el puente y encima de sus aguas, pueda vivir un momento inolvidable.
Buen artículo
Pero no tiene que ver el actual con el que se ve en la foto. Mucha diferencia en el buen gusto.