Atrás queda el trueque y el bullicio de La Habana Vieja. Tras sólo cinco minutos de travesía por mar en la célebre “lanchita” y se arriba a Regla, un pueblo apacible que parece ciudad de provincia.
A lo largo del año sólo un par de jornadas hacen de Regla una localidad colmada de visitantes y agitación. Son los días 7 y 8 de septiembre. El 7 por Yemayá, la diosa más maternal entre los orishas y dueña de las aguas saladas. El 8 porque es el día de todas las advocaciones de la Virgen María, y la comunidad reglana tiene su santa madre particular, protectora además de los marinos.
La Virgen de Regla es de tez oscura y carga en sus brazos a un niño sonrosado. Según la leyenda, su imagen cruzó el océano y desafió grandes tormentas hasta desembarcar en la isla. Como Yemayá, en su vestimenta predomina el color azul.
Por tales razones, los sentimientos del pueblo fundieron en una sola a la católica Virgen de Regla y a la Yemayá del panteón yorubá. Este sincretismo religioso produce una milagrosa comunión entre todas las personas que acuden a misa en la Iglesia de Nuestra Señora de Regla.
La mayoría de los fieles llegan ataviados en los distintos tonos del azul: celeste, marino, añil… Algunos se acercan al maleconcito enfrente del santuario y desde la orilla dejan caer ramos de flores blancas.
Según la creencia a Yemayá le encantan las rosas blancas, y aquellos de sus hijos que estén con la salud delicada deben hacerle esa ofrenda.
Tiene muchos adoradores la Virgen de Regla-Yemayá, que vienen al recinto sagrado desde cualquier parte de Cuba, e incluso desde el extranjero, a presentar sus votos y rezos a la santa. Ella facilita los viajes por mar y con su instinto de madre saca a los hijos del infortunio.
Desde 1956, en la época del papa Pío XII, recibió la corona de canonización la imagen de Nuestra Señora de Regla. El 24 de febrero de 1987, Monseñor Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, consagró al altar y el templo ubicados en esta esquina de la Bahía.
Aquí, ya en el 1687, se erigió la ermita consagrada a la Virgen de Regla, alrededor de la cual se estableció el asentamiento poblacional que, con el tiempo, dio lugar a lo que es hoy reconocido como uno de los municipios capitalinos.
Mientras que del otro lado del Atlántico, en la villa de Chipiona, de la provincia de Cádiz, hay otra virgen mariana, negra y marinera. Ella es idolatrada bajo el mismo nombre y sus devotos acuden a otro Santuario de Nuestra Señora de Regla.