Con la irrupción de Carlos Alberto Tabares Padilla en Series Nacionales en 1991 apareció otro de los grandes ídolos azules. Tabares siempre fue un jugador diferente por sus habilidades, por su picardía, por su entrega y porque el terreno parecía quedarse chiquito ante sus deseos.
El estelar jardinero central de los azules tiene también un gen ganador. Ha participado en la mitad de los campeonatos que Industriales tiene en Series Nacionales. No creyó en el síndrome del segundo año, y se coronó por primera vez en 1992 bajo las órdenes de Jorge Trigoura. Repitió la dosis para terminar con la estela ganadora del Villa Clara de Pedro Jova en 1996 bajo el mando de Pedro Medina.
Sería uno de los grandes estandartes de los tres campeonatos bajo la era Anglada, en una de las mejores versiones de los azules, quizás solo comparada con la que ganó el tetracampeonato con Ramón Carneado. Y es que Tabares se sintió en el sitio ideal bajo las órdenes del pimentoso Anglada, porque el juego que practicaron ambos fue muy similar. Por si fuera poco fue gran protagonista en el último título azul en 2010 con Germán Mesa como director
El mítico 56 de los Industriales no llegaría al equipo Cuba hasta 1998 cuando participó en los Juegos Centroamericanos de Maracaibo y el Mundial celebrado en Italia. Este equipo fue conformado plenamente por rendimiento y por eso asombraron en el listado además de Tabares nombres como Walberto Quesada, Loidel Chapellí, Oscar Machado, Ariel Benavides, Robelkis Videaux y Yosvany Madera.
En el mundial de su estreno Tabares bateó 333 con un tubey, tres cuadrangulares, nueve carreras anotadas y cinco impulsadas. A la defensa no cometió errores por lo que concretó un excelente debut a nivel del orbe.
Regresaría al equipo Cuba cinco años después, para ganarlo casi todo entre 2003 y 2007 salvo el Premundial de 2006 en el Latino, y el primer Clásico Mundial en el mismo año.
Tres jugadas a la defensa servirían para inmortalizarlo. La primera en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 en una corrida fenomenal para capturar un batazo pegado a la cerca. No fue la más mediática pero sí la más espectacular de todas.
La segunda y más recordada: la de Atenas 2004 donde sacó a relucir toda su picardía y después que la pelota le saltó del guante, dio en la cerca, la recuperó para engañar a todos y privó a los australianos de un rally.
La tercera: cuando inició la jugada con un tiro preciso al cortador Yuliesky Gourriel, y este después puso out en home a Iván Rodríguez en un partido definitorio ante Puerto Rico en el primer Clásico Mundial.
Esas tres jugadas marcaron a todo un país pero Tabares fue mucho más. Fue el pelotero que se entregó incondicionalmente durante más de dos décadas a la casaca azul. Fue el líder dentro del terreno de una generación histórica. Fue el capitán presto siempre al consejo a los más noveles. Fue el que inmortalizó el número 56 al retirarse en la SN 56 con 1956 hits.
Y ama tanto el beisbol Carlos Tabares que no dudó en ser el coach de tercera del polémico Víctor Mesa en su primer año de retiro pero un misterioso catarro primero, y un batazo en las prácticas de Yordanis Samón después lo sacaron de circulación del cajón de tercera. Pero estoy seguro que Tabares regresará a impartir señas y a sufrir como un jugador. Necesita la adrenalina del diamante.
Se despidió este 11 de enero y el Latinoamericano le regaló una gran ovación. Lo merece porque Carlos Alberto Tabares Padilla es el último de los guerreros azules.
excelente homenaje, deberiamos comenzar con la tradición también de retirar el número de los grandes de las listas de los equipos para inmortalizarlos.
Muchas felicidades!