La Habana está en carnaval
y la gente está contenta.
El carnaval representa
esa alegría vital
que hace olvidar cualquier mal,
cualquier pena, cualquier duda.
La capital se desnuda
a la vez que se disfraza,
calle a calle, plaza a plaza,
para que la gente acuda.
Cuando empieza el carnaval
en territorio habanero
canta Mr. Bucanero
y baila Mr. Cristal.
El ron Mulata al final
estrena un nuevo tumbao.
Y el Bocoy forma un sarao
tremendo con el Arrecha,
mientras el Havana le echa
el pulso al Paticrusao.
Y pasa oronda y ufana
Guayabita del Pinar
acostumbrada a no estar
en los bares de La Habana.
La Ronda de pronto gana
confianza y da un paso al frente.
Pero indiscutiblemente
en los bares del Vedado
siguen mandando el Plachado
y los litros de Aguardiente.
Una lata de Mayabe
habla con una Polar:
-Nadie nos puede ganar,
esa Heineken no sabe
a nada, creo que es grave
su precio, su altanería.
Tan verde… (qué hipocresía),
tan fría, tan alemana.
Yo la echara de La Habana
y a gusto me quedaría.
–Yo no sé por qué te abrumas
–le contestó la Polar–.
Solo la van a comprar
y a bebérsela los yumas.
Juntemos nuestras espumas,
juntemos nuestros metales.
Nosotras somos iguales.
Nosotras somos perfectas
las cervezas predilectas
de los curdas nacionales.
–Bueno, no exageres tanto:
¿Y Bucanero? ¿Y Cristal?
–Tal vez me he expresado mal.
Nosotros somos un canto
de igualdad contra el espanto
de la dolarización.
Nuestras dos cervezas son
en moneda nacional.
Para que gocen igual
los pobres del malecón.
Y esta misma discusión
se escuchó en el bar de enfrente
entre don Perro Caliente
Y el Señor Pan con Lechón.
El compadre Chicharrón
–cascarrabia empedernido–
contra todo lo vendido
en fulas despotricaba.
Y el Pan con Queso gritaba
que todo era un sensentido.
Cuando empieza el carnaval
nuestra tristeza se estanca
y mares de espuma blanca
inundan la capital.
Hasta desde el hospital
los enfermos se levantan.
Bailes y cantos suplantan
a gritos e incertidumbres.
Y entre ritos y costumbres
hasta los difuntos cantan.
Cuando empieza el carnaval
el pueblo capitalino
arrolla y baila casino
entre portal y portal.
Con la corneta oriental
todo el mundo baila y suda.
Y con el alma desnuda
habaneros y habaneras
se pasan noches enteras
con “música de autoayuda”.
Cuando el carnaval empieza
por las venas de la gente
rauda y misteriosamente
comienza a correr cerveza.
El perro de la tristeza
se va ladrar a otra parte.
Cualquier persona comparte
con cualquier desconocido
y hasta el más extraño ruido
parece una obra de arte.
Cuando el carnaval empieza
algo muy raro sucede:
es como si el cuerpo, adrede,
borrase de la cabeza
los problemas, la tristeza,
el peso del día a día.
Todo se vuelve energía
festiva y baile y canción
y baños de salsa y ron
y cerdo y cerveza fría.
Vuelve la imagen gremial
de la cola-molotera:
picassiana obra habanera
en medio del carnaval.
Las botellas de cristal
peleando con las de lata.
El perro sato que trata
de pasar por pequinés
y el yuma babeando un “yesss”
delante de una mulata.
El borracho que camina
como si la calle fuese
una copia en forma de “S”
de la última serpentina.
Otro borracho que afina
la puntería de lado
para ver –miren qué osado–
si con su lluvia dorada
florece en la madrugada
el poste del alumbrado.
Otro borracho bailando
un tema de reguetón
como si fuera un danzón,
llorando y desafinando.
Y una borracha fumando
y un CVP distraído
y alguien que ríe abducido
por la voz del carnaval.
De pronto en la capital
vivir no es tan aburrido.
Unos cantan. Otros beben.
Unos bailan. Otros ríen.
Dame dos láguers. No fíes.
Oye tú, que bien se mueven.
Qué fría está. No se atreven
a bailar los extranjeros.
Molotes carnavaleros,
danzas de varios rituales,
mezcolanza de orientales,
pinareños y habaneros.
Recuerdo la época mía
de joven carnavalero.
Del Cotorro o del Diezmero
o de La Cumbre salía.
La guagua no aparecía
e iba hasta El Vedado a pie.
Recuerdo que me quedé
más de una noche botado
aprendiéndome un Vedado
que ya jamás olvidé.
Noches bailando casino
con los Van Van (¡vamos, pies!).
Los Reyes 73
poniendo ritmo al camino.
Los Latinos (lo latino)
Endulzando el apagón.
Y todos bailando son
con la Orquesta Ruvalcaba
hasta que nos atrapaba
la oreja de Tiburón.
Recuerdo que Pastorita
tuvo tanto Guararey
que parecía una Ley,
(eso sí, una ley bendita).
Recuerdo bien la visita
de un ritmo lento, pausado,
cuando un Formell adaptado
a hipnotizar de raíz
puso a bailar al país
al ritmo del Buey Cansado.
Todo eso en los carnavales,
entre mujeres hermosas
y comparsas y carrozas
y muñecones geniales.
Cuántos ritos musicales
cubrían el malecón.
Desfilaba la ilusión.
Arrollaba la aventura.
Todo bendita locura.
Todo, hermosa tradición.
Y en el 2017
regresan los carnavales
con programas musicales
de nivel. Esto promete.
La fiesta nos compromete.
La cerveza nos bautiza.
El quiosco, el palco, la risa,
los felices guaracheros,
todos tan carnavaleros,
todos tan viviendo a prisa.
Cuántas áreas destinadas
a la música bailable.
Nadie se siente culpable
de alargar las madrugadas.
Pocas músicas grabadas,
en vivo cada concierto.
El Protestódromo, cierto,
se convierte en una pista
de baile, y se reconquista
la esquina del Gato Tuerto.
San Lázaro también canta
y baila Belascoaín.
La fiesta no tendrá fin
mientras haya una garganta.
La Piragua se agiganta,
Primera y D en el Vedado
se vuelve un lugar prestado
para intercambiar sudor.
Y Cuba es toda sudor.
Un verde caimán sudado.
Entre las agrupaciones
Pupy y los que Son Son,
Elito y su Charangón,
Anacaona y sus sones.
Suena en distinto rincones
El Niño con su Verdad,
Música de calidad
que viaja de esquina a esquina
con la Charanga Latina,
y El Noro en plena ciudad.
Carrozas. Coreografías.
Comparsas que no se van.
El ritmo del Alacrán,
La Jardinera en las vías,
baños de cervezas frías
para humedecer los pies
de los que bailan tal vez
como jamás han bailado
si les pasan por el lado
Los Marqueses de Atarés.
En fin, que tengo gorrión.
Cuánto daría ahora mismo
por sentir el nerviosismo
musical del malecón.
Un baile. Un trago de ron.
Un salto a la capital.
Comienzo a sentirme mal,
me duele la poesía.
¿Qué hago yo en la lejanía
y La Habana en carnaval?