Los datos de la larga y fértil carrera de Asenneh están hoy en los periódicos y los muchos sitios digitales –públicos y personales- que recuerdan sus logros desde que comenzó en la radio siendo una niña hasta su llegada al precursor grupo Prometeo en 1958, y luego su intensa vida sobre las tablas en la fiebre teatral de los sesenta.
Para los de mi generación ha sido sobre todo la dama de lo popular, la mujer corriente de una y otra novela, serie, película. Aunque asumió roles diversos, tal vez su sello quedará en ese vestir de largo a la cubana de a pie y ponerla frente a las cámaras con una mezcla encantadora de sencillez y elegancia.
A comienzos del redondo año de 1990 participé como actor en el rodaje del serial de aventuras Los papaloteros, dirigido por Eduardo Macías, y uno de los más recordados de la televisión cubana en el último par de décadas. En esa producción –que contó con la espléndida música de Noel Nicola y aquellas canciones que Cuba memorizó y cantó- el “pollo del arroz con pollo” eran los tres niños. Los personajes que asumían Ariel, Etianne y Xavier constituían el corazón argumental y sentimental de la gran mayoría de los capítulos. En el elenco de adultos –que podemos decir acompañábamos a los pequeños- estaban Natasha Díaz, Eduardo Cordoví, Omar Valdés y sobre todo (en cuanto al ritmo y encanto de la puesta en pantalla) el carismático Litico Rodríguez y Asenneh, que lo mismo regañaba a los niños que acogió como suyos que los premiaba con su complicidad.
De la vida cotidiana de la filmación tengo pocos pero buenos recuerdos de la por entonces ya consagrada intérprete. Con la seriedad y la buena energía con que algunos de sus personajes acudían a la fábrica o caminaban por el barrio, Asenneh llegaba a la grabación puntual, preparada, tranquila. Su hijo en la ficción era el cada vez más reconocido como dramaturgo –aunque de la vida se marchó temprano- Alberto Pedro Torriente.
Sí tengo nítido una anécdota de la fiesta final. En su breve discurso el presidente del ICRT de la época, al mencionar a Asenneh, dijo algo así como que “se jubila, pero no se retira”. Ella –con esa gradación en los registros de la voz que fue otro de sus fuertes en la actuación- le acotó firme: “Me retiro”. Me gustó su claridad, su forma educada pero íntegra de no “seguirle la rima” al jefe, de casi contradecirlo sin perder su suavidad y elegancia.
Por lo demás, era demasiado joven, enérgica, vital para irse a casa tan temprano.
De esa fecha hacia acá la vimos mucho en cine, televisión o declamando poemas de Guillén –junto a Alden Nigth- de una forma singular y poderosa.
El último trabajo suyo que he visto lo disfruté gracias a las prácticas del reino digital. Alguien “colgó” la mayoría de los capítulos de la serie Soledad. Ahí estaba otra vez la limpia cadena de acciones cotidianas, la mezcla de sinceridad y sobriedad para trasmitir las emociones, el trino o la gravedad de la voz de Asenneh Rodríguez. Al final el personaje se despide del mundo con serenidad y entereza. Podría decir “como Asenneh”, pero prefiero cerrar pensando en unos papalotes cargados de ilusión y travesura que remontan el vuelo amparados por la fuerza espiritual, el encanto, la sonrisa- proclamada o latente- de esta brillante artista.
Amado, en principio d niño al verte en papaloteros me kede sólo con la imagen d ti como acyor,después descubrí q eras mucho más q eso en el arte. Me alegra q escribas artículo aki y saber q sigues existiendo. Muy buen comentario del atletismo,yo también salte sólo aki en España. Comento aki pues me parecía muy triste q no hubiera réplicas sobre esta fenomenal actriz. Gracias a esos recuerdos q nos dejaron esos grandes y malpagados, en todos los sentidos,artistas,la infancia d la triste generación del periodo especial fue más feliz.