A mediados de agosto, un anuncio del presidente Moon Jae-in hizo subir las acciones de Hyundai, la corporación surcoreana que junto a Samsung es la más influyente sobre la economía y la política de la Corea capitalista. Moon dijo que la creación de enlaces por carretera y ferrocarril entre su país y Corea del Norte podría estar lista antes de fin de año. Eso le permitiría a sus empresas expandir su competencia en el norte asiático.
Moon propuso crear una “comunidad ferroviaria del noreste de Asia” entre las dos Coreas, los Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Mongolia. Lo hizo en el marco del 73 aniversario del final del dominio colonial japonés en la península de Corea: “”Visitarnos libremente, entre el Sur y el Norte, formando una comunidad económica conjunta, es una verdadera liberación para nosotros”.
Hubo contactos, según Reuters, entre diplomáticos norcoreanos y los gerentes del tren de alta velocidad francés (TGV) que además conecta con varios destinos europeos, a cargo de la empresa francesa Alstom. Sin embargo, desde Alstom descartaron involucrarse: “por el contexto internacional alrededor de Corea del Norte, no es concebible por el momento”, afirmó un vocero de la empresa a Reuters.
El gran freno al proyecto sigue siendo Estados Unidos, que esta semana bloqueó el comienzo de los estudios preliminares del proyecto hasta tener más garantías sobre la desnuclearización del norte.
La negación pone de relieve una creciente división entre Corea del Sur, que favorece el compromiso con Corea del Norte, y Estados Unidos, donde los funcionarios han exigido la desnuclearización como un requisito previo para cualquier cooperación económica. Para China, resalta el medio ruso Sputnik, también sería útil: una red ferroviaria que conectase el país con China y con Rusia a través de Corea del Norte reduciría a la mitad el tiempo de transporte de mercancías y le ahorraría a Seúl un buen dinero.
Donald Trump reprendió a China por “proporcionar a Corea del Norte una ayuda considerable, que incluía dinero, combustible, fertilizantes y otros productos básicos”. Les dijo: “¡Esto no es útil!”.
Experiencia propia
Este cronista viajó en tren por Corea del Norte. A la salida de Sinoju, la ciudad china de frontera, un ciclista común pedaleó fuerte y superó el tren que viajaba sin problemas. A pesar de que entre Sinoju y Pyongyang, la capital norcoreana, hay 223 kilómetros, el viaje duró 7 horas.
Kim Jong Un es un enamorado de la tecnología. Se crío en Suiza, muy lejos de la oscuridad norcoreana y en su retorno habría padecido el ostracismo. Por eso, cuando visitó Singapur salió a recorrer sus calles y miraba fascinado los carteles publicitarios en pantallas LED. Se sacaba selfies con políticos locales fascinado por el aparato Samsung, diseñado y producido en Corea del Sur. Avalará todo proyecto que le traiga modernización y no le exija a cambio salir del poder. Pero un tren, además de tecnología le llevaría dólares. Algo que escasea en un país cuyo PBI es similar al de Honduras.
El tren fue un viejo anhelo familiar. Un mes antes de su muerte en 1994, el abuelo de Kim y líder fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung, dijo que un ferrocarril que conecta dos Coreas, China y Rusia podría generarle a Corea del Norte $ 1.5 billones anualmente por el transporte de mercancías. En ese entonces los volúmenes comerciales de China, Corea del Sur y el sudeste asiático eran muy inferiores a los actuales. El joven Kim ya no sueña con cohetes, ahora lo hace con trenes. Debe convencer a Donald Trump.