Mi nombre es Héctor Vinent Charón, desde el año 2005 trabajo como entrenador en el gimnasio de boxeo Rafael Trejo, en La Habana Vieja. Entreno deportistas de las categorías 13-14 y 15-16. Yo vengo de Santiago de Cuba, del gimnasio Los Songos. Desde pequeño estoy en esto del boxeo.
Tuve que retirarme del deporte activo en el año 2000 luego de una operación por desprendimiento de retina debido a los golpes que se reciben en este deporte. Estuve cinco años trabajando en gastronomía. No quería saber del deporte. Me sentía frustrado. Ángel Moya, mi actual compañero de entrenamiento fue quien me insistió en volver al gimnasio, a darles lo mejor de mí a estos muchachitos. Desde entonces, mis alumnos siempre han estado entre los tres primeros lugares de las competencias en las que han participado.
Lo más difícil en mi profesión es la sistematicidad en el entrenamiento y la estabilidad en el peso corporal. En el Equipo Nacional, cuando no estabas en competencia, te daban tres kilogramos de tolerancia. Cuando se acercaba un tope, debías ir bajando lentamente hasta llegar a tu peso corporal reglamentario. Cuando no cumples con estas dos cosas las consecuencias son graves. Antes de cada pelea, te pesan para saber si tienes los kilogramos establecidos. Si te pasas te descalifican. En un Campeonato Playa Girón, perdí una pelea en la pesa y me sancionaron a un año. Es muy duro llegar a un buffet con muchas cosas sabrosas para comer y solo poder agarrar una naranja y dos huevos hervidos mientras otros deportistas se hartan. Para mí siempre fue duro. En Dinamarca, luego de las Olimpiadas de Atlanta, casi me pasa lo mismo. Después de una fuerte discusión con mis entrenadores, envuelto en periódicos, nylon, abrigos, comiendo casi nada y entrenando mucho, tuve que bajar 4 kg en solo un día.
Logré ser Campeón Olímpico en Atlanta 96 y Barcelona 92 además de haberme coronado en varios campeonatos mundiales y centroamericanos. Uno de los sueños que se me quedó por cumplir fue ser Campeón Panamericano. Estuve en Mar del Plata 95 y me quitaron la pelea en un evidente caso de arreglo a favor de un atleta argentino. Cuando pasa algo así uno no quisiera ser lo que es, te dan ganas de desaparecer. Esa vez me encerré en mi habitación, pensaba mucho en mi familia y en el pueblo que siempre espera lo mejor de uno.
Tengo cuarenta años de edad y cinco hijos, cuatro hembras y un varón de siete años al que todavía no le interesa el boxeo. En todo este tiempo no me han faltado las propuestas de trabajo como entrenador fuera de Cuba, pero la decisión de aceptar no depende solo de mí. Si pudiera escoger a qué atletas extranjeros entrenar, eligiera a los mexicanos que son peleadores muy fuertes. Mi ídolo en el boxeo, es el norteamericano Pernell Whitaker, que ya está retirado.
Si volviera a nacer sería otra vez boxeador. El boxeo es mi vida. Si tuviera esa segunda oportunidad sería más disciplinado con mi peso, no quisiera volver a vivir las malas experiencias que pasé. A pesar de estar retirado del deporte activo todavía siento que soy boxeador, aunque ya no pueda hacer lo mismo de antes. El boxeo lo es todo para mí.