Frank Fernández está sentado fumando un puro cubano en uno de los salones del proyecto y restaurante El Guajirito, en El Centro Histórico de La Habana. El laureado pianista presentó minutos antes el disco grabado por los músicos de este proyecto en homenaje a la histórica orquesta La Sonora Matancera, en la que despegó para siempre Celia Cruz, entre otros históricos de la música cubana.
El pianista hace un breve tiempo para cruzar unas animadas palabras con Cesar “Pupy” Pedroso, uno de los fundadores de Los Van Van, y Mario Escalona, director de la Egrem, disquera que tuvo a su cargo la grabación del fonograma.
Durante sus palabras de presentación del álbum, dijo que algunos no comprenden que la música es uno de los productos más vendibles de Cuba. Le pregunto a qué se refiere.
Frank se acomoda sobre el sofá, deja el puro sobre un pequeño cenicero, comienza a recorrer la música cubana. “Pienso que no se debe negar el desarrollo ni que las nuevas generaciones busquen cosas novedosas. Ahora, por ejemplo, todo el mundo quiere hacer música electroacústica y lo ponen como algo moderno cuando estamos hablando de una música del siglo pasado”, dice el pianista, quien ha sido aclamado en grandes escenarios de Cuba y el mundo.
Pupy lo observa con atención y Frank le devuelve una mirada de aprobación, de respeto, y menciona a Los Van Van. “La orquesta de Formell empezó a usar sintetizadores y Silvio Rodríguez lo hizo también en el año 71 en su primer disco, del cual yo fui productor. Sin embargo, eso se olvida. Ahora bien, creo que a la juventud hay que permitirle los gustos nuevos y en eso estoy de acuerdo. Pero para nadie es un secreto que el gusto se educa y casi todas las tendencias nuevas que han minado –no solo a Cuba– han tratado de destruir la imagen musical de todos los países”, dice.
Frank cita rápidamente como ejemplo a España. “Está desapareciendo la canción española. Hay una producción musical que parte de un criterio económico porque es más fácil contratar a un DJ y un cantante que a una orquesta”.
Al le preocupa la situación de las tradiciones populares. Recurre a sus propias experiencias para argumentar el sitio que, según él, deben ocupar las raíces sonoras de cada país. “No debes olvidar que los turistas van a buscar las mejores cosas del lugar que visitan. Si voy a Polonia, por ejemplo, me interesa conocer y escuchar la música polaca”.
“Cuando fui a actuar con la filarmónica de Varsovia, visité todos los lugares donde los gitanos tocaban las mazurcas y fue increíble. Toda la música de Chopin, las mazurcas y las polonesas están inspiradas en esos elementos populares”.
El músico se detiene para saludar a Enrique Bermúdez, director del proyecto El Guajirito, quien entró a esta oficina improvisada para intercambiar con otros periodistas sobre el disco y su próximo recorrido internacional.
Para Frank Fernández este álbum es un motivo de orgullo.
“Este proyecto recupera los mejores valores de la música tradicional cubana. No es una copia de La Sonora Matancera. Incorporaron tambores batá que la dan un timbre diferente, y saxofones que en las sonoras tradicionales no existían. Con este turismo de Coca-Cola que hemos tenido se han desarrollado algunos géneros foráneos, pero cuando llegue el turismo de plata y la gente culta de verdad, lo que quieren oír es la música cubana”, asegura.
A pesar de eso, Fernández cree que “la música cubana goza de una extraordinaria salud, algo que se ve por ejemplo en grupos como La Alianza, que es muy importante. Se trata de un proyecto de la música cubana, no de las orquestas bailables. A veces somos nosotros mismos con los medios de comunicación los que más daño le hacemos al florecimiento de la música cubana”.
¿Por qué tantos jóvenes han asumido géneros como el trap o el reguetón? “El ser humano quiere comer, tener un carro y los jóvenes –salvo algunos que saben que tienen que cargar una cruz pesada– van muy rápido a donde está el dinero”, dice Fernández. “Y el dinero se logra más fácil diciendo groserías, faltándole el respeto a la mujer y haciendo una música que no entiendo cómo alguna gente se puede aprender la letra, porque yo no la distingo. Ponen una percusión muy primitiva con golpes en el primer tiempo, y lo hacen sin formación musical. Por eso es mucho más fácil bailar el género urbano que un son. Pero sobre todo este fenómeno responde al primer factor que te mencioné. El propio Marx dijo que el hombre antes de pensar en política, pensó en comer y algo sabía Marx del hombre”.
Sobre el estado de la escuela cubana de piano, Frank Fernández opina que “Cuba es tierra de grandes pianistas. Tanto clásicos como populares”, y asegura que algunos nombres que no han sido muy bien llevados por el paso de la historia y por la lectura que hacen de sus páginas los contemporáneos.
“Teníamos una Ivette Hernández, una Zenaida Manfungas y en el campo de la música popular estaba Lilí Martínez, que ya había vuelto loco a todo el mundo con el grupo de Arsenio Rodríguez en Nueva York. La pianística cubana ha sufrido la emigración de algunos profesores importantes por razones económicas, pero siguen existiendo aquí extraordinarios pianistas cuya obra no se divulga lo suficiente. La pianística está muy bien y seguirá estando bien. Porque desde el siglo XIX con Ignacio Cervantes –que se ganó todos los premios en París– no han dejado de nacer pianistas de calidad tanto en la música popular como en la clásica. No se habla mucho de ellos, pero el piano sigue siendo uno de los valores de la cultura musical más fuerte que existe en Cuba. Tendremos mejores salas, podremos reconstruir o no el Amadeo Roldán, pero a la pianística cubana no la mata nadie”.
¿Frank Fernández haciendo homenaje a Celia Cruz y la Sonora Matancera y hablando lindezas de Ivette Hernández y Zenaida Manfugás?…En cualquier momento el general Guillermo García pone un timbiriche de vender pan con jutía y tortilla de huevos de avestruz en Hialiah.