Roberto Fabelo, sacro y profano al unísono, es como un duende de penas y alegrías como le cantara Pablo Milanés.
Del sueño a la poesía, como también le cantara Silvio, siempre se las arregla para sorprendernos con su inagotable imaginación y experticia creativa.
Una de las más llamativas piezas de esta Bienal es, sin dudas, su inmensa escultura emplazada justo donde la calle Escobar se tropieza con el Malecón.
Como parte del proyecto Detrás del Muro el camagüeyano, Premio Nacional de Artes Plásticas 2004 propone su escultura “AMTBC, A Mal Tiempo Buena Cara”, que resulta una suerte de reclamo y canto a la esperanza.
El artista siempre nos sorprende con nuevas criaturas en situaciones surrealistas de fuerte simbolismo con las que interroga a la realidad. Curioso e inquieto se autoproclama “un vicioso empedernido del dibujo, de la creación misma”.
Entrega esta vez una tortuga un tanto humanizada, está boca arriba pero tiene que virarse, está en una posición incómoda pero la cabeza exhibe un rostro rojo y sonriente.
La pieza está hecha de poliespuma recubierta de resina y mide 5 metros de largo por 2,50 de ancho y 1,20 de alto.
“Varios meses demoré en realizarla y como tortuga al fin que es, llegó tarde a la Bienal. Tarde pero segura, con lentitud y firmeza. Lo importante es que llegó, que está aquí defendiendo la idea de las siglas que la designan, para representar un rasgo que tanto nos distingue y forma parte de nuestra identidad: el optimismo. Nosotros nos reímos o tratamos de poner buena cara aunque estemos pasando por malos momentos.”
La obra trata también de la condición humana de burlar la adversidad y enfrentar la vida con risas dibujadas en el rostro. Es una tortuga con rostro humano bocarriba, posición muy incómoda para ese animal que debe voltearse para estar en su posición idónea.
Fabelo explica la cabeza humana pintada de rojo que a todos llama la atención. “Quise humanizarla para reforzar el mensaje como he hecho en otras obras. El rojo es mi color preferido y representa la vitalidad, el esfuerzo y la energía que necesita para voltearse y ubicarse en el camino y seguir avanzando.”
El próximo año Fabelo cumplirá 70 años y desea hacer una exposición conmemorativa que según relata aún está conformando “No sé si será una retrospectiva abarcadora o va a estar referida a los miles de dibujos que tengo guardados y muy pocos han visto. Todavía no está decidido, espero les guste.”
A estas alturas, nos dice, sus anhelos principales son “exhibir en casi todo el mundo y seguir descubriendo hallazgos.”
La tortuga que nos trajo hasta el maestro sonríe a pesar de los pesares muy cerca del muro donde acaba la ciudad y empieza el mar.
Incómoda pero esperanzada, mirando entre risas al futuro, recuerda un tanto el modo en que los cubanos enfrentamos las adversidades. Nuevamente el pintor acertó con esta metáfora actual y cotidiana, dados los tiempos complejos que se avecinan. La obra aún provoca más lecturas, tantas como espectadores la vean e interpreten según sus propias perspectivas y experiencias vitales.