Muy lejos ha quedado aquel día de noviembre de 1492 cuando el español Rodrigo de Xeréz y el judío converso Luis de Torres vieron a los indígenas cubanos fumando “unas hojas secas que desprendían una peculiar fragancia”.
Los dos fisgones aprendieron, y adquirieron, de los nativos del Nuevo Mundo aquel hábito de absorber la “cohíba”, una costumbre que increíblemente se expandiría por todo el planeta y serviría para darle mayor relumbre a Cuba.
Amigo cercano de Cristóbal Colón, el jerezano regresó a España en la carabela La Niña y llevó de vuelta el hábito de fumar, algo que asustó a sus vecinos quienes lo acusaron ante la Inquisición que lo encarceló por sus hábitos “paganos y diabólicos”.
El marino fue acusado de brujería, ya que “sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca”, pero cuando fue liberado de la cárcel siete años después, la costumbre de fumar se había extendido.
Esa es la historia, pura y simple, del renombrado tabaco cubano, ese que en breves días protagoniza el XV Festival del Habano, el evento de más lujo y glamour de cuantos se hacen hoy en la isla.
A pesar de que en Cuba se cosecha tabaco en varias provincias, es en la más occidental, Pinar del Río, donde se dan las mejores hojas, en especial en la zona de Vuelta Abajo, considerado por muchos como el corazón de la región tabaquera de la isla, pues de sus tierras sale casi el 70 por ciento de la producción nacional.
Los vegueros viven en las plantaciones, como el fallecido Alejandro Robaina, único trabajador cubano de ese oficio que en vida puso su nombre, en 1997, a una de las prestigiosas marcas de habanos Premium, que son los torcidos a mano.
Para Robaina, quien falleció en 2010, el secreto de la fama alcanzada por el tabaco cubano radicaba en “tener una buena tierra y mimarla. Cuando se termina la cosecha, ni a los animales dejamos entrar”.
Sin embargo, para tener un buen habano no basta con poseer las mejores tierras, el agua ideal y una estirpe de experimentados campesinos, sino que además se necesitan las manos expertas de los torcedores, verdaderos artesanos que fabrican uno a uno los puros más famosos del mundo hasta llegar a los 100 millones de unidades alcanzados en algunos años.
Es cierto que la producción ha disminuido, lo que para muchos expertos, como uno de los más reconocidos catadores de vino y tabaco del mundo, el californiano James Suckling, esa baja permite mejor calidad y control de las hojas.
Por eso Suckling ubicó a ocho puros hechos en Cuba, encabezado por Montecristo 520 Edición Limitada 2012, en la lista de los 10 mejores habanos del pasado año, mientras que un panel de expertos convocados por la revista especializada Cigar Aficionado, ubicó en segundo lugar al Cohíba 1966 Edición Limitada 2011.
Esas opiniones solo confirman la excelencia de los preciados y caros puros que comercializa en el mundo la corporación Habanos S.A., una empresa mixta entre la estatal Cubatabaco y Altadis, filial franco-alemana de la multinacional británica Imperial Tobacco.
Líder mundial en la venta de puros Premium, Habanos S.A. está presente en los cinco continentes e implantado en más de 150 naciones mediante sus distribuidores, cuya facturación global proviene en más de 90 por ciento de la actividad internacional.