Salgo del gym oyendo a Carlos Varela. Y no se rían los que me conocen bien, ahora de viejo hago ejercicios y digo “gym”… cosas que no pensé hacer jamás. Camino hacia casa oyendo cómo Carlos susurra, refiriéndose a La Habana, “los que se van la añoran, los que se quedan más”.
Yo soy de los que se fueron y la añoro. Pero mi corazón sigue allá. Esta tierra que me acoge no es mi patria; esta buena gente, no es mi gente; incluso este clima de calores húmedos y agobiantes, no es el mío.
Extraño mucho La Habana, mi ciudad. Extraño más aún a mi hijo, mi madre y mis amigos. Extraño Cuba.
Creo que ese es un punto común en todos los cubanos que andamos regados por el mundo, somos seres extrañadores, extrañantes, que disfrutamos o no nuestros nuevos hogares, pero que vivimos con el lastre, bendito lastre, de llevar nuestra isla en el corazón y de cargar con nuestra idiosincrasia estemos donde estemos.
Aquí comparto con gente de muchos lugares y supongo que extrañan su terruño, pero no pecan de pesados y monotemáticos. Yo sí, hablar de Cuba es una obsesión, una pasión.
Los compatriotas con los que me he ido tropezando por el mundo son todos como yo: nostálgicos, apasionados –unos a la derecha, otros a la izquierda y cada vez más en el centro– pendientes de todo lo que pasa en la islita lejana y amada.
Así somos los cubanos, de cualquier edad o extracción social. Aquí en Manila, hace muy poco, conocí a una señora cubana de 87 años, que lleva más de 50 viviendo en esta otra isla que es Luzón, enclave de la capital filipina.
María Guillermina me estremeció el corazón con su cubaneo, con su desparpajo y sus maneras a pesar de llevar tantos años lejos. Sigue cocinando frijoles negros y tostones; sigue hablando, riendo y gesticulando como si nunca hubiera salido de Cuba.
Me recordó mucho a mi abuela materna, su misma voluntad mandona, controladora, su misma filosofía de vida, sus dichos y sus palabras. Me tocó el corazón encontrar tanta cubanía en un lugar tan lejano.
Mientras sigo leyendo todas las mañanas sobre Cuba, de todas las fuentes posibles, del Granma a Diario de Cuba y viceversa, pasando por todo lo que encuentre en el camino. Sigo al tanto de todo lo que pasa en la isla y añoro que llegue el momento en que se acaben las dificultades, las rencillas, las censuras, el puto bloqueo y todos los inventos que nos complican la vida a los cubanos. A los de adentro y a los de afuera, porque todos, estemos donde estemos, somos lo mismo.
Escribo esto y pienso que para acompañar estas líneas nada mejor que estas fotos de compatriotas, cubanos de a pie –a pesar de lo manido de la frasecita–, esos a los que tanto extraño y a los que deseo un futuro mejor, un futuro que nos merecemos todos, los cubanos de la isla y los del mundo.
Todos extrañamos, todos sentimos nostalgia y hasta tristeza, duele en lo mas profundo del alma, pero todo eso -sin animos de ofender- nos pasa por no ser lo suficientemente valientes y determinados para quedarnos alli y forzar el cambio, un gobierno inoperante que lleva ya 60 años en el poder nos obligo al exilio y nos tiene ahora como rehenes entre remesas, recargas, impuestos y tramites. Todo esta friamente calculado. De lo interno, mejor no decir nada, alli los verbos son otros: sufrir, padecer, carecer. Lo triste para ambas partes: SOMOS CONTINUIDAD
Pero como no vas a sentir nostalgia! Si estas en el otro lado del mundo en Filipinas donde hasta el espanol se ha diluido, los cubanos somos como el Coronavirus , estamos en todos los paises
Fotografias FAntasticas!