El hombre que en 1981 intentó asesinar al presidente Ronald Reagan ha sido liberado este miércoles de todas las restricciones judiciales. Es ahora un anciano libre.
John Hinckley Jr., quien le disparó e hirió al presidente, a su portavoz, un policía y a un guardaespaldas, fue absuelto por “demencia”, entre otras razones porque dijo que con el acto quería llamar la atención de la actriz Jodie Foster, de la que estaba enamorado. Ha pasado más de 40 años internado en un hospital psiquiátrico y en una casa de retención para personas con problemas mentales. A partir de hoy está liberado de toda supervisión médica.
“Después de 41 años, 2 meses y 15 días, ¡LIBERTAD POR FIN!”, escribió Hinckley en Twitter poco después de las 12 p.m.
Se esperaba el levantamiento de todas las restricciones desde finales de septiembre pasado. El juez del Tribunal de Distrito, Paul L. Friedman, en Washington DC, dijo que liberaría a Hinckley el 15 de junio si continuaba mentalmente estable en la comunidad de Virginia donde vive desde 2016.
Según la agencia AP, su próxima actividad consiste en protagonizar un concierto público en julio, en el marco de la campaña “Libertad para Hinckley“, en Brooklyn, Nueva York, ya que durante su retención descubrió que sabe cantar y tocar guitarra. Todavía no está establecido un local para el recital, ni se sabe quién lo ha contratado. De momento se conoce que tiene casi 30 000 seguidores en Twitter y YouTube en los últimos meses, cuando el juez aflojó las restricciones antes de levantarlas por completo.
Pero el hombre canoso de 67 años está lejos de ser el nombre familiar en el que se convirtió después de disparar y herir al presidente número 40 de Estados Unidos, en las afueras de un hotel en Washington DC.
Los historiadores sostienen que Hinckley es, en el mejor de los casos, una pregunta en un programa de preguntas, alguien que involuntariamente ayudó a construir la leyenda de Reagan y dio un impulso a un control de armas más estricto.
“Si Hinckley hubiera logrado matar a Reagan, habría sido una figura histórica fundamental”, dijo H.W. Brands, historiador y biógrafo de Reagan, en un correo electrónico a la agencia AP. “Tal como está, es un alma descarriada a quien la historia ya ha olvidado”.
Barbara A. Perry, profesora y directora de estudios presidenciales en el Centro Miller de la Universidad de Virginia, dijo que Hinckley sería quizás una pregunta en un programa televisivo.
Pero su impacto sigue siendo tangible en el legado de Reagan. “Que el propio presidente haya sido herido tan gravemente (una bala le perforó un pulmón) y haya sido capaz de salvarse, solo eso en realidad convirtió a Ronald Reagan en la leyenda en la que se convirtió… como el héroe de la película que era”, dijo Perry.
Reagan mostró gracia y humor frente a la muerte, dijo Perry. Después de recibir un disparo, el presidente le dijo a los médicos de la sala de emergencias que esperaba que todos fueran republicanos. Más tarde bromeó con su esposa Nancy diciéndole que lamentaba haber “olvidado agacharse”.
El intento de asesinato dejó paralítico al secretario de prensa de Reagan, James Brady, quien murió en 2014. Su nombre se le ha puesto a la sala de prensa de la Casa Blanca.
En 1993 el presidente Bill Clinton promulgó la Ley Brady, que obliga a un período de espera de cinco días para la compra de armas de fuego y verificación de antecedentes de los posibles compradores.
El tiroteo también hirió al agente del Servicio Secreto Timothy McCarthy y al oficial de policía de Washington Thomas Delahanty.
McCarthy le dijo a AP el año pasado que no tenía “muchos buenos pensamientos cristianos” sobre Hinckley.
“Pero en cualquier caso, espero que tengan razón”, dijo McCarthy, entonces de 72 años, sobre la inminente liberación de Hinckley “Porque las acciones de este hombre podrían haber cambiado el curso de la historia”.
Hinckley tenía 25 años y sufría de psicosis aguda cuando le disparó a Reagan y a los demás. Cuando los miembros del jurado lo declararon no culpable por demencia, dijeron que necesitaba tratamiento y no una reclusión de por vida. Se le ordenó vivir en el Hospital St. Elizabeth’s en Washington DC.