Entre los variados temas de que se ocupa su trabajo artístico, Omar Sanz Cárdenas (La Habana, 1991), escoge éste para nuestra sección, una suerte de exploración visual, pero también filosófica, sobre el adentro y el afuera, el permanecer y el aventurarse hacia donde se supone que está el mundo. El ojo, acomodado a la penumbra que lo acoge, entrevé los incesantes destellos de la luz, un mar de duras transparencias que hay que atravesar braceando, pues, como dijera María Zambrano, la isla de Cuba, más que en el mar, está posada en la luz.
De la seguridad del hogar, el artista va a la incitación de lo desconocido, un espacio donde no puede embridarse la pulsión del deseo. Y ese riesgoso colisionar con los espacios que interrogan se convierte en goce, en ejercicio de albedrío, en permutaciones varias, en obra fijada en papel o en el universo digital.
Omar es retratista y fotógrafo abstracto. Le apasiona tanto escrutar en el perfil sicológico del personaje, como cortar y componer a través del visor esos fragmentos urbanos que en su macro visualización dejan de ser parte de algo para transmutarse en algo en sí y para sí. El retrato narra. La obra abstracta intenta desligarse de cualquier analogía, de cualquier literalidad. Sus búsquedas dentro del abstraccionismo se han visto en las muestras “Saldos”, (galería de la UNEAC, Holguín, 2016), “Lenguaje de mudos” (Chile, 2017), “Dones del bufón” (Centro Hispanoamericano de Cultura, 2017), entre otras.
La colección de retratos “Fijar el instante” se expuso en 2014 en la Galería Municipal de Centro Habana. Básicamente se centró en personalidades de la cultura cubana que accedieron a someterse al lente, desde Cirenaica Moreira hasta Ponjuán, desde Alicia Alonso hasta Graziella Pogolotti, desde Fina García-Marruz hasta Fernando Pérez, desde Leonardo Padura hasta Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, por solo mencionar unos cuantos notables.
Sobre la serie que hoy nos comparte, el artista dice:
“Caminando por la ciudad encontré esta primera escalera, muy parecida a la del edificio de mi abuela adonde mi padre me llevaba todos los viernes por la tarde.
“La serie ‘Escaleras’, además de conjugar elementos estéticos y conceptuales, tiene, por tanto, un porqué más personal.
S/t, La Habana, 2022. De la serie “Escaleras”.
“Aquellos días de mi infancia en Centro Habana eran, para mí, el sentido mismo de la libertad. Descubrir, a través de la cámara, los encantos de la urbe que comenzaba a conocer, en esa hora amarilla.
“Con el contraste de la luz entre el espacio desde donde hago la foto y lo que está justo al frente, quiero lograr una parábola: contraponer la sensación de encontrarse en un punto propio y la necesidad de salir, con la incertidumbre que eso conlleva en la rara certeza de la libertad, la que puede traducirse en ver la calle como el lugar de la luz en la imagen, ya que la escalera es una construcción diseñada para comunicar varios espacios que se han separado.
“Inspirado en la obra del fotógrafo japonés Sugimoto, comienzo, entonces, a buscar analogías entre ambos contextos, a partir de determinados espacios.”