Desde el altar de la corrección lingüística, el habla “padece” ciertos vicios mal vistos. Uno de ellos es la tautología, efecto de la repetición innecesaria —y, sobre todo, semánticamente improductiva— de una palabra o perífrasis que insiste en una obviedad o peca de redundancia.
Las licencias poéticas han tratado de solucionar la valoración negativa de lo tautológico. La anáfora, por ejemplo, es una tautología retóricamente manipulada. En el clásico poema “Tengo”, de Nicolás Guillén, el “tengo” marca un tempo progresivo que conecta los versos.
También lo hace la música sin que nadie se ponga bravo. Muy enigmático, aunque sonaba bien, me resultó siempre aquel verso de Mayohuacán: “Soy lo que fui y lo que fui es lo que seré mañana…”.
A través de esas “licencias”, la tautología se nos ha colado en el habla cotidiana. En la variante cubana del español, lo hace con una fuerza inusitada. Algunas son casi imperceptibles de tan instaladas en el uso. Parece ser el caso de la apertura y el cierre de frases con “ya”: “ya te lo dije, ya”, “ya lo hice, ya”, “ya llegamos, ya”. Ese “ya” de cierre es absolutamente innecesario desde el punto de vista gramatical, pero viene a reconfirmar el mensaje, insiste sobre lo dicho, da certeza de cumplimiento.
Algo similar ocurre en fórmulas como “estoy para estar” (“estoy para estar en la cama todo el día”); “mira a ver” (“mira a ver si ya llegaron”), “ve viendo” o “ve mirando” (“ve viendo quiénes están en la sala”; “ve mirando lo que tengo en el fogón”), “tienes que tener” (“tienes que tener fe, todo llega”), por solo mencionar los más comunes.
La insistencia tautológica se ha convertido en un mecanismo de énfasis pronunciado para marcar sorpresa, estados de alerta, de incredulidad, o para determinar el cierre semántico de un evento. Ante la duda o algo a lo que no podemos dar crédito, lanzamos un “¿Que qué?”. Si nuestro interlocutor no admite la sorpresa, puede desacreditarnos con un “¿Que qué de qué?”.
Como advertencia de problema o castigo ante una mala conducta, nuestras madres lanzaban aquel “Usted va a ver que usted verá”. Y como variantes muy cubanas de cierre de conversación o de tópico tenemos el “nada de nada” (apocopado en “na’ de na’” o en “ni na’ ni na’”), el “somo’ o no somo’” o el “’tá bien, ‘tá bien”.
A continuación, algunos de los usos tautológicos más comunes que he podido rastrear. No son pocos, tratándose de un procedimiento mal valorado en términos estrictamente gramaticales, pero ya sabemos que el uso cotidiano no se rige precisamente por nociones como las de “gramaticalidad”. Apela en muchas ocasiones a la musicalidad, el ritmo, la cadencia que puede acompañar al acto comunicativo espontáneo y popular.
- Se puso como se puso (“Le robaron la moto y se puso como se puso”).
- Le bajó lo que le bajó (“Le faltó el respeto y lo que le bajó fue lo que le bajó”).
- Le dijo lo que le dijo (“Él siempre hace lo mismo, por eso le dijo lo que le dijo”).
- Le dio lo que le dio (“Se le querían colar y le dio lo que le dio”).
- Se formó lo que se formó (“Quitaron la música a las 12 y se formó lo que se formó”).
- Le hizo lo que le hizo (No se ocupaba de ella, por eso le hizo lo que le hizo).
- Te pasa lo que te pasa (“Eres muy cabezón, por eso te pasa lo que te pasa”).
- Se come lo que se come (“No lo invites que ese se come lo que se come”).
- (Le) metió lo que (le) metió (“Pensaban que no podía hacerlo, pero lo que metió fue lo que metió”).
- Eso es eso mismo (“¿Eso?” “Eso es eso mismo”).
- Me trajo lo que me trajo (“Mi hermana vino del Yuma y me trajo lo que me trajo”).
- Le armó lo que le armó (“Llegó de madrugada y la madre le armó lo que le armó”).
- Le tiró lo que le tiró (“Dicen que fue un amarre, y le tiró lo que le tiró”).
- Le cayó lo que le cayó (“Llevaba un año robando y le cayó lo que le cayó”).
- Se fumó lo que se fumó (“Ese está loco, se fumó lo que se fumó”).
- Te pones como te pones (“Qué pesado eres, te pones como te pones”).
- Le puso lo que le puso (“Iba detrás en la carrera y le puso lo que le puso para ganar”).
- Fue lo que fue (“Olvídate de eso, fue lo que fue”).
- Le mandó lo que le mandó (“El tío de España le mandó lo que le mandó”).
- Me tienes como me tienes (“Siempre en la misma pesadez, por eso me tienes como me tienes”).
- Quién es quién (“Hay tanta gente aquí que no se sabe ni quién es quién”).
- Tiempo al tiempo (“No te preocupes, dale tiempo al tiempo”).
- Al que le tocó le tocó (“Eso es así, al que le tocó le tocó”).
- Y dale que/con el dale (“Y dale con el dale, no fastidies más con eso”).
- La calidad es la calidad (“Mis pasteles son los mejores, la calidad es la calidad”).
- Lo bueno es lo bueno (“Te dije que te iba a gustar; lo bueno es lo bueno” / “Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado”).
- “Se fue cuando se fue”, “Llegó cuando llegó”, “Se va cuando se va”.
- “¿Yo acabo de ver/oír lo que acabo ver/oír?” “¿Tú dijiste lo que yo creo que tú dijiste?”
- Anda como anda (“Ese niño siempre anda como anda, nadie se preocupa por él”).
- Va como va (“Qué clase de curda tiene ese socio, va como va”).
- Cuando me voy, me voy (“Yo no lo pienso dos veces: cuando me voy, me voy”).
- Si me fajo, me fajo (“Yo no ando con rodeos ni alardes: si me fajo, me fajo”).
- Es lo que es (“No le des más vueltas: es lo que es”).
De tanto que insistimos en lo tautológico, llega el momento en que casi cruzamos la frontera del retruécano, con frases que encontramos cada vez con más frecuencia en el habla cotidiana. Es el caso de “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa” o de “esto no se acaba hasta que se acaba”, esta última toda una celebridad emanada de la narración deportiva.
Precisamente del deporte viene la tautología que es signo de identidad entre cubanos de varias generaciones. Dicha entre compatriotas, solo hay que lanzar el sintagma inicial y el grupo completará el resto. Compruebe usted, para cerrar por hoy, su grado de tautológica cubanía:
“La técnica es la técnica y __________________________”.