El llamado Síndrome de La Habana sigue siendo un misterio. Este miércoles la comunidad de inteligencia estadounidense le reconoció a medios de prensa que siguen sin tener una idea de dónde vino y que no lo han podido vincular con adversarios extranjeros.
El problema comenzó en 2016, y durante años se ha especulado que Rusia o Cuba pudieran estar detrás de los misteriosos “ataques”.
Hay evidencia, dicen los funcionarios, de que países extranjeros no estuvieron involucrados. En algunos casos, Estados Unidos detectó entre gobiernos adversarios un nivel confusión sobre las acusaciones, y sospechas de que se trataba de un complot estadounidense.
Esta nueva aseveración, publicada primero por la cadena CNN y el diario The Washington Post, y después confirmada por el Departamento de Estado, dictaminó poco probable que la enfermedad reportada fuera el resultado de una campaña dirigida por un enemigo de Washington.
En la rueda de prensa diaria el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, dijo: “no hay un denominador común” entre todos los afectados, ya que algunos casos se pueden explicar por “causas naturales”, otros por “efectos ambientales” y algunos están todavía por determinar.
Sin embargo, subrayó que el gobierno de Biden permanece comprometido con seguir brindando la asistencia sanitaria necesaria para aquellos funcionarios que siguen afectados por dolencias asociadas.
Esta conclusión, que por el momento es la definitiva aunque no impide que en el futuro puedan aparecer nuevos datos, se hace eco de un informe provisional de la CIA del año pasado: era poco probable que los “incidentes de salud anómalos”, como se les conoce formalmente, los causara “una campaña mundial sostenida” por Rusia o por cualquier otro actor extranjero.
La evaluación también va más allá de lo esperado al encontrar que no hay evidencia creíble de que un adversario extranjero tenga un arma o dispositivo de recolección capaz de causar los incidentes misteriosos, dijeron los funcionarios a The Washington Post.
La misteriosa enfermedad se reportó por primera vez, en efecto, a fines de 2016 durante la administración Obama, cuando un grupo de diplomáticos estacionados en la capital cubana, tanto estadounidenses como canadienses, comenzaron a informar síntomas consistentes con un traumatismo craneal, mareos y dolores de cabeza extremos. En los años siguientes, se informaron casos en todo el mundo, incluidos al menos 60 incidentes en Bogotá, Colombia, y Viena, Austria. También en la capital estadounidense, Washington DC.
La evaluación se basa en una revisión de cientos de incidentes y en una amplia gama de factores circundantes, dijeron los funcionarios. También ha habido alrededor de 1 500 casos reportados en 96 condados diferentes, incluidos algunos casos este año, dijeron las autoridades. Este dato, de confirmarse, sería una novedad.
Con el argumento del llamado Síndrome de La Habana, la administración Trump retiró a la mayoría de su personal de la embajada en la capital cubana y cerró el grueso de las operaciones consulares.
Sin embargo, esta evaluación de hoy no da respuestas definitivas acerca de la causa de una enfermedad que ha afectado a cientos de miembros del personal del gobierno alrededor del mundo.
No hay una explicación para estos incidentes. En cambio, hay muchas y diferentes causas posibles: incluyen factores ambientales y sociales y condiciones médicas preexistentes, matizaron las fuentes, según el rotativo capitalino.
“Hay algo contrario a la intuición en todo esto. Si los médicos nos están diagnosticando a algunos una lesión en el cerebro en el cumplimiento del deber, y no estamos diciendo que fue un adversario extranjero, ¿qué fue entonces?”, dijo un exoficial de la CIA que experimentó los síntomas. Fue citado por CNN, pero no filmado.
La fuerza laboral de la comunidad de inteligencia fue notificada de la evaluación el miércoles, dijeron las autoridades. Durante los últimos días se notificó a las víctimas que se realizaría la evaluación. Algunas recibieron una llamada del director de la CIA, Bill Burns, dijo una fuente.