¿Cómo se vuelve posible de pronto sentar al actor cubano Albertico Pujol sobre un malecón formado por la imagen microscópica de un plezo eléctrico? En primera instancia eso es realidad gracias a Photoshop. Pero la difusión de imágenes científicas obtenidas a través de la microscopía electrónica, así como la idea de mezclarlas con rostros mediatizados en el arte y la ciencia cubanos parten de un proyecto con más de cuatro años de edad, liderado por el Dr. Augusto González, Premio Nacional de Física.
Igual que en casi todas las obras de la muestra, un científico (en este caso la Dra. María Dolores Durruty) no imaginó que la representación visual obtenida para distinguir distintos tipos de refracción se convertiría en una obra de arte, y se expondría junto a otras en el Hotel Habana Libre en 2011 y más tarde para la Fábrica de Arte Cubano en este abril de 2015
La microscopía electrónica se utiliza para formar imágenes de los objetos diminutos, esos que nunca pudieran ser siquiera vistos con un microscopio tradicional. La luz posee una característica llamada longitud de onda, la cual solo es capaz de incluir un determinado rango de tamaños en su espectro visible, razón que le permite observar cosas de hasta una milésima de milímetro. Para distinguir elementos de menor tamaño, como los átomos, se vuelve necesario sustituir la luz por un haz de electrones.
Eso sí, los haces de electrones no devuelven fotografía en su sentido tradicional. Solo representaciones de los objetos diminutos, traducidas a partir del escaneo que realiza el microscopio electrónico. El Dr. Augusto González concibe esta técnica de una forma más amplia: “Es como una extensión de la fotografía. Se puede utilizar cualquier cosa para obtener una representación que te dé una imagen”.
Gracias a la peculiar belleza de las “fotos” que se obtienen de procesos tan pequeños, a González se le ocurrió que podían interesarle primero a otros científicos y, luego, a la gente en general. Pero ya en otros países había muchas exposiciones de ese tipo, como ventanas al micromundo. Entonces, se le ocurrió que algunos artistas participaran en las obras, e incluso trabajaran sobre ellas.
“No creo que entendieran demasiado, pero a todos le gustaba mucho la idea. Por ejemplo, de esta forma descubrí que Alicia Alonso siente una fascinación tremenda por la ciencia”, dice el Dr. González. También Roberto Fernández Retamar les hizo saber a los protagonistas del proyecto que existía una carta de José Martí donde escribía de ciencia y poesía.
Precisamente, la idea de que la ciencia no es tan opuesta al arte como parece, motiva la obra entera de Augusto González. A la hora de justificar ese matrimonio, la originalidad no tiene límites. Este investigador incluso llegó a coordinar un videoclip de música electrónica con colaboración del Ballet Nacional y con el pegajoso nombre de “Electrobacteriando”. Estuvo nominado en tres categorías para los Premios Lucas de su año.
En los tiempos de Platón, los sabios demostraban interés lo mismo por las matemáticas que sensibilidad para la música y otras artes. Pero ningún hecho histórico comprobado puede ser tan simbólico como el argumento de la novela Viaje a Faremido, donde los robots que pueblan la tierra imaginaria de Frigyes Karinthy piensan con lógica científica, pero se comunican a través de la música. Esa es la metáfora con la que Augusto explica la relación natural entre arte y ciencia.
Aunque la historia hoy pareciera ser otra. “Imagínate, salimos formados así ya. Nos parcializamos, nos preparamos más para razonar lógicamente, o nos inclinamos más a razonar con las emociones, con la sensibilidad. Pero pienso que el arte y la ciencia son en principio dos formas de estudiar, de avanzar, de representar la realidad, que no tienen que ir separadas.”
La promoción de las ciencias debiera asumir un rol especial en Cuba, donde el potencial científico ha sido resaltado como uno de los principales valores a explotar para el desarrollo del país. Más aun teniendo en cuenta el contexto de las últimas dos décadas, donde buena parte de los jóvenes que deciden estudiar carreras de ciencias terminan migrando del sector, sea con el objetivo de dedicarse a algún trabajo más productivo para su bolsillo o para establecerse en el extranjero.
Según el Dr. González, la divulgación científica puede hacerse de dos maneras. La primera radica en una explicación de aspectos de Física, Química o Matemática y esperar que eso aumente la cultura de la persona. Pero la otra es aquella que solo pretende llamar la atención sobre el fenómeno, no tanto que la gente lo entienda. “Una vez que ya lo motivaste, a lo mejor la persona hace sus investigaciones, o le pregunta a otro en qué consiste la imagen bonita que está viendo”.
Según su opinión, ¿en qué estado se encuentra la divulgación de las ciencias en Cuba?
“No creo que el problema sea la divulgación de las ciencias, sino las ciencias. Estas han sufrido mucho en los últimos 20 o 25 años. Todavía no estamos en la etapa de recuperación, más bien estamos resistiendo. Pero todas estas iniciativas tienen también el objetivo de mostrar que hay grupos que están trabajando, a pesar de todas las dificultades”.
La principal barrera con la que chocan proyectos como este en Cuba es la obtención de recursos para trabajar. En ese caso, no se puede depender estrictamente de las instituciones científicas cubanas vinculadas al Estado, y que muchas veces carecen de condiciones necesarias para llevar a cabo todas las investigaciones. Menos pueden afrontar este tipo de ideas fuera del laboratorio.
La primera vez que González expuso los Paisajes del micromundo, obtuvo la ayuda de la Academia de Ciencias del Tercer Mundo. En el caso del videoclip, los recursos fueron donados por la Oficina de la UNESCO de La Habana. Siempre, de alguna manera, la financiación viene de instituciones no gubernamentales extranjeras. Pero no resulta sencillo obtener el presupuesto para todos los proyectos de esta índole.
“Cuando pedimos recursos a las instituciones que tienen que ver con arte, nunca nos consideran, porque nosotros no somos parte del circuito artístico reconocido”.
El Dr. González reconoce que, si bien hubo unos años que estuvo muy activo en la creación de iniciativas como esta, actualmente se ha desvinculado. Ideas como un libro que relacionaba artículos científicos con literatura y artes plásticas quedaron en el tintero, a pesar de tener la mitad del trabajo realizado.
La falta de recursos puede desestimular a cualquier emprendedor, incluso una persona que luchó varios años con Innova.cu, un proyecto de cooperativa que hubiera permitido a los científicos realizar consultorías y trabajos extra, fuera de horario laboral y sin abandonar su empleo oficial. El principal objetivo era mejorar las economías de un grupo profesional profundamente afectado por la migración y hacerlo a través de labores útiles de innovación. Después de haber recorrido todo el camino legal, Innova. cu parece seguir engavetado, incluso ahora que las cooperativas representan una realidad económica tangible en Cuba.
Sin embargo, el Dr. Augusto González es una de esas personas cuya mente no recesa en la producción de ideas. Un pensamiento integrador que es capaz de mostrar piezas de Leinier Domínguez en un “tablero de carbono”, como renombraran a la primera lámina de grafito en la cual científicos cubanos observaran átomos. A este punto, solo queda tener la esperanza de verlo como a un John Lennon en su “you may say I’m a dreamer, but I’m not the only one”, sabiendo que como él, hay otras mentes perseverantes que defienden sus proyectos hasta que, de alguna forma, las circunstancias mejoren y aparezcan recursos para hacerlos realidad.
Larguisimo y aburridisimo.
Le falta gracia y agilidad periodística al trabajo aún así esta interesante.
Que pena que este Dr no obtenga más financiamiento para otras propuestas. Recuerdo la exposición de Paisajes del micromundo fue muy visitada en el Hotel Habana Libre.
La periodista sólo expone y no aborda lo de innova.cu