La etiqueta Bidenomics designa la política económica de la actual Administración, caracterizada en primer lugar por las medidas de ayuda y acciones federales para enfrentar la COVID-19. Acabado de llegar al poder después de derrotar a Trump en unas elecciones justas y certificadas, el nuevo presidente produjo el famoso paquete de rescate a la economía. Millones de hogares recibieron entonces dinero y un crédito tributario por hijos menores, depositado directamente en sus bolsillos para paliar los efectos económicos de una pandemia que, por demás, tuvo efectos sociales bastante menguados gracias al apoyo federal a las vacunas y a las campañas para socializar su empleo entre la población.
En segundo lugar, Bidenomics significa inversiones en infraestructura. Hace dos años se promulgó una ley impulsada por el presidente y con aprobación republicana, uno de los pocos casos de bipartidismo en los polarizados pasillos de Washington DC. La Casa Blanca la llamó “una inversión única en una generación en infraestructura y competitividad de Estados Unidos”.
De entonces a la fecha, hasta 35 mil proyectos han recibido luz verde, incluido el trabajo para “reconstruir nuestras carreteras y puentes, suministrar agua limpia y segura, limpiar la contaminación heredada, ampliar el acceso a Internet de alta velocidad”. Todo ello forma parte de un paquete con un aumento del salario mínimo nacional, el fortalecimiento de la red de seguridad social, la elevación de la capacitación de la fuerza de trabajo, el acceso a la atención medica asequible y la condonación de préstamos estudiantiles.
En cuanto al Producto Interno Bruto (PIB), de julio a septiembre de 2022 este creció un 2,6 %, una expansión más fuerte de lo previsto cuando muchos analistas esperaban un porcentaje menor. Se trató de un signo de que la economía estadounidense, una de las más poderosas del mundo, estaba entrando en fase de recuperación postpandémica. Durante el tercer trimestre de 2023 fue de 1,2 %. El ritmo anual de crecimiento en este año que casi termina fue del 4,9 %.
Otro de los puntos clave de la Bidenomics ha sido el desempleo. Bajo este presidente, la tasa promedió el 3,6 % de la PEA (2022): la más baja desde el año 1969. Significa que la creación mensual de empleos alcanzó un promedio de 400 mil, y que el número de personas trabajando recuperó niveles previos a la pandemia.
Pero vista desde el público, la política económica tiene su talón de Aquiles: la inflación, que a mediados de 2022 llegó a su clímax. El Gobierno hizo lo que le recomendaron sus asesores económicos para tratar de controlarla; en este caso, implementar aumentos sucesivos en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal.
EEUU: la inflación subió a su nivel más alto en más de 40 años, 8.5%
Una revisión sumaria de las estadísticas indica que en 2022 la inflación se mantuvo cerca de su nivel más alto en cuarenta años (8,5 %) con la subsiguiente reducción del poder adquisitivo de los hogares. De acuerdo con estimados, los ingresos semanales promedio, ajustados a la inflación, disminuyeron un 3,4 % desde que Biden asumió el cargo. Y el ingreso medio real disminuyó un 8,8 %.
El tema parece ocupar todo el horizonte. Por eso casi el doble de los votantes en esos famosos estados indecisos dicen que la Bidenomics es un fracaso —o perjudicial para la economía— al tomar la parte por el todo. Muchos estadounidenses, en efecto, se muestran insatisfechos con la economía, pero las percepciones se ven alimentadas por distracciones provocadas en la agenda del presidente, como los documentos encontrados en su casa de Delaware, los problemas de su hijo Hunter con las drogas y la justicia o, más recientemente, la luz verde que le dio la Cámara de Representantes a la investigación para someterlo a un proceso de impeachment.
Por otra parte, lo anterior discurre en medio de un panorama marcado por dos guerras en el extranjero y por una crisis en la frontera sur que está siendo negociada con los republicanos: el punto consiste en endurecer el sistema de asilo a cambio de más de 60 mil millones de dólares para Ucrania. El resultado de esa dinámica, a la que se suma el rechazo popular a que un anciano que acaba de cumplir de 81 años aspire a reelegirse, redunda en los bajos niveles de aprobación presidencial que andan marcando las encuestas, a pesar de los mencionados y otros logros de la Bidenomics. El índice de aprobación del mandatario es hoy, según las encuestas, el más bajo de cualquier presidente desde la Segunda Guerra Mundial.
Un análisis reciente lo resume así:
El presidente Joe Biden llega a las elecciones del próximo año con un desafío desconcertante. Justo cuando la economía estadounidense está fortaleciéndose, la gente todavía se siente fatal al respecto. Encuestadores y economistas afirman que nunca ha habido una brecha tan amplia entre la salud de la economía y la percepción pública. La divergencia podría ser un factor decisivo para que el demócrata consiga un segundo mandato el próximo año. Pero los republicanos están aprovechando la insatisfacción para criticar a Biden. Y la Casa Blanca tiene menos éxito en su intento de resaltar el progreso económico.
En ese espíritu, el discurso de los funcionarios de la Casa Blanca ha llegado incluso a marcar artículos específicos cuyos precios han caído: los pavos para el Día de Acción de Gracias, los huevos, la gasolina…, pero tampoco parece funcionar como el dique para contener la ola. “Las cosas están mejorando y la gente piensa que van a empeorar. Esa es la parte más peligrosa de todo esto”, dijo no hace mucho la encuestadora Celinda Lake. “Muchos votantes, al parecer, no quieren simplemente ver caer las tasas de inflación, sino más bien una caída total de los precios”. Y en ese cuadro hay datos que, de pronto, se olvidan.
Uno de ellos es que a pesar de la propaganda de ser “el presidente del empleo”, Donald Trump tuvo el peor historial en este rubro desde la Gran Depresión al perderse durante su mandato casi 3 millones de empleos. El último informe sobre el tema mostró que en noviembre pasado los empleadores agregaron 199 mil puestos de trabajo al mercado. Y la inflación, por su parte, ha pasado en poco más de un año de un preocupante 9,1 % a un 3,2 % sin causar una recesión.
Los republicanos han argumentado que los votantes deberían confiar en su instinto sobre la economía y no en las estadísticas. Y en eso han tenido éxito, a pesar de que ahora mismo un hogar estadounidense típico —si cabe la expresión— está en mejor situación que en 2020, y de que el crecimiento salarial/laboral ha favorecido a los más pobres.
“La gente realmente se ha visto afectada”, dijo un vecino de barrio. “Las cosas se han encendido y apagado. Todo ha ido rápido. Ha sido perturbador y confuso. Simplemente, estamos cansados”.
La Administración Biden y sus estrategas económicos tienen un margen de maniobra de apenas un año para lidiar con este problema y terminar de acorralarlo. De lo contrario, podría haber una transición antes del 20 de enero de 2024, quienquiera sea el candidato del Partido Republicano.