El maestro Martín Payán Zubelet (Manet) escribía para El Bohemio y otros periódicos y revistas en Ciego de Ávila. Sentía predilección por los asuntos de la farándula.
Cuando revisaba su archivo, hace ya más de 20 años, encontré una entrevista que hizo a un conferencista, divulgador cultural, periodista y narrador nacido en Pinar del Río, quien alcanzó celebridad en España, donde desarrolló la mayor parte de su obra literaria, aunque fue un trotamundos que dejó su impronta en numerosos países y tuvo una larga vida de 98 años. Al fallecer había escrito 120 libros y más de mil artículos.
Se llamaba Eduardo Zamacois Quintana (1873-1971) y estaba de paso en la Ciudad de los Portales, en 1939, para ofrecer una charla. En ese tiempo sobrevivía exiliado en Cuba como conferencista y colaborador de Bohemia y El País.
En una carta que escribió a su esposa, Matilde Fernández, el 5 de abril de 1939 le confesaba: “me propongo dar algunas conferencias por el interior, porque hablando siempre gano más que escribiendo”.
Payán lo describe así a sus lectores de El Bohemio: “Acucioso, revisé su porte arrogante, insensible a los años. He aquí un hombre que exprimió con largueza el zumo de la vida. Alto, erecto, como una palmera del país de origen”. Al preguntarle dónde había nacido, el también corresponsal de guerra y autor de la novela El asedio de Madrid (1938) respondió:
“En Río Feo, entre San Luis y Pinar del Río. Mi padre era español; mi madre cubana. Sí, he vuelto allí.” Hijo único del vasco Pantaleón Zamacois y Urrutia, de Victoria Quintana, a los dos años la familia se mudó a Marianao. Se lamentaba de haber perdido las fotografías de la casa y de la familia, debido a su salida abrupta de España, por el estallido de la Guerra Civil. La finca donde vio la luz primera se nombraba La Ceiba.
Anteriormente había visitado la isla para promocionar su obra. En 1911, cuando el periodista Ramón Ruilópez, redactor de Cuba y América le preguntó: “¿Y de Cuba, de su patria, qué impresión tiene?, su respuesta fue rápida: “¡Oh! Estoy encantado. Esto es un trozo de Andalucía. Su clima, su cielo, el carácter de sus habitantes, la belleza de sus mujeres, en fin, todo me seduce…”
Un emprendedor
Zamacois todavía era un niño cuando los padres fijaron su residencia en Bruselas y luego en París. En 1883, se mudan a Sevilla, en España. En Madrid matriculó Filosofía y Letras, estudios que abandonó al año. Después cursó Medicina, pero tampoco la terminó. Había comprendido que su verdadera vocación era ser escritor. Y comenzó a colaborar con periódicos.
Como hombre de negocios, entre sus aportes más notables, se encuentran las empresas editoriales: La vida galante, El Cuento Semanal, Los Contemporáneos y La Novela corta.
Charlas familiares fue otro de sus emprendimientos novedosos. Ideado a fines de 1915, de acuerdo con sus testimonios, citados por el investigador Marcelino Jiménez León:
“Por aquellos días tuve esta idea que había de trastornar profundamente mi vida: la de preparar unas ‘charlas familiares’ ilustradas con proyecciones cinematográficas. Me veía paseándome por un escenario en tanto explicaba, durante doce o quince minutos, cómo vivían y trabajaban las grandes figuras españolas de mi época. Luego me acercaría a una mesa para apoyar un timbre que repicaría dentro de la caseta del ‘operador’. Automáticamente el teatro quedaría a oscuras, y en la pantalla aparecería la ratificación gráfica de cuanto yo acababa de exponer. Seguidamente, a una nueva señal, la sala volvería a iluminarse, para que yo continuase hablando, y así hasta concluir. El espectáculo podría durar hora y media, dos horas…
Estas pláticas habían de ser, para su mayor lucimiento, improvisadas y dichas en el estilo más acorde con la llaneza de mi carácter. Antes que erudito pretendía ser ameno (…) Así, en mis charlas, lo ‘culminante’ no sería la obra, sino el autor, desde el punto de vista personal y anecdótico —anécdotas hay que valen un retrato— y el cine se ocuparía de presentarle en toda la suprema sinceridad de su vida íntima”.
La realización del proyecto
Hubo cierto rechazo hacia la propuesta, entre colegas suyos. Pero Zamacois era perseverante. No desistió del empeño y logró que Gregorio Martínez Sierra, director literario de la editorial Renacimiento, apoyara la financiación del proyecto, pues este contribuiría a las ventas de la empresa en el mercado latinoamericano.
Zamacois seleccionó, para comenzar la serie, al consagrado Benito Pérez Galdós. Si él aceptaba, otros notables lo imitarían. Y tuvo razón: luego grabaría a Ramón y Cajal, Valle Inclán, Benavente, Azorín y Pío Baroja, Francisco Villaespesa, entre muchos más.
Al canario no le pareció bien la propuesta. Argumenta Carmen Menéndez-Onrubia que “La natural humildad de Galdós, su carácter reservado, su aversión a que el público conociera aspectos de su intimidad, eran obstáculos insalvables para mostrarse ‘en vivo’ ante el público. A ello se añadía la decrepitud física que su ceguera y sus muchos años no dejaban disimular”.
A pesar de lo anterior, Pérez Galdós, finalmente, dio el consentimiento. Narra Zamacois que “El glorioso y bondadoso don Benito elogió mi intento, calificándolo de cultural y de patriótico. Después, sus ojos, ya casi inútiles, lloraron.
-Todos me verán —balbuceó—, pero yo no podré verme…
Diciendo esto se acercó a una pared de su despacho y con ambas manos la palpó, acariciándola como si fuera la pantalla y su imagen estuviese allí”.
No era la primera vez que Pérez Galdós colaboraba con Zamacois. Le había cedido los derechos de Doña Perfecta para que la publicara en su editorial Cosmópolis; también El Cuento Semanal y La Novela Corta difundieron textos galdosianos.
Zamacois llamaba “mi querido Maestro” a don Benito y escribió artículos divulgativos sobre la vida y obra del canario universal, además de entrevistarlo en otras ocasiones. En su libro Un hombre que se va… Memorias, refiere acerca de uno de estos encuentros:
“Ante mí, el maestro, distraído, fuma y mira al espacio. Es hercúleo, es solemne en medio de su aislamiento, como un viejo roble. Y yo pienso en la vida solitaria de aquel hombre que tan bellos y tan intensos amores ha descrito, y siento que en todo su hogar, un poco frío quizás, de solterón, hay como una nostalgia de mujer.
Al marcharse señalo con un gesto el estante donde el maestro va alineando sus libros. ¡Son tantos y tan hermosos!
-¡Qué orgulloso —exclamó— estará usted de verlos ahí reunidos! ¡Y, entre ellos, qué ufano, qué acompañado, se hallará usted!…
Pérez Galdós sigue mi ademán y luego se encoge de hombros; por su rostro impasible, una grave melancolía ha resbalado.
Y este último gesto amargo del maestro, ha bajado conmigo las escaleras del hotel.”
Volvamos a la grabación. Quedó pactada para el 29 de diciembre de 1915 en la residencia del escritor, ubicada en Hilarión Eslava 7, en Madrid. Allí vivía con su sobrino José Hermenegildo Hurtado de Mendoza Pérez Galdós, descendiente de cubanos por la rama paterna, quien cuidó al novelista hasta sus últimos días.
Un resfriado que padecía Zamacois obligó a postergar la cita. Todo parece indicar que la filmación ocurrió en los primeros días de enero de 1916. “En la incompleta grabación que se conserva entre las imágenes de la cinta Qué es España, aparece el anciano escritor sentado en un banco del jardín de su residencia apoyado en su bastón, con su inseparable tagarnina entre los dedos, forrado de ropa de abrigo. Hace que lee un libro, aunque su falta de visión se lo impida, y juguetea con su fiel Albrit. Esto es lo que ha llegado hasta nosotros de las imágenes fílmicas de Galdós; sin embargo, sabemos que se grabaron algunas más. A la información proporcionada por Zamacois a Pármeno (1916), así como la que envió desde Nueva York F. Pendás (1917), testigo presencial de la charla allí impartida, hay que sumar las fotografías reproducidas en la prensa. En ellas, además de los fotogramas rodados en el jardín, podía verse al grancanario al pie de las escaleras que conducían a dicho jardín (Fernández Piñero: 1921), su salida a la calle para dirigirse a la Puerta del Sol junto a su ayudante Victoriano Moreno (“Eduardo Zamacois”, 1920), hacer el cotidiano gesto de llevarse la mano al bolsillo para dar algunas limosnas (Pendás: 1917) y, finalmente, ponerse sus dos pares de gafas”, nos informa Carmen Menéndez-Onrubia. No se ha podido precisar si fue Enrique Blanco o su ayudante Alberto Arroyo, quien fungió como camarógrafo de Zamacois.
“Me llevo el cerebro de España en mis películas”
En diciembre de 1916, Zamacois partió rumbo a América para difundir sus charlas “Mis contemporáneos” y “La España trágica”. A su paso por Tenerife declaró a la prensa: “Me llevo el cerebro de España en mis películas” y detalló pormenores de las conferencias.
Estuvo en Puerto Rico y Estados Unidos. Entusiasmado por el éxito económico, se trasladó a Cuba. Llegó el viernes 4 de mayo de 1917 en el vapor Olivette.
En La Habana, la junta directiva del Centro Gallego le facilitó gratuitamente el Teatro Nacional. Fue entrevistado por los principales periódicos y se divulgaron, en lugares céntricos de la ciudad, carteles impresos en Nueva York, sobre las conferencias. La gira continuó por tres meses. Visitó Pinar del Río, Matanzas, Cárdenas, Santa Clara, Cienfuegos, Camagüey, Holguín, Palma Soriano, y Guantánamo, entre otras ciudades.
El 9 de junio de 1917, un cronista del Diario de la Marina opinaba acerca de una de las charlas en el Teatro Nacional: “En deliciosa ‘conversación’ con el público, sin ‘enfatismos’ pedantescos, con sencillez hermosísima, Zamacois fue desenvolviendo ante el público- que era escogido y numeroso-la vida de don Benito Pérez Galdós-el inmortal autor de ‘Los Episodios Nacionales’. Galdós (…) parecía vivir bajo la palabra expresiva, sugeridora, gráfica, del conferenciante. Por la pantalla pasaron el último retrato del novelista, su casa de Madrid, casa cerrada como la boca de Galdós, que es hermética, que no habla nunca; la letra del creador de ‘El Abuelo’ y algunos detalles de su existencia que pusieron en parca comunicación al espectador con el viejo maestro que ha realizado en la novela una labor ciclópea.”
Zamacois embarcó muy satisfecho por el resultado de las exposiciones. Además, el presidente de la República Mario García Menocal le había dado un cheque de diez mil dólares para que hablara de Cuba en París.
Después continuó el itinerario por México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y Colombia. Posteriormente a esta gira de 1917 y hasta 1932, el público de diversas naciones y de provincias españolas observó a Benito Pérez Galdós y a otros literatos convertidos en personajes cinematográficos, gracias al ingenio del hispano-cubano Eduardo Zamacois.
Fuentes consultadas:
José Ignacio Cordero Gómez: “La obra literaria de Eduardo Zamacois. Memoria para optar al grado de doctor”, Universidad Complutense de Madrid, 2007.
Carmen Menéndez-Onrubia: “Galdós y el ‘prodigioso invento’ del cinematógrafo”, disponible en: https://digital.csic.es.
Marcelino Jiménez León: “La primera aventura cinematográfica de Eduardo Zamacois”, disponible en: https://cvc.cervantes.es.
David Martínez Vilches: “Vivir los días usados”, Eduardo Zamacois en el exilio (1939-1971), Universidad Complutense de Madrid, 2020.
Cuba y América
Bohemia
Diario de la Marina
Una vez más, otro muy interesante trabajo de investigación y redacción muy buena. Gracias José A. Puede q Zamacois Quintana sea de la familia suya y por eso sea bueno en lo q hace como usted.