Hace una década, funcionarios de los Ministerios de Energía y Minas, y la Agricultura, así como del grupo AzCuba, afirmaban en televisión nacional que la industria azucarera cubana estaba “llamada a contribuir con el cambio de la matriz energética nacional con una participación del 14 % en 2030”.
Habían pasado casi dos años desde que el Decreto Presidencial No. 3 del 11 de diciembre de 2012 aprobara una comisión gubernamental que lideraría la implementación de la Política para el desarrollo perspectivo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía. Una política aprobada por el Parlamento en julio de 2014 y que se proponía aumentar el uso de las fuentes renovables (FRE) hasta un 24 % en el periodo 2014-2030.
El porcentaje fue aumentado a 30 luego, y ratificado por Vicente de la O, ministro de Energía y Minas, en el Tercer Salón Internacional de Energías Renovables, que sesionó en La Habana hasta el 20 de septiembre, en medio de otro pico de apagones por déficits en la generación.
Según los trascendidos de prensa, la apuesta más importante en materia de FRE en Cuba son los 2000 megawatts de energía solar fotovoltaica previstos a instalar hasta 2028; aunque De la O mencionó las inversiones en parques eólicos, los aportes de las pequeñas centrales hidroeléctricas y los 60 MW de diseño de la bioeléctrica aledaña al central Ciro Redondo, en Ciego de Ávila, en el centro del país.
Pero esa bioeléctrica, primera de cinco que se preveía construir —como parte del protagonismo pronosticado para un sector que, precisamente, en la última década ha vivido sus peores momentos y los últimos días ha asistido más de una vez al apagón total del país—, nunca ha aportado 60 MW con estabilidad.
Brevísima cronología
Aun cuando en 2014 se había creado la empresa mixta Biopower S.A., pieza clave en el proyecto de construir cinco bioeléctricas para generar electricidad a partir del bagazo de caña de azúcar y la biomasa forestal, la primera piedra del primer enclave de este tipo no se puso hasta 2017.
En abril de ese año participaron del momento inaugural diplomáticos británicos —Biopower S.A. es una sociedad mixta entre Zerus S.A. (parte cubana, 51 % de las acciones) y Havana Energy Ltd. (parte inglesa con el 49 %)— y chinos (finalmente quien pondría los 186 millones de dólares sería el Shanghai Electric Group), así como las autoridades de la provincia y del sector.
Las palabras de Brian Wilson, ex ministro de Economía del Reino Unido y cofundador de Havana Energy Ltd. junto a Andrew McDonald, serían premonitorias. Wilson dijo a The Scotsman que los efectos del bloqueo estadounidense contra Cuba habían hecho “infinitamente más difícil” el largo camino hasta allí. “Aún queda el desafío de financiar plantas posteriores, pero la primera siempre iba a ser la más difícil”. La obra comenzaría a ejecutarse, oficialmente, un año después.
Un reportaje de Granma, en abril de 2019, trataba de explicar los atrasos que empezaban a comprometer los plazos de recuperación de la inversión, el aporte de energía eléctrica diseñado y la estabilidad en la molienda del central Ciro Redondo.
Podían otearse en el horizonte muchas interrogantes, relacionadas con las obras necesarias en el central para aumentar su capacidad industrial, los rendimientos agrícolas que deberían sostener una zafra eficiente, el corte del marabú para la generación más allá del periodo de molienda, la logística de todas esas operaciones…
Una tras otra, las máximas autoridades del país visitaron Ciego de Ávila y chequearon el progreso, conminando a “revertir atrasos, redoblar esfuerzos, garantizar recursos”, de manera que en noviembre de 2019 pudieran probarse las dos calderas.
Las pruebas, sin embargo, se demoraron hasta enero de 2020. En esa fecha, y durante 72 horas, la novedosa bioeléctrica generó alrededor de 23 megawatts/hora, con una sola de las calderas, lo que se tradujo en optimismo entre operarios y dirigentes.
Entretanto, el central Ciro Redondo recibió la mayor modernización de su historia y solo esperaba el momento de la sincronización para el pitazo de zafra. Ocurrió en diciembre de 2021.
El desarrollo de la contienda azucarera correspondiente a ese periodo, sin embargo, resultó “accidentado” y el plan de azúcar, incumplido; el mayor obstáculo fue “la temprana salida del central Ciro Redondo, por dificultades en la sincronización con la bioeléctrica”, dijo Invasor. Aparecieron nuevos problemas, como la granulometría del bagazo y el marabú, altibajos de presión en la caldera, vibraciones en el rotor, cosechadoras de baja técnica…
En febrero de 2022 el panorama era similar o peor. Un recorrido del viceprimer ministro Jorge Luis Tapia y autoridades del grupo AzCuba sacaron a la luz otros “tropiezos” que seguían “poniendo en tela de juicio los estudios que debieron anteceder a la cuantiosa inversión”.
La nota del periódico oficial del Partido en Ciego de Ávila concluía:
Digamos que la siembra de caña está atrasada, que las tierras libres de marabú todavía no producen, que 28 camiones y tres combinadas paradas atentan contra la disponibilidad técnica, que el arrendamiento de medios de transporte no acaba de cuajar y que la formación de colectivos laborales, posibilidad contenida dentro de las 92 medidas aprobadas por la máxima dirección del país para estimular al sector, está a media máquina todavía.
El año 2023 tampoco trajo el milagro. No hubo “matrimonio” entre la bioeléctrica y el central. En febrero ambos enclaves esperaban la llegada de una lámina de plomo para hacer una junta-fusible, protección indispensable para las calderas. Se acabó esa zafra, comenzó la 2023-2024 y el Ciro Redondo seguía esperando por su vecina, ahora con una deuda de planes incumplidos en cinco contiendas anteriores, que se traduce, además, en deuda económica, recursos humanos interruptos y mucha incertidumbre.
“Me cuesta mucho trabajo comprender por qué en más de tres años una inversión como esta no tiene resultados. Aquí hemos enterrado el dinero del país”, fueron las palabras del presidente Díaz-Canel en visita a la bioeléctrica, en febrero de 2024.
Díaz-Canel “ordenó” discutir a fondo con los implicados, nacionales y extranjeros, el porqué de lo que está pasando con esta inversión, “y llevar el análisis hasta el final”. “Hemos perdido tres años, elaboren un programa con las soluciones, voy a llamar día por día”, concluyó.
De tal indicación y sus resultados no se ha tenido más noticia. En agosto el miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y secretario de Organización, Roberto Morales Ojeda, visitó el central y “se interesó por la marcha de las reparaciones en la bioeléctrica”, de lo cual la prensa avileña no aportó elemento alguno.
Sin embargo, se esperan “imponderables” en la sincronización, a juzgar por la reparación del central Primero de Enero —sin plan de azúcar en las últimas zafras y que, no obstante, ha debido asumir la producción—, “a fin de no comprometer, una vez más, los acuerdos productivos de la provincia”.
Sin caña no hay país (ni electricidad)
Tampoco se publicó nada al respecto durante la principal feria nacional de energías renovables. No queda claro si generar electricidad a partir de la biomasa sigue siendo, no ya prioridad, sino siquiera posible.
De acuerdo con la Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera de Cuba, “la participación de esta fuente renovable (biomasa) tiene la primera prioridad para el país en el cambio de la matriz energética”, y el proyecto es aportar unos 700 MW a través de 19 bioeléctricas aledañas a centrales azucareros. “Estos proyectos cuentan con los estudios en fase de oportunidad, que indican la factibilidad de las mismas”, asegura la plataforma del Ministerio de Comercio Exterior.
El viacrucis de la bioeléctrica del Ciro Redondo parece desdecir tal aseveración, pero podría otorgársele el beneficio de la duda y aceptar que, como dijo Brian Wilson antes de poner la primera piedra, su condición de pionera la convertiría en la más difícil de todas. No obstante, hasta ahora el enclave solo ha debido lidiar con problemas técnicos. Cuando finalmente arranque y se mantenga estable, podrían empezar a añadirse otros; digamos, la falta de biomasa.
En diciembre de 2023, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente del grupo AzCuba, Julio García, dijo que en el sector persistían deficiencias como “el continuo decrecimiento de la producción de caña, fundamentalmente por el incremento del área vacía por los bajos niveles de siembra de los últimos años, condicionada por la baja asignación de combustibles, los bajos niveles de cultivo, fertilización y limpia de la caña. Además de la indisponibilidad de divisas para adquirir herbicidas y fertilizantes”.
Solo en ese año se dejaron de sembrar 90 mil hectáreas, lo cual representará una afectación de 6 millones de toneladas de caña para la zafra 2025 y afectará la semilla para la siembra de la zafra correspondiente a 2026.
Sin caña no hay bagazo, y sin bagazo no hay energía.